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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Escándalo

Somos una sociedad de escándalo, que genera actitud, pero ningún discurso y ningún diálogo

David Trueba

Si el escándalo Bárcenas no ha causado ninguna dimisión en el partido más votado de España es porque sus votantes no lo ven preciso. Les parece correcta la gestión del problema y prefieren en definitiva que los engañen los suyos a que les digan la verdad los otros. El desprecio capitalizado en Bárcenas es un error de apreciación, porque parece un hombre inteligente, fino en sus declaraciones, que se mueve por el filo judicial con tiento y sabe callar y hablar en función de sus intereses. Seguramente, si fue votado como senador cántabro con enorme éxito en dos ocasiones fue por el cariño de las siglas bajo las que se presentaba, pero también porque sabía moverse en la charca política como un pez. Pasa algo parecido con los desahucios, que han vuelto a pasar de noticia caducada a noticia fresca con el desalojo de una familia en Vallecas. El Ayuntamiento de la capital vendió sus pisos a un fondo buitre y éste actúa como se esperaba, sin misericordia. Cuando privatizas la misericordia es lo que pasa.

Es habitual que el Ayuntamiento venda sus propiedades como si fueran propias, sin preguntarle a los vecinos ni convocarlos a la cuestión. Así ha pasado con La Peineta, que era un estadio olímpico y pronto será propiedad de un magnate chino sin que los madrileños sepan cómo pasaron de costearlo a no decidir nada sobre su uso por arte de birlibirloque. Para explicar todo esto conviene leer al ensayista alemán Byung-Chul Han, que en su libro En el enjambre plantea algunos de los más claros espejismos que fomentan las redes sociales y la nueva tecnología de las comunicaciones. Sus artículos breves hablan de los fantasmas de la libertad asentados entre nosotros.

Uno de ellos es el de la indignación, que expresada por las redes sociales carece de estabilidad, constancia y la continuidad imprescindible para influir sobre el discurso público. Somos una sociedad de escándalo, que genera actitud, pero ningún discurso y ningún diálogo. Según Han, la actual multitud indignada es muy fugaz y dispersa, le falta toda la masa, toda la gravitación que es necesaria para llegar a actuar. Y en un diagnóstico demoledor concluye que no engendra ningún futuro. En esa ausencia de futuro avanzamos con olitas de enfado.

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