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“La única solución es acabar con la monogamia”

La escritora Charlotte Roche propone un cóctel explosivo de subversión sexual y tradicionalismo en sus libros

Álex Vicente

Charlotte Roche nació hace 35 años en High Wycomb, localidad de la que despegaban los cazas británicos de la RAF que bombardearon Alemania. A la escritora no le disgusta imaginarse como uno de aquellos pilotos que hostigaron al enemigo en su propio terreno. Instalada en Alemania desde los dos años, Roche se dedica a ametrallar la moral dominante con la irreverencia como única artillería, a través de libros que aspiran a sembrar el pánico entre los autóctonos. "Escribo buscando riña. Mientras haya gente que quiera detenerme, que diga que mis libros son pornografía y que soy un elemento peligroso, estaré satisfecha", reconoce la autora, sentada en un café de su ciudad, Colonia, en el que sirven desayunos bio y suena folk escandinavo en el hilo musical. Vista de cerca, con sus formas exquisitas y sonrisa angelical, Roche no parece la degenerada que describen sus múltiples enemigos. "A la gente siempre le sorprende que sea tan educada y que vaya tan limpia", dice la autora, que saltó a la fama hace una década con un programa de entrevistas en Viva (la MTV alemana), en el que ya despertó un primer escándalo por no depilarse las axilas.

En su primera novela, Zonas húmedas, Roche logró escandalizar con su retrato de una adolescente postrada en un hospital por una lesión anal, que pasaba los días masturbándose con un hueso de aguacate. Hizo saltar todas las alarmas del decoro, pero despachó dos millones de copias. Su reválida llega con Furores íntimos (Anagrama), en la que se adentra en terrenos más maduros y sombríos sin renunciar a causar un poco de alboroto. La novela comienza con una descripción de 15 páginas de la felación que su protagonista, Elizabeth, realiza a su marido adorado. A lo largo de tres días, asistimos al monólogo interior de esta madre treintañera, atea radical, adicta a la psicoterapia, militante medioambiental y fundamentalista del vegetarianismo. En especial, desde que leyó Comer animales, el ensayo sobre los peligros de la carne roja firmado por Jonathan Safran Foer, cuya portada lleva tatuada la propia Roche en el reverso de su muñeca. Si quería enmascarar a su 'alter ego' literario, se podría haber esforzado un poco más.

"Las feministas de la vieja escuela se equivocaron. Los hombres no son el enemigo"

"Hay mucho de mí en la novela. Hay que decirlo alto y claro, por respeto al lector. No soporto a esos escritores que se protegen diciendo que todo lo que cuenta es ficción", responde Roche. Elizabeth sufre del mismo trauma que la autora: hace diez años, sus tres hermanos murieron en un accidente de carretera cuando se dirigían a su boda en Inglaterra. Querían tomar el avión, pero prefirieron el coche para transportar su vestido de novia. Solo sobrevivió su madre. "Era imprescindible que lo contara. Es algo que te arruina la vida y que nunca cicatrizará, pero fue un alivio dejarlo por escrito. Es como cuando se lo cuento a alguien por primera vez. Por un momento, siento que ya no es mi problema sino el suyo. Al ver el horror dibujado en su rostro, me pongo hasta contenta". El gesto molestó a su familia. Su padrastro la acusó de utilizar la tragedia familiar "sin consideración, escrúpulos ni respeto".

En otro frente de batalla, la decana de las feministas alemanas, Alice Schwarzer, que aparece en el libro como malhumorada voz de la conciencia, la acusó de defender el orden patriarcal y la sexualidad sumisa. Y es que Elizabeth, obsesionada por convertirse en madre y esposa perfecta, cree deber la vida a su marido. "Como contraprestación por mis desarreglos psíquicos, me esfuerzo mucho a la hora de chupársela, agradeciéndole que siga aguantando a este animal traumatizado", escribe Roche. Si le pide que la acompañe al burdel para tener sexo con prostitutas, ella le sigue sin rechistar hasta 18 veces. La autora se considera feminista y dice que el libro también lo es, pese a que no cree que su heroína sea un modelo de conducta. "Las feministas de la vieja escuela se equivocaron en muchas cosas. Consideraban que la sexualidad masculina era asquerosa e incitaban a combatirla. Pero los hombres no son el enemigo. Yo no he conocido la opresión masculina en la vida. Muchas de aquellas feministas eran lesbianas que no sabían lo que era vivir con un hombre. ¿Quiénes son ellas, que no tienen ninguna experiencia, para decirme cómo tengo que vivir?", se interroga.

En el libro, que ha dedicado a su marido, Roche defiende el matrimonio como institución sacrosanta, pero lo abre a experiencias como la prostitución, la pornografía y el libertinaje. "Presenciamos un regreso a los años cincuenta. Nadie cree en la monogamia, pero todos lo hacemos ver", opina Roche. "No es posible que una relación dure si no eres infiel. La única solución es acabar de una vez con la monogamia y permitir la infidelidad dentro de la pareja. Tienes que meterte en la cabeza que puede suceder y, si acaba pasando, ser capaz de no mandar tu relación a la porra". Su cóctel explosivo de tradicionalismo, subversión y feminismo sui generis volvió a convertir el libro en un éxito en su país, donde su primera edición de 500.000 copias fue la mayor en la historia de la literatura alemana. "Si la gente estuviera más liberada, vendería muchos menos libros", concluye Roche con candidez, antes de regresar a su estudio para trabajar en un nuevo artefacto explosivo en forma de novela.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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