_
_
_
_
_

28 individuos en el fondo de la Sima de los Huesos

Hasta ahora, y queda por excavar la mitad del yacimiento, se han rescatado más de 6.500 fósiles Pertenecen a al menos 28 individuos de ambos sexos y unos 400.000 años

Hasta ahora, y queda por excavar la mitad del yacimiento, se han rescatado en la Sima de los Huesos más de 6.500 fósiles de, al menos, 28 individuos de ambos sexos de hace unos 400.000 años. Están clasificados como de la especie Homo heidelbergensis y tienen rasgos de neandertales arcaicos. Es un monumental tesoro, único en el mundo, una riqueza paleoantropológica que deslumbra a los científicos. “Es la colección de referencia para la evolución del género Homo”, dice rotundo Ignacio Martínez, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares y uno de los científicos que, cada año, en julio, desciende a la sima con pertrechos de espeleólogo (para llegar a ese lugar recóndito horadado en la sierra de Atapuerca) y los pinceles, palillos, bisturís, cuaderno de notas y bolígrafos propios de un paleontólogo.

El sistema de cuevas de la sierra de Atapuerca ha producido ya varios yacimientos, algunos más cerca de la superficie y cortados al exterior, como la Gran Dolina, donde se está encontrando la otra gran colección de fósiles humanos, la de Homo antecessor, de hace más de 800.000 años. Pero la sima está en un extremo, al fondo de un agujero dentro de la propia cueva, con forma de calcetín. Hay que recorrer medio kilómetro por el subsuelo y reptar en algunos tramos por pasos estrechos para llegar a la boca de la sima, a 30 metros bajo el suelo, y luego descender 13 metros por un escala de cuerda hasta el fondo, donde está el sedimento con los fósiles. Allí no llegan las visitas, ni de los curiosos ni de las autoridades… Hace 400.000 años, otra entrada de la cueva era practicable por ese rincón. Juan Luis Arsuaga, Martínez y su equipo, no más de media docena de especialistas, se ocupan de la excavación día tras día durante un mes cada año, a 10 grados centígrados de temperatura constante y con escasez de oxígeno. Luego llega el turno de las muchas horas de laboratorio y análisis para dar a conocer los descubrimientos. Con lo que hay allí hay material más que suficiente para investigar ellos y varias generaciones de paleontólogos, dicen.

Conocían la sima los exploradores y aficionados a las cuevas de la región desde hace mucho; allí abundaban los dientes de oso. Pero fue en 1976, cuando Trino Torres reconoció el primer fósil humano que habían encontrado los aficionados del Grupo Edelweis. En la década de los ochenta, tras los arduos trabajos iniciales de sacar todo el sedimento superior revuelto, comienza la excavación científica de la sima. Arsuaga siempre cuenta que encontraron al principio una falange humana, un hueso tan pequeño y tan frágil que si se había conservado, mucho mas tenía que haber allí enterrado. Y así fue. En abril de 1993, una portada de la prestigiosa revista científica Nature con el cráneo nº 5, apodado Miguelón, presentó al mundo la Sima de los Huesos y Atapuerca.

A partir de ese momento, el yacimiento burgalés no ha hecho sino dar alegrías y sorpresas a los científicos y crecer, si cabe, su prestigio como un tesoro de la paleontología único en el mundo. Tal es la riqueza y variedad de la colección de la Sima de los Huesos que permite extraer información única no solo sobre la biología, sino también sobre la sociobiología de aquellos remotos humanos.

Hasta ahora se han rescatado más de una docena de cráneos, en diferente estado, y miles de fósiles de individuos de más de 12 años, hasta algún anciano con achaques de salud y pocos dientes (según delatan sus huesos). También ha aparecido un diente y un fragmento de hueso de un niño de seis años. Y todo ello mezclado con restos de oso; nada más, ningún otro animal, ningún vestigio de actividad humana en la cueva.

¿Cómo fueron a parar allí aquellos humanos? ¿Se cayeron accidentalmente, como probablemente se caerían los osos que hibernaban en las cuevas de Atapuerca? Los científicos no tienen una respuesta definitiva a ese enigma. Hipótesis sí que tienen. Pudieron caerse, pero también es posible que sus congéneres los tiraran allí a propósito. ¿Por qué? ¿Con alguna intención de respeto? ¿Ritual incluso? Allí siguen apareciendo fósiles y más fósiles, de humano y de oso… Hasta que el 9 de julio de 1998, llegó otra sorpresa mayúscula: entre el sedimento apareció una herramienta de piedra, un bifaz, de un asombroso tono rojizo, la única hasta ahora. La bautizaron Excalibur y está expuesta en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. Sería un instrumento muy valioso para quien la poseyera hace 400.000 años. ¿La tiró alguien a propósito? ¿Pertenecía a alguno de los allí acumulados, en el fondo de la sima? ¿Un gesto de respeto, de recuerdo? Nadie lo sabe.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_