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Alfonso Santisteban, maestro del 'lounge' español

Fue uno de los más prolíficos compositores para TVE y el cine comercial español

Diego A. Manrique
Alfonso Santiesteban, los Premios de la Música en 2005.
Alfonso Santiesteban, los Premios de la Música en 2005.EFE

A primera hora de la noche de hoy viernes, Alfonso Santisteban fallecía en la Clínica Parque San Antonio, en Málaga, víctima de un cáncer de pulmón. Con 69 años, se va uno de los máximos representantes de la música ligera española, esa que alcanzó cotas de esplendor durante los años sesenta y setenta, para luego eclipsarse sin honra ni reconocimiento.

Compositor y arreglador, Santisteban desarrolló su labor esencialmente en cine y televisión. Aunque no fue tan activo discográficamente como Augusto Algueró o Juan Carlos Calderón, también colaboró con figuras tan fascinantes como el rumbero Bambino o Lola Flores.

Nacido en Madrid en 1943, en el seno de una familia desahogada, Santisteban cayó rápidamente bajo el embrujo de la bossa nova, que marcaría buena parte de su obra; viajó a Río y mantuvo contactos con Antonio Carlos Jobim y otros maestros brasileños. También le encantaban esos coros femeninos conocidos ahora como “daba-daba-da”, que aparecían frecuentemente en sus innumerables bandas sonoras para cine y televisón. Eso explica que su nombre aparezca en productos livianos como Engañar a un sinvergüenza o La casa de los Martínez. Suyas fueron las sintonias de Aplauso, Bla bla bla o Música y estrellas.

 Entrados los setenta, también intentó actualizarse, con proyectos como 'La Nueva Banda' de Santisteban. Tenía buen olfato para los músicos y sus grabaciones sonaban tan limpias como sedosas. Le distinguía una ética de trabajo que complacía inmensamente a los productores; llegó a firmar unas quince bandas sonoras en el año 1975; posteriormente, pondría música a películas italianas.

Por pose y por temperamento, no encajaba con lo que él llamaba “los intelectuales del cine aburrido”; insistía en que prefería “mil veces” la comedia y el destape. Además, debido a su matrimonio con la presentadora Marisa Medina, entró en el circuito de la prensa rosa, que informaba regularmente de su prole y de sus desavenencias.

Muchos años después, ambos miembros de la pareja harían caja paseando sus recriminaciones por los programas basura de la televisión. Consciente del absurdo, Santisteban se burlaba de una sociedad que quería carnaza e ignoraba su música.

En 1982, cuando cambiaron los gustos y los mandos en TVE, sintió que se cerraba una época y se trasladó a Marbella. Gravitó hacía el delirante universo de Jesús Gil y Gil, llegando a dirigir la televisión local. Vio entonces cosas que, aseguraba, preferiría olvidar. Su descreimiento general quedó reflejado en un libro disparatado, El mundo del espectáculo y la madre que lo parió.

Con la ascensión de la llamada lounge music, también conocida como pop de la era espacial, Santisteban fue recuperado por el público enterado. A principios del presente siglo, Carlos Galán, fundador del sello Subterfuge, rescató varias de sus referencias y paseó al personaje por los ambientes modernos. Aunque no lo entendiera, Alfonso agradecía tan insólita atención.Ya sin ese marchamo hip, la compañía Rama-Lama publicaría luego una recopilación titulada Pop 60: 45 años de música (1962-2007).

Algunos temas suyos aparecieron en recopilaciones tipo Spanish grooves, discos que buscaban acercar oscuros temas nacionales a las pistas de baile consagradas a la música de raíz negra. Ya fuera del radar de los medios, Santisteban también atrajo a editores de material pirata y guerrilleros de YouTube. Sus grabaciones de música de librería para CAM eran buscadas por coleccionistas de todo el mundo.

Alejado de la creación, cedió su archivo a la SGAE. Sería justo que la institución aprovechara su generosidad para estudiar la obra de quién fuera uno de sus socios menos visibles pero más rentables.

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