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El regreso de los robots

Asistimos a la escucha del nuevo disco de Daft Punk, 'Random access memories' Es uno de los álbumes más esperados y promocionados del año También es un pretencioso homenaje a los años dorados del funk

Daniel Verdú
Guy-Manuel de Homem-Christo, (izquierda) y Thomas Bangalter, los miembros del dúo Daft Punk.
Guy-Manuel de Homem-Christo, (izquierda) y Thomas Bangalter, los miembros del dúo Daft Punk. Dan Steinberg (AP)

“Móviles en el sobre cerrado por favor…”. Para la preescucha de Random Access memories (Columbia, Sony), el nuevo disco del dúo francés Daft Punk, hay que firmar un acuerdo de confidencialidad, sellar el sobre donde debe permanecer el móvil y desplazarse hasta una de las naves del Matadero, en el sur de Madrid. Pero el trayecto real es muchísimo más largo. El disco es un viaje en el tiempo con arbitrarias escalas. La campaña de publicidad que han utilizado para ponerlo en circulación es toda una esplendorosa reliquia de los años noventa. Incluso ochenta. Vallas publicitarias, anuncios televisivos en los entreactos de los programas de mayor audiencia de EEUU, viajes para la prensa al otro lado del mundo para entrevistas de 20 minutos (sin los cascos puestos, eso sí). Todo el aroma e ideología del disco es una suerte de pretencioso homenaje a los años dorados del funk y el disco, revindicando figuras como la del gran Giorgio Moroder (presente en el disco, quizá en la canción más original) o la de Quincy Jones (citado en todas las entrevistas que han dado como el último emperador de la producción que siempre admiraron). Una evocación en toda regla del esplendor de la industria discográfica, sus producciones millonarias, los álbumes de 13 cortes, las colaboraciones estelares (Pharrell Williams, Julian Casablancas, Nile Rodgers, Panda Bear) y los estudios de grabación que hoy cogen polvo por culpa del maldito “hazlo tú mismo”. Quién lo iba a decir, ellos que inventaron eso de producir discos en el dormitorio de casa.

La extenuante campaña a la que han sometido a la población occidental, sumado al largo periodo de barbecho autoimpuesto en Los Ángeles, ha generado una expectativa capaz de colocar en pocas horas su primer single Get Lucky en el número 1 de Reino Unido. Y en Spotify. Un sencillo y pegadizo tema funk, con el sello de Nile Rodgers (que recorre toda la producción) y el insistente y plomizo vocoder marca de la casa de los franceses como momento culminante del tema. Un hit ideal para modernos clubes, y también para bodas y bautizos. De eso va todo, de conseguir gustar al mayor número de gente. Un blockbuster. Aunque también cabe preguntarse en qué momento un grupo decide hacer un álbum basado en las colaboraciones y por qué motivo.

Daft Punk surgió del enorme talento de dos franceses (Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter) que desde su casa lanzaron al mundo un artefacto sonoro, aquel glorioso Homework, que se convirtió en todo un manual de cómo volver a pasarlo bien en una discoteca. Around the world fue la banda sonora del fiestón despreocupado y sin pretensiones que la misteriosa pareja (también popularizaron eso tan extendido ahora de ocultar el rostro) organizó en el patio trasero de la escena de baile mundial. Una recuperación de las esencias de la diversión musical y la inspiración para toda una generación de artistas que nacieron al calor de aquella gran idea y que todavía la exprimen. Pero hoy la fiesta es en la mansión de un nuevo rico con las estanterías repletas de esos souvenirs que convierten el paso del tiempo en una broma pesada.

“Es como si todo lo que detestábamos en los ochenta y los noventa hubiese vuelto en un solo disco”. La frase es de una de las primeras personas que escuchó el nuevo álbum de Daft Punk y resume, al menos, el componente de amalgama que tiene la nueva criatura del dúo francés que se oculta bajo el casco. Un brillante complemento en la cabeza que se ha convertido en seña de identidad (antes de pretendida evocación futurista) y que a ratos parece que les haya impedido escuchar nada de lo que sonaba alrededor en los últimos ocho años, tiempo en el que sin contar su banda sonora para Tron Legacy, supuestamente han estado dándole vueltas a Random Access Memories.

El disco tiene de todo y recuerda a muchas cosas. Suena, especialmente la primera mitad, a Chic, aquella banda de Neil Rodgers. Eso es el primer tema, Give life back to music. O incluso el esmerado single, Get Lucky. Tiene baladas, como The Game of Love, donde describe sin rastro de ironía (se toman muy en serio) un desengaño amoroso: “Me rompiste el corazón cuando te fuiste, yo quería que te quedaras…”. A lo largo del disco asistimos también a arreglos orquestales y hasta flautas traveseras. Beyond es un pesadísimo y largo ejemplo de ello. El desenlace (Contact) es en realidad una pieza de rock progresivo hecha con sintetizadores y aderezada con final ruidosamente abstracto y artie.

Todo el disco va de conseguir gustar al mayor número de gente

Al final, guste o no, el disco servirá como magnífico ensayo de la industria discográfica para insuflar aire al negocio aplicando viejos métodos de promoción y producción (el lanzamiento de Bowie fue algo parecido). Toda una reliquia en estos tiempos de descomposición.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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