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Tentaciones
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Monedero, cámara, acción

Florece el cine de autor español de presupuesto ínfimo Veteranos guerrilleros hastiados de batallar contra diversos intermediarios y nuevas voces que se han fogueado en el audiovisual difundido por internet Es el caso del éxito de 'Diamond Flash' o proyectos como 'Los Pioneros del Siglo XXI', el estreno en internet de 'El señor' y en salas de 'Extraterrestre'

Cada vez que alguien cita por enésima vez aquella frase de Jean-Luc Godard (“Lo único que se necesita para hacer una película es una mujer y una pistola”) probablemente no muere un gatito, pero muchos directores sí pierden algo de pelo, envían cariñosos recuerdos a todo el santoral y echan mano del pastillero de ansiolíticos. Porque un largometraje exige mucho más, como el director franco suizo demostraría con la firma de cheques en los créditos de una de sus películas: Tout Va Bien.

En España, la broma podría resultar especialmente macabra: son tantos los organismos que deben apoyar una película y tantos los logotipos que deben aparecer en la gran pantalla, que cuando arranca la acción a nadie le quedan ya palomitas. Todo esto se ha recrudecido, evidentemente, con la crisis: instalaciones como la Ciutat de la Llum están (lamentablemente) tan frecuentadas como el aeropuerto de Castellón, las producciones han caído tan en picado que diversos realizadores con dos películas de éxito a sus espaldas se ven obligados a esperar sin fecha a la vista, las voces influyentes de la Academia se enzarzan en discusiones (“No dudamos de que internet formará parte esencial de nuestro futuro, pero ese futuro todavía no ha llegado”) y decir que una película española es barata es, en el 90% de los casos, un pleonasmo que no se lo salta un galgo.

Sin embargo, en ese erial crecen bien las apuestas arriesgadas que, ni siquiera en época de bonanza y etilismo financiador, habrían tenido fácil acceder a un estreno comercial. La idea punk de “Aquí tienes un acorde, aquí otros dos, ahora forma tu propia banda” se traduce en el nuevo cine low cost, pero de gran ambición, como “Revienta el cerdito, mete lo que puedas en el monedero, hazte con una cámara y pasa a la acción”. En esa liga juegan veteranos guerrilleros hastiados de batallar contra diversos intermediarios y nuevas voces que se han fogueado en el audiovisual difundido por internet y que no tienen ganas de despachar concesiones. El entorno del Notodofilmfest, los círculos del post-humor patrio, el laboratorio audiovisual de series y falsos programas de la red y los creadores al margen de todo apuestan por esa idea que explicaba Buñuel: en la escena llueve torrencialmente, pero si hoy hace sol: en la escena hace un día estupendo.

“El hecho de que no haya un guión preestablecido, el hecho de no tener que interpretar nada más allá de lo que me dé por hacer es muy agradecido” (Miguel Noguera)

Diamond Flash, de Carlos Vermut, es uno de los ejemplos que más han brillado en los últimos meses. Pero hay otros proyectos inspirados en la creación libérrima, lúcida y buscavidas de éxitos artísticos como Dispongo de barcos (Juan Cavestany, 2010) o El taxista ful (Jo Sol, 2005; la actuación del no actor Pepe Rovira supera en muchos momentos con creces a la de Ryan Gosling en Drive), o, más recientemente, El Señor, también de Cavestany, que se puede ver en la red a cambio de tres euros.

Los Pioneros del siglo XXI, responsables de éxitos en internet como el espacio de antientrevistas sádicas Go, Ibiza, Go!, ultiman ahora una especie de falso documental sobre el mundo Erasmus, y la película HD Hard Definition, cuyos responsables no quieren todavía desvelar su nombre, también está en el horno. Es el triunfo de la voluntad, por encima del triunfo de pedir la voluntad. Quizás estas películas acaben con los que salen de las salas loando “la buena fotografía” y sin reparar en el guión, pero ante un cine que ha perdido 40 millones de entradas en siete años, un cine que mucha gente ve en un screener donde se oyen carraspeos, crepitar de kikos y pipas y bolsas de patatas que explotan, estas obras económicamente humildes pero con gran ambición autoral podrían ser una solución.

El largo es el nuevo corto

La suerte del cortometraje se podría analizar, quizá exagerando un poco, en paralelo a la bonanza de los escultores de provincias que pusieron su arte durante años al servicio de las glorietas españolas. Hace unas temporadas se podía sobrevivir en un circuito de cortometrajes con premios francamente apetitosos. “Existe una tendencia cada vez más creciente en la industria del cine español a hacer un hueco a pelis pequeñas. Me comentaba alguien en el último Sitges que las producciones pequeñas, muy pequeñas, de entre 20.000 y 50.000 euros van a ser una realidad a tener en cuenta dada la situación actual”, apunta Padial, de Los Pioneros del Siglo XXI y autor también del libro de relatos Dinero gratis (Libros del Silencio). Su filme, que graban ahora con cameos de caras recurrentes en este entorno como las de Miguel Noguera, Didac Alcaraz o Guillem Martínez, es “una comedia de aspecto documental con el tema de los Erasmus de fondo. Barcelona es el primer destino de acogida para los estudiantes de Erasmus. ¿Por qué? El tono deriva progresivamente hacia lo extraño y se convierte en una reflexión sobre el documental en sí”. Violentamente influidos por el cine digital y sin diques de Inland Empire o por Reflections of Evil, “producida por Damon Packard con la herencia de un familiar”, Padial y los suyos ven una salida obligada pero también suculenta en esta forma de hacer cine: “Llevamos dos años y medio hablando con productores que nos exigen que ideemos un proyecto de al menos 250.000 euros, con interminables reuniones y reescrituras absurdas”. El punto de vista y la visión de un espectador inteligente (o al menos no lelo) son dos buenas premisas: no escriben guiones, sino que diseñan escenas a partir de las cuales los actores, como en Curb Your Enthusiasm, de Larry David, pueden improvisar. De hecho, Miguel Noguera, cómico extremo, autor de Ultraviolencia (Blackie Books) y actor en dos películas de esta órbita: Diamond Flash y Extraterrestre (esta última con más presupuesto, pero firmada por un creador con intenciones similares), opina: “El hecho de que no haya un guión preestablecido, el hecho de no tener que interpretar nada más allá de lo que me dé por hacer es muy agradecido”.

El director cómico Borja Cobeaga, que estrenó comercialmente con éxito y aplauso Pagafantas y No controles, empatiza con todo este nuevo circuito, pero matiza algunos puntos: “El análisis del largo como nuevo corto me parece acertado, aunque no sé si serán una tarjeta de presentación ya que si un largo de estos gusta, como mucho podrá conducir a hacer un largo en las mismas condiciones”. Aun así, matiza: “No me cabe duda de que una película de estas será un éxito apabullante en España en breve e impondrá una moda. Podría decir que Extraterrestre, de Nacho Vigalondo [que precisamente se estrena este viernes], es un poco el ejemplo, pero cuando se hizo era una película baratísima y ahora es una película barata sin más, ya que la situación se ha recrudecido”. “Supongo que alguna saltará a las salas comerciales pero serán casos muy concretos. Precisamente al estar hechas con mucha libertad y con poco riesgo económico son historias muy personales y muchos podrían decir directamente que son raritas. No están en deuda con nadie ni con nada. Supongo que habrá proyectos de este tamaño que aspiren a un estreno comercial convencional, de igual manera que las series por internet aspiran casi todas a convertirse en series emitidas en televisión. Pero me parece más lógico que sean objeto de presentaciones en festivales, proyecciones puntuales o visionadas por descarga en internet, como El señor de Juan cavestany”.

El diamante que ya ha brillado

Cobeaga explica a veces una desternillante anécdota sobre un casting que se vio obligado a hacer en un cibercafé. Esa es precisamente la opción a la que se vio conducido Carlos Vermut. Después de cobrar los derechos de merchandising de los personajes de Jelly Jamm para Cartoon Network decidió que no quería invertirlo en una pulsera de barra libre en Punta Cana, sino en una película tan ultrapersonal como Diamond Flash. Con la libertad del primer Gonzalo Suárez de Ditirambo, con guiños a El extraño viaje y al lenguaje de la viñeta (también es historietista) filmó con un dispositivo de vídeo de una cámara una de las películas más sobrecogedoras y libres del cine español.

Después de pasar por los festivales de Sitges y Albacete, Cameo la editará en DVD como ya ha hecho con otras obras de este entorno. Remotas quedan las anécdotas de rodajes megalómanos recogidos en libros como Este rodaje es la guerra o Moteros tranquilos, toros salvajes (del guión arco-iris de Lo que el viento se llevó, a los diversos desastres con Apocalipse Now o Popeye). Aquí todo se maneja a otro nivel. Sería la comparación entre un disco autoeditado pero con un público fiel y el fiasco que grabaron en las Barbados los Happy Mondays. La falta de dinero se cobra con la libertad artística. Santiago Lorenzo, ahora novelista pero también director de las aplaudidas y de culto Mamá es boba y Un buen día lo tiene cualquiera, abandonó el cine precisamente por las peregrinas imposiciones de algunos productores y demás agentes del cine. Otros deciden tomar otras opciones.

Sobrevolada por el tono superheroico pero costumbrista y lírico, Diamond Flash, relato-puzzle sobre el miedo, la angustia y el juego de poleas de intereses a raíz del secuestro de una niña, se ha convertido en un obejeto a perseguir en los estrenos que programa Vermut. Por su aquilatado guión, pero también por las brillantes actuaciones de un reparto reclutado con pruebas hechas por internet tras rastrear listas de asociaciones de actores. La película de Vermut marca un precedente más en el territorio del cine de bajo presupuesto, pero, ¿hacia dónde llevará esta tendencia? “No lo sé aún, pero creo que la falta de una estrategia es lo que hace posible que existan películas así, nacidas más desde el corazón que desde la razón”, apunta el director, “No quiero demonizar la figura del inversor ni la del productor porque creo que son completamente necesarias, pero para un proyecto de estas características lo mejor es trabajar con la mayor libertad. Con más dinero habría salido de otro modo, pero no sabría decirte si mejor o peor. Si hubiésemos contado con más medios a nivel técnico, hubiésemos necesitado más dinero, más dinero significa más inversores, más inversores significan más opiniones”.

Vermut bebe de las mismas fuentes de inspiración que la mayoría de los que apuestan por este nuevo y brillante cine low cost: “Películas como El Mariachi, Clerks o Primer son influencias comunes cuando hablamos de cine independiente, pero son películas que han acabado siendo lejanas a uno mismo porque suponen excepciones, por la distancia cultural y porque su relación con la distribución actual es distinta. Películas como Dispongo de barcos o los vídeos de Venga Monjas fueron las que me animaron de alguna manera a ver posible la realización de una película independiente en España”. ¿Éxitos como estos podrían servir de coartada para no avalar producciones de cineastas más consolidados y seguidos en salas habituales como los propios Vigalondo o Cobeaga? “Desde luego espero que no. Películas así han existido siempre. Unas veces los directores se han adaptado a la industria aun manteniendo su estilo, como es el caso de Almodóvar, y otras veces se han mantenido al margen, pero no creo que este tipo de cine pueda ser utilizado como arma de negociación, porque, al menos en mi caso y con Diamond Flash en concreto, no se hace con la pretensión de llegar a las multisalas”.

En el gag Regreso al futuro IV, emitido dentro de Muchachada Nuí, Vigalondo planteaba a un McFly que se ponía hasta las trancas de solisombras esperando el futuro que él había visto y que a todos nos habían prometido. Luego, en pleno musical, cantaba: “El futuro parece una peli barata, el futuro parece cine español”. Ahora esa tonada se puede tomar como una promesa feliz.

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