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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Agostados

David Trueba

España se toma agosto con la incertidumbre de primeros de año. En el verano, que es la estación donde uno sueña en desvirgarse con la prima, hoy si alguien menciona la prima de riesgo nadie imagina unas piernas bonitas. Aunque El Roto lleva años publicando viñetas de humor desasosegante, ahora tenemos la sensación de habernos mudado a vivir en ellas. Cada época elige a su retratista y no al revés. El descreimiento en los políticos al mando crece cada día por su incapacidad para transmitir designio propio, resistencia e imaginación. La fatalidad cotiza en Bolsa, convertido en un mercado que analiza valores abstractos como la confianza, la fe, el futuro, pero que los convierte a su favor en materia bien concreta: dinero.

Puede que las restricciones y las reformas sean imprescindibles, pero si el precio es que las familias humildes no puedan enviar a sus hijos a la universidad porque han aumentado las tasas y desaparecido las ayudas, si el trabajo se ha convertido en un privilegio frente al desempleo masivo, la dirección no solo es equivocada sino siniestra. Hay dos soluciones que se han demostrado fallidas. La primera es que la gente del dinero sabría resolver los problemas del dinero. La segunda es que los técnicos conocen una verdad superior a los políticos. Ni una ni otra son ciertas. Los técnicos nos han arrastrado a esta avería, porque la tecnocracia inventó una explicación intelectual a esta masacre económica. Y la política es más imprescindible que nunca, porque los nostálgicos y los soñadores de vanas utopías sin memoria para conocer los estragos que causaron, tratan de vender su crecepelo a favor de la corriente.

Más que nunca son imprescindibles los artistas del escapismo, que inventaron un país imaginario, donde siempre era verano y ellos niños, aunque padecieran duros inviernos y murieran de viejos. De Hrabal a Pagnol o Vinicius de Moraes pasando por Sacha Guitry, del que Periférica acaba de reeditar su ficción iniciática Memorias de un tramposo, en la que reclamaba imponer despiadados impuestos a las personas que no gastan sus ingresos. Consideraba tan criminal un cheque sin fondos como fondos sin cheques. Gastemos la vida frente al pánico interesado. Que lo que tenga que pasar nos atrape con este agosto disfrutado.

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