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CRÍTICA: 'LOS VENGADORES'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La superprofusión

Sin poesía, locura, ni mirada personal, Whedon se sirve de una estructura impecable Dosifica los clímax de acción, el ingenio y el guiño cómplice

Fotograma de 'Los vengadores'.
Fotograma de 'Los vengadores'.

“De la era del vacío, hemos pasado a la era de la saturación, de la demasía, de lo superlativo en todo”, escribían Gilles Lipovetsky y Jean Serroy al comienzo del capítulo dedicado a la Imagen Exceso de su ensayo Pantalla global. Los blockbusters desbordados de los últimos años se levantan sobre la imagen-profusión, una de las líneas rectoras de esa poética barroca: la reciente Transformers 3 (2011) de Michael Bay podría interpretarse como su última palabra, un espectáculo capaz de forzar hasta el agotamiento la lujuria de sensaciones del espectador más insaciable. Sobre el papel, Los Vengadores —un blockbuster de blockbusters— corría el peligro de subir la apuesta hasta el colapso, de hacer con las películas de superhéroes lo que El mundo está loco, loco, loco (1963) de Stanley Kramer hizo con la comedia coral: aplastarla por puro exceso de equipaje. La película de Joss Whedon logra, así, algo heroico: ser lo que, en el fondo, los incondicionales deseaban que fuera sin auto-destruirse en el intento.

LOS VENGADORES

Dirección: Joss Whedon.

Intérpretes: Robert Downey, jr. Samuel L. Jackson, Scarlett Johansson, Chris Evans, Chris Hemsworth, Jeremy Renner, Mark Ruffalo.

Género: ciencia-ficción. Estados Unidos, 2012.

Duración: 143 minutos.

En Los Vengadores no hay poesía, locura, ni mirada personal, pero Whedon ha armado el tebeo Marvel definitivo para multisalas, sirviéndose de una estructura impecable que dosifica —y equilibra— los clímax de acción y de unos diálogos pasados por la esmeriladora del ingenio y el guiño cómplice. La película alcanza su techo en un asombroso plano secuencia —o, más bien, su simulacro digital— que funciona como la más hiperbólica página desplegable de un comic-book imposible: una pirueta formal que saca pecho relacionando a los personajes principales en plena acción histérica. Quienes temían por la disneyización de la franquicia pueden descansar tranquilos: esto es Marvel puro —que, por cierto, nunca fue necesariamente adulto—. Lo mismo de siempre, mejor que nunca.

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