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DIA DEL AGUA

Un mar (menos) protegido

Solo el 0,5% de las aguas jurisdiccionales españolas goza de protección El ministerio de medio ambiente prevé aumentar hasta el 10% esta área amparada para 2020 La pesca ilegal, la sobreexplotación de las costas y los vertidos siguen amenazando estas y otras zonas marinas

Playa de La zurriola, en San Sebastián.
Playa de La zurriola, en San Sebastián.javier etxezarreta

Las aguas jurisdiccionales españolas ocupan 1.113.924 kilómetros cuadrados (con matices, porque hay algunas en disputa) y acogen a cerca de 900 hábitats, de las más someras a las más profundas. Hoy por hoy, solo un 0,5% de su superficie total se encuentra protegida, la mayoría localizada en áreas de costa, aunque el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama) anuncia que, en breve, pasará a gestionar casi cien áreas marinas con diferentes categorías de protección, y que ese 0,5% de mar amparado subirá hasta el 8%, alcanzando el 10% para 2020 (que es el objetivo global establecido en el Convenio de Diversidad Biológica). Una buena noticia, según coinciden las asociaciones que trabajan por su conservación, aunque lejos aún del 20% o 30% que, según los científicos, sería la cifra óptima para garantizar el futuro de la enorme biodiversidad submarina.

La crisis ha rebajado los niveles de vigilancia

A quien siga viendo el problema de las agresiones al medio marino como algo muy lejano, que no le incumbe, conviene recordarle que sin agua salada no habría agua dulce. Directamente, no habría vida. Por aterrizar aún más en los perjuicios, un mar enfermo, contaminado, dificulta el acceso al agua potable en aquellos territorios que dependen de la desalinización. Eso lo saben muy bien en Canarias, donde prácticamente el 100% de la población consume agua desalada. “Un fondo marino en buen estado facilita el proceso, lo hace más sencillo; si no, también podríamos hacerlo, pero a un coste mayor”, incide José Juan González Salmah, director comercial de Canaragua, del grupo Agbar, que garantiza el suministro en 35 municipios del archipiélago.

Fondos reservados

Lo que no se conoce no se valora; lo que no se valora, ¿para qué preservarlo? El gran mérito de Indemares, un ambicioso proyecto LIFE cofinanciado por la Unión Europea, radica en haber sido capaz de “levantar la investigación científica” en zonas de alta mar, alejadas de la costa, las que menos presión reciben, al menos en teoría, y, por tanto, “las más olvidadas y desprotegidas”, según las define Óscar Esparza, experto en áreas marinas protegidas de WWF. Oceana, por su parte, habla de “asignatura pendiente”. La iniciativa Indemares, coordinada por la Fundación Biodiversidad y con 10 socios implicados, entre ONG (como WWF u Oceana) y centros de investigación como el Instituto Español de Oceanografía (IEO), identificó las zonas más singulares y representativas, auténticos paraísos subacuáticos, con su flora, su fauna, sus comunidades, sus particularidades, para su inclusión en Natura 2000, la red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad.

Se priorizaron 10: cañón de Avilés, banco de Galicia, chimeneas de Cádiz, Seco de los Olivos, isla de Alborán y conos volcánicos, delta del Ebro-Columbretes, cañón de Creus, canal de Menorca, banco de la Concepción y área de Fuerteventura-Gran Canaria. Indemares, con una inversión de algo más de 15 millones de euros, ha abordado más de cien campañas de investigación oceanográfica y otras tantas actividades de divulgación, y ha identificado 10.000 especies, 30 de ellas nuevas para la ciencia. Además de ayudar a aumentar el porcentaje de aguas jurisdiccionales preservadas, ha apuntalado con documentación científica las 39 zonas de especial protección para las aves (ZEPA) marinas existentes, según enfatiza Esparza.

Al final, todo viene a sumar en ese 8% de mar amparado: las ZEPA ­–que, según recuerdan desde Oceana, protegen las aves, pero no los fondos–, las reservas marinas de interés pesquero, los lugares de interés comunitario (LIC)…Algunos entornos dependen del Gobierno central; otros, de las comunidades autónomas. Y muchas veces la coordinación no es buena. En este mapa fragmentado y heterogéneo, además de los grandes proyectos tipo Indemares, tienen también su papel iniciativas más locales, como LIFE+Posidonia en Andalucía, que persigue frenar la pérdida de este ecosistema clave en las costas mediterráneas andaluzas. Arrancó en 2011, con medidas de protección, de información y concienciación sobre su importancia “para el desarrollo sostenible y la calidad de vida de las personas”.

La pesca artesanal, contra el furtivismo

En España existen 25 reservas marinas de interés pesquero, de gestión igualmente heterogénea: Estado (que administra directamente 10) y Estado con una comunidad autónoma, ayuntamiento, cofradía de pescadores.

Son relativamente recientes: la primera, la de Isla de Tabarca, se creó en 1986. Su objetivo es mantener la pesca artesanal y garantizar la pervivencia de especies comerciales de peces, crustáceos y moluscos. Ricardo Aguilar, director de investigación de Oceana en Europa, compara su puesta en marcha con la peatonalización de una calle en el centro de una ciudad: “Al principio, los comerciantes protestan; al final terminan viendo que la medida les trae beneficios, y la defienden”.

Aumentan las capturas y los beneficios, hasta el punto de que los pescadores artesanales se están convirtiendo en sus grandes guardianes, en los primeros en denunciar el furtivismo y los vertidos, que han aumentado debido a que la crisis ha rebajado los niveles de vigilancia. “Estos controles son una de las mejores inversiones económicas que pueden hacerse; si se deja, retrocederemos todo lo ganado”, recuerda Aguilar. “En pocos meses podemos retroceder 20 años”, alerta Esparza. “Hemos de asegurar los logros, y que la protección no se quede en un simple mapa”, insiste.

El área marina protegida de Cabo de Palos-Islas Hormigas (Cartagena, Murcia), creada en 1995, pasó desde 1999 hasta 2010 de 4.000 a 13.000 kilos de capturas de especies propias, sobre todo meros, dentones, sargos o corvinas. Los meros, los reyes de esta reserva, alcanzaron una densidad de población de 12 individuos por 250 metros cuadrados en 2009. A partir de 2010, los datos empeoraron: las redes de los pescadores sacaron 8.000 kilos en 2011 y 10.000 kilos, ligero repunte, en 2012. ¿Posibles razones? El furtivismo y el gran número de buceadores que bajan a estos fondos en verano y fin de semana atraídos por su riqueza, según apunta José Antonio García Charton, profesor del departamento de ecología e hidrología de la Universidad de Murcia, encargada del seguimiento de esta área marina. “Habría que limitar el número de inmersiones y que no sigan aumentando”, aconseja.

Los espacios protegidos hacen equilibrios, más o menos conseguidos, entre la conservación y la actividad humana. Desde su experiencia en Cabo de Palos-Islas Hormigas, García Charton extrae dos tipos de soluciones para que las áreas marinas se mantengan: “Arbitrar mecanismos de gestión participativa, mediante los cuales todos los actores, todos los usuarios directos, tengan voz y voto en las decisiones de gestión”; y reconocer el papel crucial de la investigación científica. “Aportamos datos y opiniones, pero no tenemos manera o capacidad de influir en la gestión”, lamenta el profesor.

Prospecciones petrolíferas y otras amenazas

“El estado de conservación de nuestros mares no está tan mal, pero, cada día que pasa, su salud empeora”, sentencia Óscar Esparza. Las presiones aumentan. Explotaciones petrolíferas, dragado y extracción de arena y grava, transporte marítimo, navegación, pesca, turismo, incluso actividades localizadas en tierra como agricultura o industria. “La suerte es que seguimos teniendo una biodiversidad altísima”, interviene Ricardo Aguilar, y “mantenemos especies que han desaparecido en otras zonas de Europa”. Pero, advierte, “el deterioro avanza muy rápido”. En el 95% de las inmersiones en zonas profundas que realizan los investigadores de Oceana encuentran la huella del hombre. Artes de pesca, marcas de arrastre, basuras… “Solo un 4% de los océanos del planeta permanecen vírgenes; el resto está afectado, prácticamente el 100% en el caso español. Hay cañones y escarpes que sirven de acumulación de basuras”, describe.

Una amenaza radica en los proyectos de prospecciones petrolíferas que jalonan el Mediterráneo y las Canarias, denuncian las ONG. Algunos se solapan en parte con varias áreas protegidas de Indemares. “Su protección no excluye la actividad humana, pero desde nuestro punto de vista resulta incompatible un proyecto de esas características; no tiene sentido”, insisten desde WWF. Entre otras cosas, según prosiguen, porque no se están teniendo en cuenta los beneficios de estas zonas de alto valor ambiental. Bienes ecosistémicos, producción de oxígeno, pesca, agua potable producto de la desalación… “Todo lo que ha sacado a la luz Indemares nos sirve como argumento, claro que sí”, opina Aguilar desde Oceana. “Antes se podían permitir ciertas cosas porque, total, no se conocía lo que había en los fondos. Los datos aportados por este proyecto, y por otros muchos, desde luego que van a hacer más difícil que se lleven a cabo actividades dañinas para el medio ambiente”, considera.

Estrategia marina

Concretada en una directiva de la Comisión Europea en 2008, la Estrategia Marina pretende avanzar hacia una política europea marítima capaz de integrar todas las políticas sectoriales y nacionales relacionadas con el mar. Desde la convicción de que las aguas marinas juegan un importante papel en diferentes funciones medioambientales clave: “Regulan el clima, previenen la erosión, acumulan y distribuyen la energía solar, absorben el dióxido de carbono y mantienen el control biológico”. El primer paso para lograrlo volvió a ser conocer, investigar, hacer un diagnóstico que sirviera como punto de partida. “La necesidad de un estudio que tenga en cuenta todas las presiones e impactos sobre el medio marino”. En el caso de España, esta misión le fue encomendada al IEO. Terminó su evaluación inicial en julio de 2012 y se la trasladó a la UE, que hace tres semanas presentó la evaluación de las evaluaciones, felicitando, por cierto, el informe del IEO como el segundo mejor del Atlántico (tras el de Reino Unido) y el primero referido al Mediterráneo.

¿Principales conclusiones? “El problema del turismo es importante en el Mediterráneo; y es evidente que ahora hay menos pesca”, enumera Demetrio de Armas, subdirector general de investigación de la institución científica. También planean los proyectos de extracción de petróleo, como amenazas. “Pero en España no hay zonas muertas, como sí ocurre en el Mar Báltico o el Negro. Ahora que están de moda los semáforos, digamos que algunas áreas las tenemos en ámbar, pero, en rojo, ninguna”, enfatiza. “Del mar se ve lo que flota en la orilla y lo que hay 200 metros más allá; no puede ser que escondamos la basura debajo de la alfombra”, reflexiona De Armas, para apostillar: “El objetivo de la estrategia consiste en proteger y recuperar nuestros mares y velar por la viabilidad ecológica de las actividades humanas para que las generaciones presentes y futuras puedan disfrutar de la diversidad biológica de un medio marino seguro, limpio, sano y productivo”.

Aguas profundas; aguas de nadie

Las profundidades constituyen, junto con las áreas alejadas de la costa, una gran asignatura pendiente de la conservación marina, según estima Ricardo Aguilar. Los organismos que habitan aguas profundas son mucho más vulnerables, viven más y se reproducen menos que los de aguas someras, y las técnicas pesqueras agresivas arrasan con individuos y sus hábitats. Para Oceana está claro: hay que ponerle freno a esta sangría. “Lo importante es que ya se reconoce que existen ecosistemas importantes en aguas profundas”, indica Aguilar, que está convencido de que, antes o después, se conseguirá un consenso dentro de la UE. Considera que determinado tipo de pesca intensiva, al final, tira piedras contra el propio tejado del sector, al esquilmar los mares; los datos que van aflorando así lo demuestran.

Pero en esto de la falta de protección, la que se lleva la palma es alta mar, que no depende de ningún Estado, o depende de todos, según se quiera mirar. Hay zonas del Atlántico o del Mediterráneo que se están convirtiendo en auténticos vertederos; para romper con esta situación y preservar toda esta riqueza harían falta acuerdos entre países. “Es lo más retrasado de todo”, reconocen desde Oceana.

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