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La música que más recauda no le sonará a usted de nada

Los socios señalados por Reixa en el fraude de los programas televisivos de madrugada amenazan con querellarse

Daniel Verdú
Juan Márquez, al frente de su banda Coz.
Juan Márquez, al frente de su banda Coz.

Juan Márquez fue fundador de Coz y compuso el hit Las chicas son guerreras. Les sonará seguro. Por ese tema, que fue número 1, ganaba hace tres años en derechos de autor unos 2.000 euros. Ahora, haciendo música de fondo para televisión y pequeños videoclips de rock a altas horas de la madrugada (esa no les resultará tan familiar) puede ganar casi un millón y medio al año. El triple de lo que generan los grandes nombres del pop español. Él y otra docena de socios de la SGAE que se dedican a algo parecido (una práctica legal) y tienen ingresos similares serán expedientados, según ha podido saber EL PAÍS, por incurrir en prácticas que la entidad considera “fraudulentas”. Ellos, a su vez, denunciarán a Anton Reixa por atentar contra su honor. Y presionarán con sus votos (se conceden en función de la recaudación) para reprobar su gestión.

Pero hay que ir al origen del conflicto para entender este enredo. La mitad de los ingresos totales de la SGAE (unos 340 millones de euros) proceden del canon que las televisiones pagan anualmente por utilizar su catálogo. Una cifra gigante que llevó hace algún tiempo a las cadenas a crear sus propias editoriales musicales para registrar parte de la música que emiten y generar unos derechos de autor que reducen el impacto económico a final de año. Al calor de esa estructura, según la SGAE, se ha creado una red de autores y socios que proveen de contenido musical a los espacios de madrugada que las cadenas aceptan rellenar con este tipo de programas. A las televisiones les corresponde un 50% de esos derechos que generan. El otro 50%, el que iría al compositor, es de dónde sacan tajada los intermediarios, según la SGAE.

El miércoles, Reixa mandó una carta a los socios de la entidad para denunciar la existencia de esta red de socios. “Es una música que nace muerta y acaba normalmente en esa casi clandestina explotación”, se quejaba la sociedad en su comunicado. Ayer, Márquez dio un paso al frente y respondió con otra carta abierta. “Como mi recaudación de 2012 ha sido [...] espectacular, no puedo por menos que darme por aludido”. “Acepto (con cierta satisfacción, tengo que decir, ya que soy así de presuntuoso) ser, si es que es el caso, uno de esa dirty dozen a los que les ha ido estupendamente en 2012”.

“Tenemos una factoría que produce en serie música para televisión”, explica. Además, es el autor de la música que se emite, por lo que cobra los derechos a través de una concesionaria. Hay que saber que la interpretación en directo se paga más que una música enlatada. De ahí esos pianistas que aparecen en segundo plano y de forma inaudible en algunos programas de tarot. No es exactamente lo que hace Márquez, pero lo defiende. “En mi caso coincide que he trabajado con un excelente teclista que toca a veces detrás de una bruja. Él no tiene la culpa del volumen que la televisión decide dar a su interpretación. Es un profesional con gran reputación que era el director musical de La Voz”.

La música sinfónica se paga mucho más que el pop (algunos de los implicados facturan más que Manuel de Falla). Y un arreglista de un tema de dominio público se queda con el 100% de los derechos por cambiar algunos fragmentos de la obra original. La SGAE denuncia que dentro de este entramado hay registrados niños como arreglistas de partituras de Chopin. “Evidentemente, yo no lo hago, pero quien lo haga está en su perfecto derecho. Y si mañana me proponen que salga tocando un teclado detrás de una bruja, a lo mejor acepto”.

Márquez y los demás implicados se sienten “insultados y perjudicados”. “El nuevo señorín que dirige la SGAE se dedica a llamarnos basura. No noto en su comunicado algo más allá de una presión sobre las televisiones”, critica Márquez por teléfono.

El fundador de Coz explica que un año ha registrado más temas que en toda su vida. La mayoría son videoclips grabados en directo (por los que se recibe una remuneración más alta que por la música enlatada) que luego se fragmentan en minutos y se emiten en diferentes televisiones que necesitan rellenar espacios de madrugada. “Si algo les parece extraño, que lo investiguen. Pero no se puede salir a la opinión pública a insultarnos. A mí ya me han estropeado el negocio. Doy una calidad relativa a un coste razonable. Ahora cualquier televisión pensará que les vendemos basura”, añade antes de insistir en que él y un grupo de socios se querellarán contra Antón Reixa.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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