Se me adelgaza el tiempo
Me llega como un mazazo la noticia de la muerte de Pepe Sancho. No conocía la lucha que llevaba desde hacía tiempo contra el cáncer ni la energía con que, en los últimos años, compartió su trabajo de actor con las sesiones de quimioterapia. Para mí ha sido una muerte inesperada. Lo conocí durante el rodaje de Crematorio, apenas un rato, en el que charlamos de su pasión por la libertad y también –parecía obligado- del cainismo, tan presente en la sociedad valenciana, y que lo enfurecía.
Para mí aún no era Rubén Bertomeu, el protagonista de la novela que yo había escrito. Lo fue luego, a medida que pasado algún tiempo fui viendo los episodios de la serie. Me pareció que se había metido en el papel del personaje y lo defendía con ese vigor tan envidiable que me mostró durante la charla. Su energía, su voz poderosa, su presencia en la pantalla (crecía, se ensanchaba ante la cámara) le dieron credibilidad a la reencarnación en aquellas imágenes que traducían lo que yo había pensado para ser leído. No volví a verlo nunca, pero ya no he dejado de sentirme unido a él: compartíamos a nuestro Bertomeu. Hoy siento que, al marcharse, se lleva algo mío. Se me adelgaza un poco más el tiempo, se me ensancha lo oscuro. Queda el consuelo de que, en la pantalla, el vigoroso Bertomeu de Pepe Sancho sigue cargado de fuerza y de mala uva.
Rafael Chirbes es escritor.