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La escena reina en Londres

La Isabel II de Scott Thomas es uno de los platos fuertes de la temporada

La actriz Kristin Scott Thomas caracterizada como la reina Isabel II de Inglaterra para la obra de teatro 'La audiencia'.
La actriz Kristin Scott Thomas caracterizada como la reina Isabel II de Inglaterra para la obra de teatro 'La audiencia'.Jason Bell

Tras los pasos de Helen Mirren, inolvidable encarnación de Isabel II tanto en el cine como sobre las tablas, su colega Kristin Scott Thomas se prepara para recoger el cetro y convertirse en la nueva reina del West End. Su imagen, en pose majestuosa y tocada con la tiara, anuncia la reposición de la obra La audiencia como uno de los platos fuertes de la próxima temporada teatral londinense, donde dominará el protagonismo de un ramillete de actores que aúnan unas sólidas credenciales en la escena con la fama derivada de sus papeles en la pequeña y la gran pantalla. En plenos festejos navideños, cuando la cartelera se acomoda a una demanda de corte infantil y familiar, sus nombres ejercen de gancho para promocionar la oferta de teatro del año venidero en la capital británica.

Si Scott Thomas va a atreverse a personificar a la actual monarca a partir de la primavera (justo cuando Mirren hará lo propio en Broadway, alimentando las comparaciones desde los dos lados del Atlántico), el pelirrojo actor inglés a quien el púbico español identifica con la serie televisiva Homeland, Damian Lewis, regresará a escena tras un lustro de ausencia con la pieza de David Mamet American buffalo. Otros intérpretes británicos que son asiduos en la cinematografía de Hollywood retornan a la casa del teatro en 2015, desde el emergente James McAvoy con la sátira política The Ruling Class hasta el veterano dúo formado por Ian McKellen y Patrick Stewart, muy populares al margen de las bambalinas por sus respectivos papeles en las sagas de El Señor de los anillos y Star Trek, y que coprotagonizarán la obra de Harold Pinter Tierra de nadie.

Los grandes estrenos

La Audiencia. Kristin Scott Thomas toma el relevo de Helen Mirren en la reposición de esta obra de Peter Morgan sobre los encuentros semanales de Isabel II con sus sucesivos primeros ministros a lo largo de su longevo reinado.

Hamlet. A los 38 años, Benedict Cumberbacht asume este clásico rol shakesperiano, que considera un desafío ineludible para los actores británicos que ya bordean la madurez. Le dirige Lyndsey Turner.

American Buffalo ( El búfalo americano). Daniel Evans dirige a su antiguo alumno y hoy estrella televisiva, Damian Lewis, en una de las grandes obras del dramaturgo americano David Mamet, sobre dos criminales de poca monta que planean un robo.

En todos esos casos, el aforo estará casi garantizado, pero el fichaje de Benedict Cumberbacht para protagonizar la enésima versión de Hamlet en el teatro Barbican va mucho más allá y cobra los visos de fenómeno. A medio año vista del estreno previsto para agosto, todas las localidades puestas a la venta online se agotaron en un tiempo récord, reflejo de la capacidad de arrastre hacia las butacas del teatro de un actor que se ha ganado legión de seguidores gracias a la serie televisiva Sherlock y a su creciente presencia en el cine estadounidense.

El inminente 2015 puede ser el año en que Cumberbacht consolide su pedigrí teatral, al igual que la temporada recién finiquitada lo ha sido para Gillian Anderson -la actriz americana todavía recordada como la agente Scully en la serie Expediente X- gracias a su interpretación de Blanche DuBois en una producción de Un tranvía llamado deseo para el teatro Young Vic. Anderson, muy pródiga en la televisión y en la escena desde que se afincará en Londres una década atrás, ha sido reconocida esta temporada en los premios teatrales del vespertino Evening Standard, junto al actor Tom Hiddleston, quien aparcó su apretada agenda hollywoodense (Los vengadores, Thor….) para meterse en la piel del Coriolanus de William Shakespeare en la Donmar Warehouse.

Los dos artistas eligieron el cartel de sendos teatros “de culto”, instituciones que programan libremente, ya sea versiones actualizadas de los clásicos de cualquier época o propuestas de autores de nuevo cuño, sabedoras de que los verdaderos aficionados no van a fallarles. El circuito más comercial del West End ha estado especialmente atento este año al potencial revelado por el éxito clamoroso de algunas de esas obras consideradas inicialmente “minoritarias”, que ha decidido transferir a sus propios teatros del corazón de Londres para prolongar su singladura a lo largo de 2015: desde el musical Scottsboro boys, la historia real y trágica de nueve adolescentes negros en la América segregacionista, o la potente interpretación de Mark Stron en la pieza de Arthur Miller Panorama desde el puente (ambas estrenadas en el Young Vic), hasta la escenificación del complicado ascenso a la corona del actual heredero (El rey Carlos III, teatro Almeida), pasando por el acecho del Sida en la promiscua sociedad de los ochenta (Mi noche con Reg, Donmar).

Eso es jugar sobre seguro, porque a los promotores del West End, que aglutina más de medio centenar de salas en el epicentro turístico de la ciudad, no les gusta el riesgo. Por eso, la oferta de musicales que suelen atraer a las hordas del turismo ha vivido de las rentas durante el año que está a punto de concluir, con la perenne presencia en cartel de longevas producciones como El fantasma de la Ópera, Billy Elliot o El rey león, la reposición de Miss Saigón, o la reedición de dos de las apuestas más rentables estrenadas en 2013, y que han vuelto a serlo este año: Charlie y la fábrica de chocolate (una versión musical de la novela de Roald Dahl, dirigida por Sam Mendes) y la corrosiva importación de Broadway El libro del mormón.

La inversión en nuevos espectáculos musicales ha quedado en manos de teatros tan modestos como la Mennier Chocolate Factory, cuya obra Assassins recupera estos días la propuesta de Stephen Sondheim sobre un grupo de locos dispuestos a asesinar al presidente de Estados Unidos; y la vocación de ofrecer la mayor calidad y un variado repertorio a precios accesibles recaía, como siempre, en el Teatro Nacional ubicado a orillas del Támesis.

También la Royal Shakespeare Company, bien asentada en su feudo de Stratford upon Avon, ha seguido aportando su granito a la oferta teatral de la capital londinense, desde una producción sobre Enrique IV para el centro Barbican hasta la escenificación de las novelas de la premiada Hilary Mantel Wolf hall y Bring up the bodies, ambientadas en la corte de Enrique VIII. Y, por cuarto año consecutivo, la producción de la RSC del musical infantil Matilda mantiene incólume su reinado entre los musicales favoritos de Londres

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