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El Papa pone los pies en la tierra

Los expertos coinciden en que la renuncia de Benedicto XVI desacraliza la figura del pontífice

Benedicto XVI celebra el Vía Crucis en el Coliseo de Roma, el 6 de abril de 2007.
Benedicto XVI celebra el Vía Crucis en el Coliseo de Roma, el 6 de abril de 2007.Alessandra Benedetti (Corbis)

La renuncia del Papa humaniza una figura que durante siglos ha estado más allá del bien y del mal, según explican historiadores y teólogos de universidades de todo el mundo. Lo consideran la desacralización de un cargo para elegidos, que solo se abandonaba para pasar al reino de los cielos. Benedicto XVI ha retrocedido y se convertirá el 28 de febrero en el primer expapa de la historia moderna. Para los estudiosos, su decisión plantea más preguntas de las que responde y, aseguran, abre un nuevo camino, más terrenal, en la dinastía pontificia.

“Es una revolución de un alcance tan amplio que cambia toda la percepción de la jerarquía eclesiástica. Era un monarca de por vida y ya no lo es. Mientras nadie se imaginaba que la dimisión del Papa era posible, él lo hizo”, explica Marina Caffiero, profesora de Historia moderna del catolicismo de la Universidad de La Sapienza de Roma. “Hasta ahora, el Papa era una figura mística, un matrimonio de por vida que se ha desacralizado”, añade Natalia Nowakowska, doctora en Historia Medieval de la Universidad de Oxford. Según la investigadora, el hecho de que se hable de abdicación en el caso de los anteriores papas y de renuncia respecto a Benedicto XVI obedece a una nueva forma de interpretación del papado. “Con esta decisión, Benedicto XVI da a entender que para ser papa hoy se debe estar en buenas condiciones para poder viajar, dar la cara al público y moverse. Parece que considera que se trata de un trabajo y no de una misión perenne, como antes”, dice la investigadora. Y con esto, Benedicto XVI marca un punto de inflexión fundamental respecto a sus predecesores. “Juan Pablo II llegó hasta el final para hacerse santo, mientras que Benedicto declaró no estar en condiciones físicas de seguir”, aclara.

Benedicto XVI había mandado señales de que no iba a sufrir su vejez en público, según considera Francis Schussler Fiorenza, catedrático de Estudios Católicos de la Universidad de Harvard: “Antes de ser Papa, quería dimitir de la jefatura de la Doctrina de la Fe. Los últimos meses de Juan Pablo II fueron un ejemplo que no ha querido seguir y muchos aplauden que no lo haya hecho”.

“Es el último monarca absoluto y ellos no renuncian” Ramón Teja, experto en Religión

Caffiero explica que durante su pontificado muchos elementos propios de los humanos han pasado a ser limitaciones para el Papa: la edad, la enfermedad, el cansancio. “En realidad, es un gesto de una gran modernidad, teniendo en cuenta que en el siglo XVIII era vicediós”, apunta. La historiadora contrapone la figura idolatrada de Juan Pablo II, “con gran impacto en los medios de comunicación de masas”, con el “impacto negativo” de Ratzinger en las redes sociales. “En vez de ser un medio de apoyo, la mitad de los tuits son para criticarle”, observa.

Solo cuatro pontífices habían abandonado el inmenso poder concentrado en un frasco diminuto, uno de los Estados más pequeños y antiguos del mundo, con más tentáculos en todo el planeta. De la marcha de Benedicto XVI se recordará que fue una decisión excepcional. “Ninguna de las renuncias que se han producido en el pasado se puede considerar en el sentido moderno de la palabra”, aclara el profesor de la Universidad de Cambridge Richard Rex, que explica que el contexto y el papel que desempeñaba el Vaticano en esas ocasiones —siglos II, III, XII y XV— era muy diferente.

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Los especialistas creen que el sucesor tendrá un papel fundamental

Pero de los cuatro pontífices, solo con Celestino V se puede hablar de una renuncia voluntaria de un papa legítimo. “Aunque según una antigua tradición, Clemente I habría sido papa desde el 88 al 97, hoy se sabe con seguridad que era un simple presbítero de Roma”, asegura Ramón Teja, presidente de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, quien explica que tanto Ponciano como Gregorio XII abdicaron por circunstancias externas. El primero fue expulsado a Cerdeña y sustituido por otro en el año 235. El segundo, obligado a renunciar en 1415 para terminar con el Cisma de Occidente, donde reinaban tres papas. “Uno en Aviñón, otro en Pisa y otro en Roma, y no estaba claro que ninguno fuese legítimo”, dice Teja.

El catedrático lee la dimisión de Benedicto XVI como el fin de un imperio: “En la persona del Papa se concentran el poder ejecutivo, legislativo y judicial, tanto del Estado Vaticano como de la Iglesia en cuanto institución. Se puede decir que es el único monarca absoluto que sobrevive en Occidente. Y ellos nunca renuncian al trono”.

“Parece que lo ve como un trabajo y no una misión” Natalia Nowakowska, historiadora

“Esta dimisión tiene mucho que ver con la precariedad de los tiempos que corren. Y es la imagen misma de que nadie, ni siquiera el Papa, puede perpetuarse en el poder una vez que ha hecho su trabajo”, observa Grado Giovanni Merlo, historiador del cristianismo de la Universidad de Milán y autor del libro El cristianismo medieval en occidente (Feltrinelli, en italiano), que analiza la relación entre la Iglesia y la sociedad.

Uno de los aspectos más polémicos de su dimisión consiste en aclarar si las luchas en el seno de la Santa Sede destapadas por la detención del mayordomo de Benedicto XVI el pasado 25 de mayo por robar correspondencia del Papa han influido en su decisión. “Sospecho que el asunto ha tenido algo que ver. Posiblemente ha provocado que Benedicto XVI se diera cuenta de que había muchos movimientos detrás del telón para preparar lo que pasaría después de su muerte. No es cuestión de tradicionalistas o aperturistas. Todo parece ser una pugna entre diferentes facciones personales, más que de cuestiones de ideología en la Iglesia en general”, analiza Roger Collins, experto de la Universidad de Edimburgo, autor del libro Guardianes de las llaves del cielo: una historia del papado (Basic Books, en inglés).

Edad, enfermedad y cansancio parecían males que no le afectaban

“El Vaticano ha sido una lucha de poder desde la Edad Media hasta hoy. De un modo u otro, la política siempre está presente en el pontificado. Ha habido papas más fuertes y más débiles, pero nunca están al margen”, describe el historiador de Milán. “Es otro de los elementos clave de su dimisión. Con la edad y la fatiga, no creo que se viera con fuerzas de enfrentarse a la Curia romana y no ha querido quedarse en sus manos viejo y enfermo como hizo su antecesor”, añade.

Joseph Ratzinger, condenado al olvido por ser un papa de transición, se ha asegurado la vida eterna al dar un paso sin precedentes, según interpreta Collins. El experto británico considera que “su elección postpuso la necesidad de tomar una decisión más radical” y que “el próximo cónclave será muy importante para ver si llegan o no los cambios que no pudieron tomarse en 2005”, cuando fue elegido Benedicto XVI.

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