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Larga vida al rock (para toda la familia)

Pese a atravesar un periodo de sequía compositiva, Fito y Fitipaldis se entretienen con una gira por teatros que acaba de terminar

El cantante Fito Cabrales, en un concierto en Circo Price la semana pasada.
El cantante Fito Cabrales, en un concierto en Circo Price la semana pasada.CLAUDIO ÁLVAREZ

Fito Cabrales reconoce haber sido el tipo más indisciplinado del mundo. Pero se ha hecho mayor. Al frente de Fitipaldis acostumbra a arrasar en las listas de ventas y, consciente de su estatus, cada día baja al local de ensayo con su libreta y su guitarra para satisfacer a quienes le demandan un nuevo disco tras casi cuatro años de silencio. Pero, de momento, no le sale nada. “Soy más feliz cuando tengo 10 canciones en el cajón, pero no las tengo”, se resigna Fito al otro lado del teléfono. Mientras espera de nuevo la llegada de la inspiración, ha estado ocupado con una gira que le ha llevado por teatros de todo el país y que ha acabado de forma triunfal el domingo tras cinco días llenando el Circo Price madrileño. Es la antítesis de esos tours que acostumbra a hacer durante meses cada vez que publica material nuevo.

“No sé, ni sabré nunca, por qué no pudimos tocar en diciembre”, se pregunta Fito refiriéndose a la cancelación de los conciertos que tenían previstos a finales del año pasado en el Palacio Municipal de Congresos. Los eventos del Madrid Arena llevaron al cierre preventivo del recinto y a la suspensión de los espectáculos, para los que no quedaban entradas. “Era un concierto sentado y tranquilo. Y al final, después de la suspensión acabamos convertidos en un folio esperando en un despacho. Lo dimos por perdido”.

Antes cualquier tontería la trabajabas más y ahora no estoy ni dos horas con ella. Es un síntoma de hacerse mayor

Problemas burocráticos a un lado, hacer una gira por teatros siempre ha estado entre sus planes, si bien fue una opción que nunca llegó a materializarse. ”Siempre acabas aparcando las cosas que creen que son maravillosas”, dice. Hay algo de impredecible en la carrera de este bilbaíno, circunstancias que hasta a él le cogen por sorpresa. “Pensaba en la idea de sentir a la gente en teatros, de forma más natural. Fitipaldis nació con esa vocación, pero luego la vida te lía y se te olvida”. Él dice que es un lío de la vida, pero fue mucho más que eso: cansado de Platero y tú, formación que lideraba desde principios de los noventa, fundó su propia banda en 1998 como un divertimento de bar, casi familiar. Años después, despachaban millones de copias por cada lanzamiento.

Reconoce que, por cuestión del éxito, se siente algo forzado a tocar en pabellones y plazas de toros. Él se refiere a estas giras, con decenas de trabajadores involucrados, como giras “de los Stones”. “Bueno, Stones pero con crisis”, recalca. Ahora buscaba algo distinto: menos decibelios (“en un teatro no puedes reventar cabezas”), nuevos aires para sus canciones (“no me gustan las bandas que tocan igual en un teatro que en un pabellón”) y un ambiente mucho más familiar de lo que acostumbra (“se agradece no tocar a la una de la madrugada sin un gin tonic de la mano”).

El cambio de aires, dice, le ha sentado bien y le ha ayudado a ahuyentar los fantasmas surgidos de meses de aridez creativa. “La gira me ha hecho de bálsamo, como una forma de decir ‘no te preocupes’. Aunque en el fondo sea una forma de engañarme a mí mismo”, comenta Fito. Es verdad, sus últimos conciertos llegan sin material nuevo que promocionar. Aunque, seguro que el cantante tiene material empezado con el que volver al tajo, tras la gira, las próximas semanas. “Bueno, he avanzado un poco y ya tengo cinco páginas de cosas que me gustan”.

¿No será que ahora, que tiene 46 años, es más exigente con su trabajo y ya no vale todo? “Lo único que me exijo es que me emocione al componerlo”, responde Fito. “Pero puede ser que cada vez te emociones menos. De lo que escribo, la mayor parte se va a la basura. Antes hacías un riff de guitarra y, no era la hostia, ni el My Sharona de los Knack, pero cualquier tontería la trabajabas más y ahora no estoy ni dos horas con ella. Es un síntoma de hacerse mayor”.

Lleva sin parar desde principios de los noventa, cuando lideraba Platero y tú. Durante esos años eran habituales las canciones sobre todo tipo de desórdenes nocturnos. Años de excesos han apaciguado al bilbaíno, ahora más preocupado porque su público más joven encuentre acomodo en sus directos. ¿Quién lo hubiera dicho hace una década? Fito se ha vuelto más familiar. “Nunca mejor dicho. Las familias aprovechan esta gira, ahora ves a muchos niños, con los que simpatizo mucho”, explica Fito. La imaginería más clásica del rock dice que los camerinos no son los espacios más aconsejables para los menores. Ahora Fito se emociona si un chaval va a verlo después de un concierto. “Me hace especial ilusión ver a un niño disfrazado de Fito, con su boina y sus patillas falsas”. El rock and roll, dice, ha perdido su esencia primitiva, de cuando era esencialmente un arma para los adolescentes. “Tienes que llegar a la gente más joven. Me parece genial que en primera fila haya gente que no sabe si eres portada de la Rolling Stone, si molas o no. Eso es lo bonito. ¡Viva el rock!”.

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