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CRÍTICA: 'ALPS'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Problemas de tipo griego

El griego Yorgos Lanthimos encontró su trampolín para el reconocimiento internacional en su segundo largometraje, Canino (2009), una comedia esquinada, negrísima, cuya imaginería encontraba un perturbador equilibrio entre las asepsias envenenadas de Michael Haneke y la desbordada crueldad de los Family Portraits (2003) de Douglas Buck. En lo que contaba Canino uno podía reconocer ecos de esa escalofriante parcela de la crónica negra que presidió el llamado monstruo de Amstetten, pero, también, la metáfora doméstica sobre un país —Grecia— que acababa de ser consciente de que el poder, mediante argucias y ocultamientos del lenguaje, había estado protegiendo a la población de algo terrible: el cabal conocimiento de la magnitud de su tragedia. Una tragedia que era, en principio, económica, pero cuyos efectos de importancia eran otros: morales, espirituales, existenciales…

'Alps'

Dirección: Giorgos Lanthimos. Intérpretes: Aris Servetalis, Johnny Vekris, Aggeliki Pappoulia, Ariane Labed, Stavros Psyllakis.

Género: Drama. Grecia, 2011.

Duración: 93 minutos.

Este crítico no ha tenido oportunidad de ver la ópera prima de Lanthimos —Kinetta (2005)—, pero la información que circula sobre ella sugiere que, con toda probabilidad, el cineasta se ha leído con lupa tanto La exhibición de atrocidades como Crash, los dos libros de J. G. Ballard que detectaron cuáles eran los huevos de esa serpiente de malestar que ha crecido hasta quitarnos el aire a todos. Alps, tercer largometraje de Lanthimos, fue recibido a su paso por el circuito de festivales como una reiterativa repetición de la jugada de Canino, pero, en realidad, es una sofisticación del método, su depuración en busca de una mayor hondura: Alps amplía el campo de batalla, conquista una sutileza expresiva capaz de desestabilizar al espectador sin recurrir a la provocación directa, ni al golpe de efecto estomagante… Alps es, definitivamente, la obra de un poeta, pero, sobre todo, la obra de un griego; es decir, de alguien que, ahora mismo, posee la perfecta posición estratégica para contemplar la caída del sistema (no sólo económico: moral, espiritual, existencial…).

En la extraña empresa de servicios que montan los protagonistas de Alps —y que ofrece teatralizar la presencia de familiares muertos—, Lanthimos encuentra el pretexto perfecto para diagnosticar la patología de un presente de coreografías mortuorias, marcado por la prostitución de lo trivial, la rotura de la identidad, el simulacro deficiente y la mecanización de todo acto comunicativo.

No es una película críptica, sino un discurso abierto escrito en una ortografía visual deliberadamente fracturada, de encuadres disfuncionales y figuras descolocadas. Una lectura posible: Alps podría mostrar un posible paisaje después de la batalla por Eurovegas, por ejemplo.

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