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Los secretos de la cocina de Adele

Las claves del primer gran fenómeno musical de la década

Diego A. Manrique
La cantante Adele en la pasada edición de los premios Grammy.
La cantante Adele en la pasada edición de los premios Grammy.Mark J. Terrill (AP)

Justo cuando Adele celebraba el punto álgido de su carrera, con ese reconocimiento de la industria que supone el pleno de sus seis premios Grammy, llegó el susto. Adele Adkins (Londres, 1988) anunciaba en el Vogue estadounidense que interrumpía sus actividades durante los próximos cuatro o cinco años, para disfrutar de una nueva residencia y profundizar en la relación con su novio, el empresario Simon Konecki.

Fue una falsa alarma. Inmediatamente, Adele ha recurrido a su blog para minimizar esas declaraciones: “¿Cinco años? ¡Más bien, cinco días!”. Un comentario coloquial, remacha su portavoz en el Reino Unido. Lo mismo en XL, su discográfica, donde no se registra ninguna consternación. Recuerdan allí que sus discos, 19 y 21, responden a traumas amorosos. “Tiene veintitrés años ¿quién sabe lo que puede ocurrir en su vida durante los próximos tiempos? Además, ya suspendió conciertos para atender asuntos personales, no es nada nuevo”. Con buen humor, especulan que ese retiro podría generar discos plácidos, como los de Bob Dylan tras el accidente de moto y su retiro en Woodstock: “Sería interesante escuchar el equivalente en Adele de Nashville skyline o New morning”.

Otros que se retiraron

Ya en serio, añaden que alarmante es el solista que no hace grandes aspavientos y se retira por desencantos personales. Ocurrió con John Lennon en la segunda mitad de los 70, y con Leonard Cohen en los 90. Peor aún cuando hay una ruptura con el negocio musical, caso de John Fogerty: se ausentó entre 1975 y 1985, indignado por el escaso dinero que recibía por los éxitos de Creedence Clearwater Revival.

Disculpen por mencionar esos nombres clásicos pero no podemos olvidar que Adele es old school. El sello XL, parte del grupo Beggars Banquet, se tomó su tiempo antes de presentarla al mundo: sus canciones fueron estilizadas por colaboradores, compositores expertos como Paul Epworth, Dan Wilson, Ryan Tedder o Francis White. Como ella no da el tipo de diva despampanante, apenas se hicieron videos. Tampoco se intentó meterla con calzador: en vez de actuaciones en festivales, ante masas heterogéneas, prefirió dar conciertos bajo techo, donde la comunicación es más minoritaria pero más segura. Así demostraba lo que aprendió en la BRIT School for Performing Arts & Technology, la academia Fame de la industria musical británica.

Un fenómeno orgánico

Lo suyo fue un fenómeno de boca a oreja. Eso explica que en España nunca haya ocupado el número uno en las listas de Promusicae. Lleva meses rondando pero se queda en el dos, siempre desbancada por algún disco con fuerte impulso de mercadotecnia. La pasada semana, se colocaba en lo alto Old ideas, con 4.500 ejemplares despachados. Adele vendía aproximadamente 3.000, la misma cantidad que esta semana, cuando el músculo corporativo de Sony ha situado en la cima al Titanic de Serrat y Sabina.

Las cifras en España son apabullantes, viniendo de una indie, en un periodo catastrófico para los soportes físicos y en un país donde no despega la venta digital. 19 anda por los 20.000 ejemplares mientras que 21 se sitúa en las 135.000 copias. Lo más reciente, el combo (CD + DVD) Live at the Royal Albert Hall, ya está en 20.000. “Si hubiera ocurrido hace una década, tendríamos que añadir un cero a la derecha de cada una de esas cifras”. Según Everlasting, su distribuidora local, la reticencia inicial de algunos medios ha resultado hasta beneficiosa: “Nos pisaban las multinacionales, que tienen mayor acceso al circuito masivo, pero eso hizo que el público inicial lo considerara como un descubrimiento propio. Ahora, felizmente, todos pinchan a Adele y las ventas se han disparado".

Credibilidad y Microcirugía

Hemos llegado aquí a intangibles como la credibilidad. En España, venir respaldada por una indie puede ser una rémora; no tienen la capacidad de inversión de las multis. En el mundo anglosajón, sin embargo, puntúa el compartir hogar con Bon Iver, Vampire Weekend o The Horrors. Cierto que, con veinte millones de álbumes comprados en todo el mundo, Adele ya es una artista mainstream (y lo será más, con el repunte de ventas que suponen los Grammy).

Resulta natural, reconocen en su compañía: finalmente, Adele es más pop que soul, más cantante universal que cantautora de culto. Ahora se trata de mantener la cabeza fría. Parece que ella y su managerlo tienen claro: la vida antes que la carrera. Recuerden el sobresalto por las hemorragias en sus cuerdas vocales; debió someterse a microcirugía. XL tampoco ha perdido los papeles: “seguimos trabajando con el objetivo de que nuestros discos alcancen los seis dígitos. No vamos a enloquecer subiendo costes o metiéndonos en inversiones arriesgadas. Eso es lo que hacen las grandes, con errores como obligar a sus superestrellas a sacar nuevo producto. Preferimos esperar a que Adele siga madurando. Sin prisas.”

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