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La serie ‘Revenge’, heredera sorpresa de los clásicos ‘Dinastía’ y ‘Dallas’

Vista por 8,5 millones de espectadores en EE UU, llega a Fox y Divinity la segunda temporada de la ficción

Los protagonistas de la serie, en una imagen promocional
Los protagonistas de la serie, en una imagen promocional

En el set de Revenge todo es falsedad y maldad. Falsas son las escaleras de mármol de la mansión de los Grayson, sus opulentas librerías de madera pintada o las vistas al mar recreadas en ese telón en el que acaba la casa construida en los estudios de Manhattan Beach (California, EE UU) y donde se rueda esta heredera de los años dorados de Dinastía o Dallas. La maldad de Revenge también se siente a flor de piel porque ¿qué otra razón tendría su protagonista Emily VanCamp, la vengativa Amanda Clarke, para no dar la mano? “Me temo que me lo impide el catarro que tengo”, confiesa la actriz de 26 años, quien contra todo pronóstico y junto a Madeleine Stowe (la otra mala de Revenge) ha llevado esta serie a un éxito de 8,5 millones de telespectadores en EE UU y a una esperada segunda temporada que en España comienza su emisión hoy en Fox y el jueves en Divinity.

Ambas actrices, lo mismo que el creador de Revenge, Mike Kelley, coinciden en las razones del éxito obtenido. “Apelan al lado más oscuro que hay en todos y que nos permiten vivir en esta fantasía las venganzas que querríamos tomarnos”, exagera el también productor ejecutivo y escritor, cuyo deseo nunca fue hacer algo original sino recrear esa televisión con la que se crió de niño cuando disfrutaba de los culebrones de los dorados años ochenta.

Jennifer Jason Leigh se incorpora como la madre de la protagonista

De ahí que al mejor estilo de Dinastía la primera temporada de Revenge acabó con un accidente de avión (“no puede haber culebrón sin accidente aéreo”, recuerda el guionista) y la aparición de alguien que se daba por muerta como es la madre de Amanda, un papel que interpreta Jennifer Jason Leigh. “Fue una grata sorpresa porque Jennifer es divina y tenemos una técnica de interpretación similar”, confiesa Stowe que a juzgar por sus palabras y por los muchos fragmentos de la vida de su personaje que hay por el set está claro que se niega a morir en ese accidente aéreo.

Habla de una diferencia generacional con VanCamp e incluso de una diferente tradición artística: Stowe, al igual que Leigh, se encuentran entre los últimos fichajes del cine para la televisión, medio en el que Emily se crió con series como Evergreen o Brothers & Sisters. Porque lo que es en sus papeles en Revenge, los personajes de ambas actrices cada vez son más similares. “Ser mala es lo más maravilloso del mundo. Ser alguien tan odioso que tiene detalles encantadores”, afirma Stowe de su álter ego Victoria Grayson, una de las muchas dianas de la venganza de Amanda cuando regresa al lujo de los Hamptons haciéndose pasar por la inocente Emily Thorne, para ajustarles las cuentas a quienes causaron, directa o indirectamente, la muerte de su padre.

Victoria también tiene problemas con sus progenitores, como justifica Stowe a su personaje culpando de su maldad a su madre, papel que esta temporada interpreta Adrienne Barbeau después de que los intentos de contratar a Sophia Loren o Joan Collins se fueran al traste. “Al final Emily y yo no somos más que las dos caras de la misma moneda”, asegura la actriz. VanCamp también defiende a su vengativo personaje comparándose con los mejores. “Soy una fanática de Dexter y sinceramente veo grandes similitudes entre ambos porque los dos han vivido experiencias traumáticas e intentan hacer el bien a su retorcido estilo”, señala entre estornudos.

La mayor diferencia con Dexter es el tono de la serie, en el caso de Revenge abiertamente melodramático y llena de suplantaciones imposibles, zancadillas, chantajes, cambios de alianzas que ni Survivor, y alguna muerte que otra que la convierten en un delicioso placer vergonzante donde al espectador sólo se le pide que disfrute. No hay más moralina en la trama, nada que pensar. Como dice Kelley, Revenge alimenta el gran apetito que existe ahora entre el público por los dramas serializados. “El equilibrio es difícil de encontrar pero prefiero pecar de dramatismo porque no quiero que nadie se olvide que esto es televisión. Pura evasión y entretenimiento. Básicamente lo que haría Shakespeare si viviera en la actualidad porque a él también le gustaba entretener a su público”, resume Kelley de su extraña adaptación de clásicos del melodrama como Hamlet o El conde de Montecristo mientras disfruta de su lugar preferido en el set, este jardín falso que rodea la mansión de los Grayson.

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