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Aires de cambio soplan en la pasarela de Madrid

Etxeberria y María Ke Fisherman ofrecen motivos para la esperanza en la tercera jornada de la Semana de la Moda

Carmen Mañana
Dos modelos de Davidelfín.
Dos modelos de Davidelfín.JAVIER SORIANO (AFP PHOTO)

Hay una tendencia que se está imponiendo en España, y no es ninguna salida de la Madrid Fashion Week. Se trata del relevo generacional y se percibe desde los partidos políticos hasta la selección nacional de natación sincronizada. En Ifema, donde se celebra la semana de la moda, Luis Cueto ha sustituido como presidente a José María Álvarez del Manzano, tras 24 años en el puesto. Pero la antigua Cibeles evoluciona a su propio ritmo. Por un lado, una nueva hornada de diseñadores, encabezada por María Ke Fisherman y Etxeberria, que desfilaron ayer, insufla energía y esperanza a una pasarela en ocasiones estancada. Por otro, su directora, Cuca Solana, de 75 años, permanece firme en el cargo desde 1986, dispuesta, asegura, a continuar mientras el tacón aguante. Con su eterna coleta recogida por un lazo negro, desmiente cualquier rumor de jubilación. “Si sigo aquí no es porque sea funcionaria, que no lo soy. Llevan intentando retirarme 35 años. Pero yo respondo lo mismo que Roberto Verino cuando le hablan de dejar de trabajar: ‘Lo haré cuando cumpla los 99; luego me tomaré un año sabático y después ya pensaré que hago”, cuenta entre risas.

Pantalones de Etxeberría.
Pantalones de Etxeberría.ÁLVARO GARCÍA

Bajo su atenta mirada se creó en 2006 el Ego, la plataforma de diseñadores emergentes que se celebra a continuación de la Madrid Fashion Week. La importancia de su labor ha quedado demostrada por los hechos: la mitad de los diseñadores que desfilaron ayer provenían de esta cantera. Empezando por Etxeberria, que dio el salto de alumno prodigio a sólido primer espada hace varias temporadas.

Riesgo controlado

Aunque desfila en Nueva York desde hace un año, continúa presentando sus propuestas en Madrid. Ayer decidió correr un riesgo controlado: renunciar al trabajo en piel —su seña de identidad— para entregar una colección elaborada íntegramente en lino y telas naturales. Una forma de probar que los materiales no hacen el lujo. Con pitón o paño, el vasco exhibe una misma calidad creativa. De cara a la próxima temporada primavera-verano continúa adaptando cortes y patrones japoneses a la sastrería inglesa clásica. El resultado: abrigos geométricos, faldas pantalón desmontables y un vestido compuesto solo por piezas de cerámica. Nervio y contención, a partes iguales.

Otros dignos representantes del Ego son María Lemus y Víctor Alonso, diseñadores de la firma María Ke Fisherman. Tras desfilar durante dos temporadas en Nueva York y vestir a Miley Cyrus, Katie Perry y Lindsay Lohan han conseguido estrenarse en la pasarela madrileña. El dúo articuló su debut de ayer en torno al punto y al ganchillo. Detrás de sus provocadores vestidos se esconde una mano de obra insospechada: las monjas de un convento de clausura en Huelva. “Están encantadas y se atreven con todo. No hemos encontrado a nadie que las iguale. Son como fotocopiadoras. Open Ceremony [una de las tiendas más vanguardistas e influyentes del mundo, con sede en Manhattan] nos encargó una colección de 100 piezas y quedó perfecta”, explica Alonso.

Dos modelos e Teresa Helbig.
Dos modelos e Teresa Helbig.ZIPI (EFE)

Curioso, como poco, que esas devotas manos elaboren los atuendos de la reina del twerking, pero en el proyecto de estos creadores no hay nada obvio. Sus propuestas alocadas esconden un serio esfuerzo empresarial. Acaban de firmar un contrato con la compañía que distribuye las colecciones de Marni y aseguran querer “centrarse en el producto, en la industria y no en la imagen”.

Leandro Cano, quien ganó en 2014 el premio Samsung Ego a la innovación, demuestra igual tesón, pero el ingente trabajo de sus prendas —telas pintadas a mano y punto de cruz sobre rafia— no termina de reflejarse sobre la pasarela.

David Delfín jugó a mezclar sastrería y gimnasio: añadió cinturas de pantalón de traje a otros de chándal y colocó a sus modelos una suerte de arneses ortopédicos llamados correctores posturales, por razones tanto estéticas como metafóricas. “Mis trabajos siempre son autobiográficos y ahora siento que necesito un cambio de postura”, bromeó. Mención aparte merece los pendientes de plata, metacrilato y porcelana que ha hecho con la joyera Helena Rohner.

Aunque la asociación más productiva es la de Ion Fiz con la firma cosmética Revlon. Gracias a ella, llevará a París el próximo 5 de octubre parte de la colección que mostró ayer en Madrid, desde vestidos María Antonieta hasta bombers de PVC.

Teresa Helbig: mirar con lupa

Protegido dentro de una caja, Teresa Helbig guardaba entre bambalinas el vestido con el que cerró ayer su desfile. Si sobre la pasarela parecía de cuento de hadas, en primer plano narraba una historia muy distinta: la de una costurera dedicada ocho horas al día durante cuatro semanas a bordar primorosamente, lentejuela a lentejuela, palmeras y margaritas, sin dejar un solo centímetro de tela libre.

Del taller barcelonés de Helbig sale cada temporada la colección más impecable que se ve en Madrid. Por eso, en la balanza de la crítica pesa más su exquisito trabajo y su honestidad que el hecho de que, a veces, la diseñadora sea demasiado fiel a sí misma.

Como además de perfeccionista es una mujer inquieta, en esta edición Helbig ha decidido complicarse un poco la vida: “Le pedimos a un amigo que tatuase motivos japoneses sobre las piezas de piel de la colección. Tuvimos que hacer mil pruebas de tinta, tratar el cuero de una forma especial. Una pesadilla, pero mereció la pena”. Imposible negar lo evidente.

Por si todo esto fuera poco, la firma se ha lanzado al mercado de las fragancias y en febrero presentará tres perfumes.

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