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La crisis del ballet de Moscú viaja al norte

El drama interno del Teatro Bolshói se extiende hasta San Petersburgo con el polémico nombramiento de un nuevo director para la escuela más prestigiosa y antigua de Rusia

Uliana Lopatkina, del Ballet Mariinsky, en el Teatre del Liceu de Barcelona.
Uliana Lopatkina, del Ballet Mariinsky, en el Teatre del Liceu de Barcelona.Marcel.li Sáenz

Esta misma semana, dos nombramientos sorpresivos en el ámbito de la cultura del ballet ruso conmovían los cimientos de las instituciones y saltaba a la prensa de nuevo el fantasma del desgraciado atentado con ácido a Serguéi Filin, director artístico del Ballet del Teatro Bolshoi de Moscú, un proceso que colea en los tribunales y fuera de ellos.

El bailarín de origen georgiano Nikolai Tsiskaridze, estrella del Bolshoi hasta el pasado junio en que su contrato fue rescindido, aclamado por un sector del público y denostado por otro, amigo personal de Vladimir Putin y mantenido en el punto de mira del caso Filin por su postura beligerante y sus declaraciones, ha sido nombrado por Vladimir Medinski, ministro de cultura de Rusia, como nuevo director de la Academia de ballet Agripina Vaganova de San Petersburgo y de su compañía de danza. Junto a Tsiskaridze, se nombra a la primera bailarina del Teatro Mariinski, Uliana Lopátkina (Kerch, Ucrania 1973), directora artística del centro docente. Las reacciones no se han hecho esperar, y la primera ha venido de la indignada voz de la otra gran bailarina petersburguesa de nuestra época, Diana Vishneva, figura habitual en los escenarios de Rusia, Londres y Nueva York. Vishneva, formada ella misma en la academia Vaganova, según recoge Chris Irving en The Telegraph el pasado día 31, se ha apresurado a declarar: “Tengo grandes esperanzas de que esto no será el final de una gran escuela”. Medios de todo el mundo se han hecho eco del asunto. Lopátkina, en la cima de su carrera, siempre parca en sus expresiones verbales y con 40 años recién cumplidos, solamente ha dicho con claridad que no piensa abandonar su teatro, el Mariinski.

La academia Vaganova fue fundada en 1738 y es la cuna del ballet ruso y de su estilo. De sus aulas han salido las más legendarias figuras de la danza, y en el siglo XX pueden citarse a Vaslav Nijinski, Anna Pavlova, Tamara Karsavina, Natalia Makarova, Rudolf Nureyev y Mikhail Baryshnikov. Los edificios de la neoclásica avenida del Arquitecto Rossi aparecen como un icono de la más alta y refinada didáctica de la danza clásica y sus egresados han alimentado tradicionalmente todos los teatros de Rusia, pero principalmente está su nexo troncal con el coliseo Mariinski.

La exestrella del Bolshoi, Nikolai Tsiskaridze.
La exestrella del Bolshoi, Nikolai Tsiskaridze.AFP

Para algunos especialistas rusos, Putin ha hecho su entrada en la escena como mejor sabe hacerlo: por la puerta de atrás y por intermediación de otro político de su círculo. El nombramiento, a dedo, como todos en Rusia, parte del ministro de cultura, un fiel peón de su política que hasta ahora había mantenido un perfil bajo en el asunto del Teatro Bolshoi dando por buenas las declaraciones oficiales de su administrador general, que también fue cesado recientemente. Los movimientos de cargos intermedios no cesan en el gran teatro moscovita de ópera y ballet, Filin ha vuelto a Moscú prácticamente ciego (no hay un diagnóstico preciso y único, pero se estima que ha perdido el 85% de su visión) para una fugaz aparición a mediados de septiembre en la apertura de la temporada y ahora el foco se traslada a San Petersburgo. No hay un precedente de algo así en toda la larga historia del ballet ruso.

Resulta peregrino respaldar el nombramiento del georgiano apoyándose en un hecho de otros tiempos pasados: que otro georgiano memorial como Vajtáng Chabukiani ya fuera una en su madurez una figura fundamental tanto en la compañía del Kirov (hoy Mariinski) como en la escuela Vaganova (pero con una diferencia de base: Chabukiani se había formado en el Leningrado de la extinta Unión Soviética). También es peregrino intentar mitigar el más que previsible escándalo con el apuntalamiento de la escuela misma a través de una figura reverenciada por todos como es Uliana Lopátkina. Todo el asunto no deja de tener los tufos típicos de otros manejos salidos del Kremlin. Vishneva ha sido la primera pero no la única en alarmarse y criticar abiertamente el nombramiento de Tsiskaridze, declarando a la agencia AFP que no ve la necesidad objetiva de este cambio: “No había ninguna razón real para el cambio en el liderazgo en la academia Vaganova y no ha habido con anterioridad una discusión o alguna consulta con alguien del mundo balletísitico de San Petersburgo”, dijo para después precisar: “El rector de la Academia Vaganova tiene que ser una persona que posea una formación específica para ello, no hay que olvidar que se trata de una escuela, y para los niños, su líder debe ser moralmente intachable”. Nadie habla de nuevo destino para la actual directora, la exbailarina de origen kazajo Altinai Asilmuratova (Alma-Atá, 1961).

Lopátkina y Vishneva son las dos grandes figuras femeninas de su generación, indiscutidas por la crítica y adoradas por el público. De temperamentos y tipología muy diferentes entre sí, entre estas dos divas mundiales nunca ha habido rivalidades y han convivido durante más de un cuarto de siglo en el mismo teatro Mariinski y antes en las aulas de la escuela Vaganova. Según los observadores del sector, el nombramiento de Lopátkina es una maniobra para mitigar el previsible escándalo y está siendo usada como catalizador. Otro bailarín del Bolshói ha dicho a la agencia rusa Novosti: “Esto no es un problema nuevo y, aparte, se trata de la continuación del mismo drama”.

Como si de escenas sucesivas de un guión teatral se tratara, apenas unos días antes Pavel Dmitrichenko, el solista del Bolshói que está acusado de organizar el ataque con ácido a Filin, fue a juicio en Moscú y se declaró inocente de todos los cargos presentados en su contra.

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