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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ecos de ‘Homeland’

Marcos Ordóñez

Cuando de pequeño contemplaba la tele, muda, en los escaparates de las tiendas, me bastaba ver los rostros de los actores en primer plano, como si quisieran huir de la doble caja de vidrio, para comprender que algo terrible, algo apasionante, había pasado o estaba a punto de pasar. Así me vuelve Homeland,así recuerdo ahora la secuencia del ataque de pánico de Carrie Mathison en la terraza. Sale porque se ahoga, porque quiere escapar de sí misma, porque no puede estar quieta, solo el abismo la detiene, aunque la tentación es muy poderosa: un salto y acabaría todo. Creemos en el pánico, creemos en la tentación, creemos en la absoluta verosimilitud de ese estado. Es una acción física, pero la auténtica acción está en el rostro de la inmensa Claire Danes, en sus ojos aterrados por el retorno de la bestia.

No la había visto desde su adolescencia, desde su Julieta con Romeo DiCaprio. Sé que en 2007 debutó en Broadway, en el Roundabout, como Eliza Doolittle: me encantaría verla en teatro. Tampoco sabía nada del no menos portentoso Damian Lewis, el sargento Nicholas Brody, que parece una versión actual, tortuosa y torturada, de Steve McQueen: los Globos de Oro que acaban de llevarse son pura justicia.

Durante la primera temporada pensé en El caso Thomas Crown, con Faye Dunaway y McQueen amándose y persiguiéndose, solo que ahora él es un marine terrorista y ella una agente bipolar: signos de los tiempos. Carrie y Brody se desean, se aman, se temen y se engañan, y en el fondo de su historia siempre late, como un nervio al rojo, esa profunda desconfianza. No les faltan razones, porque están a ambos lados de la ley y de la creencia. En la segunda temporada he pensado en el cine de espionaje de los setenta, en Pakula, en Pollack, al ver esas escenas en las que todo importa porque los personajes se lo juegan todo a cada momento. Y en las escenas que funcionan porque no se pone el énfasis en lo esperado, en lo repetido. Una de mis favoritas es el breve encuentro, en una cafetería solitaria, entre Mandy Patinkin y Murray Abraham, antiguos compañeros de la Agencia. Pensaba: por favor, que no caiga en la eterna retórica a lo Le Carré de “Ya no sabemos a quién servimos”, y no, la esquiva por completo, el tema de la escena es lo que ambos necesitan, y el viejo respeto mutuo, y, elegantemente apuntado en cuatro frases, el peso del paso del tiempo: podría haberla filmado el Peter Yates de El confidente. ¡Qué sobrio y temible está Murray Abraham, y que hondo, episodio tras episodio, Mandy Patinkin en el papel de su vida! ¡Y qué placer ver cómo crece en la buena dirección Peter Quinn, el hombre de sable encarnado por Rupert Friend, un secundario digno de Breaking bad!

Para muchos, Homeland es una serie de acción, pero al recordarla ahora, muda y sin trama como a través del escaparate infantil, veo un laberinto de interiores de techo bajo, vencido por el peso de tantos secretos y amenazas: la casa casi siempre nocturna de los Brody, el tenebroso sótano de la CIA, las solitarias casas de Carrie y su padre y del abandonado Patinkin. Y el refugio que es una cárcel de cuatro estrellas, y la cabaña a la que se vuelve varias veces, donde los amantes, escrutados por el ojo telescópico de un dios subalterno que come conservas, hablan como si Hemingway hubiera escrito sus diálogos. Hay persecuciones y tiroteos, pero incluso la gran sorpresa del último episodio está a un paso del fuera de campo, y para mí está muy bien que así sea. Si nos ponemos puñeteros podemos decir que hay agujeros en el guion, que lo de Gettysburg cuela poco, que la hija de Brody (Morgan Saylor) pide a gritos una subtrama mejor, y su hermano (Jackson Pace) una trama a secas, pero todo eso me da igual porque yo he seguido estas dos temporadas con el culo perpetuamente al borde del asiento, atado a la constante, ardiente verdad de sus intérpretes, de su relato central, de su puesta en escena. ¿Para cuándo la siguiente?

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