Las ermitas de Sagunto dan cobijo al arte contemporáneo

Mezcla el encanto del centro histórico de Sagunto, el misterio de la noche, el poder evocador de las ermitas y la fuerza rompedora del arte contemporáneo. El resultado es Peregrinatio, un proyecto de arte público efímero que hasta el 9 de septiembre convertirá los paseos nocturnos por las calles antiguas de la ciudad valenciana en una experiencia inédita. Fernando Castro Flórez y Tomás Ruiz, comisarios de la iniciativa creada en 2006, vuelven con una selección de artistas emergentes, cuyos nombres suenan cada vez con más fuerza en las quinielas de los jóvenes españoles con más proyección internacional.

En este caso el reto consistía en intervenir espacios místicos y recogidos como son las ermitas, que por su propia naturaleza se abren solo dos veces al año, mientras que los demás días los fieles rezan a los santos detrás de unas rendijas. Suelen estar en los caminos campestres, fuera de las rutas urbanas, de modo que la presencia de siete ermitas y un calvario en el casco antiguo saguntino es ya de por sí un hecho insólito.

Mientras vemos cómo el sistema capitalista se desmorona bajo las ineficaces miradas de los amos del mundo, un grupo de siete jóvenes creadores ha aceptado medirse con la espiritualidad y la materialidad de estos tiempos confusos. A partir del sacrificio, una palabra clave que engloba los dos conceptos y que todos repiten como un mantra, han intervenido estos sugerentes lugares de culto, a menudo envueltos en leyendas, sin ningún tipo de restricción, excluyendo el lógico respeto al lugar.

La obra más llamativa, que de cierta forma extiende su luz física y conceptual sobre las demás, es Socorro, de Avelino Sala, uno de los artistas más conocidos de la selección, que ha colocado el grito mudo del título de su pieza, hecho con luz de neón azul-violeta, en el exterior de la ermita de San Cristóbal, patrono de los viajeros y de todos los desplazados por guerras, carestías y desempleo. Interviene en el exterior también Rocío Villalonga, que ha diseminado el camino al Calvario de jofainas, "símbolo de la ayuda, el alivio y el descanso consustancial al viaje, a cualquier tipo de viaje", asegura la artista.

En cambio, Almudena Lobera ha franqueado la puerta de la ermita de San Blas para instalar un laboratorio de revelado fotográfico analógico, un guiño a "los fotógrafos de lo oculto" del siglo XVIII, considerados auténticos mesías capaces de mostrar lo invisible y congelar la realidad, a través de sus máquinas milagrosas. El madrileño Mateo Maté se ha convertido en comisario de Vía Crucis, una curiosa exposición en la ermita de los Dolores, en la que los 14 artistas invitados no muestran sus obras, sino la parte trasera, los bastidores, siempre en forma de cruz. "Irónicamente hablando detrás del cuadro más revolucionario siempre hay una cruz. Incluso en los desnudos considerados tradicionalmente irreverentes, empezando por La maja de Goya, en el reverso tienen escondida una cruz", indica Maté.

También hay dos extranjeros, la colombiana Natalia Granada y el griego Filippos Stitsopoulus. Ella ha creado la escultura de un san Miguel Arcángel mujer, que triunfa blandiendo su espada sobre Lucifer en la ermita de la Sangre. Él exhibe inquietantes fotografías y vídeos de performances realizadas previamente con este propósito, en la ermita de San Roque. Cierran el recorrido las imágenes del fotógrafo y poeta gallego Manuel Vilariño, en la ermita del Bon Succés, que reflexionan sobre la vida, los ciclos biológicos y el sentido del tiempo. Para mantener la unidad estilística del proyecto el catálogo, que sale a posteriori para poder incluir las imágenes de las obras, todas inéditas, ha sido realizado en una cuidada edición con papel biblia, casi una obra de arte.