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Rafael Berrio cruza ‘punk’ y ‘chanson’ en su nuevo disco

El músico donostiarra acaba de publicar 'Diarios', en el que mezcla canción de autor y arreglos orquestales

El músico Rafael Berrio, en la librería La buena vida, en Madrid.
El músico Rafael Berrio, en la librería La buena vida, en Madrid. LUIS SEVILLANO

Rafael Berrio es demasiado indie para los cantautores y demasiado cantautor para los indies. Se encuentra en un terreno de nadie, dicen de él que tiene algo de guadianesco, que es un enfant terrible de la canción de autor y un superviviente de los primeros tiempos de la movida donostiarra. Desde la publicación de 1971 en 2011, y del reciente Diarios, parece que ha apostado por quedarse, con una calculada apuesta que conjuga la solemnidad de Leonard Cohen con unos arreglos barrocos deudores de Jacques Brel y de la chanson. Pero él reconoce que lo que le gustaría es componer en la sombra para Mocedades o Julio Iglesias. Rafael Berrio es un artista de difícil acomodo en el panorama actual.

Él mismo reconoce su rareza: “Soy contradictorio, a veces amo la música y a veces la detesto. No sé si me gusta ser músico. Es como la mujer amada, ni contigo ni sin ti”. Rafael Berrio (San Sebastián, 1963) no siempre fue el afrancesado, con cierto aire de maldito y gusto por las orquestaciones grandilocuentes. Rafael Berrio viene del rock’n’roll. Lleva en activo desde finales de los ochenta y, con sus compañeros del grupo de culto Amor a Traición, es uno de los fundadores del llamado Donosti Sound (Le Mans, Family, La Buena Vida). No puede estar hoy en día más alejado de los artistas que le movían entonces, con la Velvet Underground a la cabeza. No obstante, reconoce que sus letras actuales, directas y afiladas, destilan algo de lo que él denomina “punk psicológico”. Cree, incluso, que una canción de Edith Piaf puede ser “más subversiva” que una de Iggy Pop.

Durante años ha sido un artista de culto, aunque en la actualidad, con su nuevo álbum Diarios intenta dar continuidad a una carrera que, hasta él mismo reconoce, ha pecado de irregular. Para componer las letras y la música de este disco se ha forzado a pasar por el tortuoso –pero también fascinante– terreno de la creación. “Por primera vez en muchos años me he dado prisa en sacar otro disco, esta vez de forma más consciente y premeditada. Me propuse no holgazanear y ponerme a escribir más de seguido”, comenta Berrio, que recurre a la ironía para justificar las penalidades por las que pasa el artista que trata de sacar discos con mayor o menor continuidad: “Me di cuenta, con mucha decepción, de que para hacer esto hace falta componer canciones”.

Una vez metido en faena, y con una decena de canciones terminadas bajo el brazo, delegó, de nuevo, en Joserra Senperena, arreglista y colaborador de, entre otros, Mikel Erentxun, Diego Vasallo o La Buena Vida. Ahora prepara la puesta en escena de sus canciones en directo, acompañado por un trío poco ortodoxo formado por fagot, trompa y contrabajo. Pero pasar por todo este proceso, desde el inicio, le sigue pareciendo una tarea casi dolorosa.

“El primer verso te es dado, es un regalo, pero el resto son una condena”, explica, con cierta resignación, el cantautor. “Tienes que estar con ellos todo el día, muchos días. Prefiero hacer otras cosas, como salir por la noche. Pero es cierto que hay momentos de gran gozo, como cuando te viene una primera frase iluminadora y tratas de tirar de ella, desde todos los ángulos posibles”.

Y cuando lo hace, no lo hace por imperiosa necesidad, ni para purgarse ni como ejercicio catárquico. Lo hace, simple y llanamente, para alimentar su obra. Una obra que, poco a poco, va creciendo cuando entra en una segunda juventud. “No necesito componer. Puedo estar meses y meses sin tocar la guitarra”, recalca Berrio, esforzado en desmitificar todos los tópicos que circulan al músico profesional. “Tienes que salir en televisión, en la radio, tocar en directo, que es muy estresante y perturbador. Si sé que tengo que tocar un viernes lo paso mal durante toda la semana”, afirma el donostiarra. La solución, aunque algo utópica, sería para él dedicarse a componer para otros cantantes de música ligera, como se hacía hace décadas. “Así te evitas la promoción, el directo, la exposición… Cosas que me dan muchísima pereza”.

Aunque su disco lo distribuye la multinacional Warner tampoco espera Rafael Berrio grandes milagros. Sabe que su obra es reconocida solo en círculos minoritarios y se muestra orgulloso de recibir a su público y a la prensa en librerías y centros de arte. “Me gusta estar en esa liga cultural selecta”, dice entre risas. “Si uno es maldito, seámoslo elegantemente”.

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