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Chavela Vargas no descansa en paz

La familia costarricense reclama a su compañera y biógrafa María Cortina el legado de la cantante La propia artista proclamó que quiso "bebérselo todo" en vida y morir sin dejar problemas Tras repartir sus cenizas, aún queda por desvelar si realmente disponía de algún bien material

La cantante Chavela Vargas fotografiada en una visita a Madrid en 1993.
La cantante Chavela Vargas fotografiada en una visita a Madrid en 1993.MARISA FLÓREZ

A Chavela Vargas no le inquietaba la muerte. “No me preocupa, puede ser bellísima”, dijo en abril en una entrevista con este diario, “la cuestión es vivir como yo he vivido: 93 años, aquí, en la tierra”. Pero aunque La Chamana, una de las grandes voces de la canción mexicana, ya no esté, su fallecimiento no ha traído la paz a sus seres más próximos. El enfrentamiento lo ha abierto desde Costa Rica, país natal de la cantante, su sobrina Gisela Ávila Vargas, que reclama su legado a la periodista María Cortina, su apoderada, biógrafa y compañera de los últimos años de vida. El primer choque por los restos ha terminado con el reparto de las cenizas. Y ahora se abre otra lucha por una herencia tal vez más simbólica que material, porque, según su círculo más cercano, Chavela apenas tenía bienes y había hecho cierta aquella estrofa que tomó de su compañero de parrandas José Alfredo Jiménez: “He ganado dinero para comprar un mundo más bonito que el nuestro, pero todo lo aviento porque quiero morirme como muere mi pueblo”.

Para entender la disputa hay que retroceder en el tiempo. Tras pasar 70 años en México, adonde llegó a los 17, la artista volvió en 2006 a Costa Rica para vivir con su hermana. Pero en 2007 ya estaba de vuelta en su país de adopción. Su sobrina asegura que simplemente salió de su tierra natal para dar una gira de la que nunca regresó. Y que el conflicto comienza entonces, con la aparición en la vida de Chavela de María Cortina, que se convierte de facto en su apoderada y se hace cargo del manejo de sus negocios. La versión de los amigos que acompañaron a la artista hasta la muerte es bien distinta. Para ellos, Cortina es el ángel que sostiene y acompaña a Chavela en los últimos años de su vida. Y hablan de un incidente previo que marcó el distanciamiento definitivo con su familia. La Chamana decía que querían internarla en un hospital “para matarla y quedarse con su dinero”, según ha recordado a Efe su amiga Mariana Gyalui.

Chavela Vargas ya no puede hablar sobre este asunto. Pero lo hizo, alto y claro, en febrero de 2011, cuando su sobrina aseguró al diario Extra de San José de Costa Rica que la artista estaba retenida contra su voluntad, enferma y explotada laboralmente en una pequeña posada de Cuernavaca, en el Estado mexicano de Morelos. Al día siguiente, el diario mexicano La Jornada publicaba una entrevista telefónica con la propia cantante que no dejaba bien parados a sus familiares. “Es una porquería declarar esas cosas y una irresponsabilidad del periódico publicarlas, […] si estuviera secuestrada no estaría tan feliz. [Mi sobrina] Está loca. No sé lo que buscan, seguramente esperan que yo les deje algo”, concluía la cantante.

Pero la familia no se rindió. Y tras la muerte de la artista, el pasado 5 de agosto, subió el tono de las acusaciones. “Hay un testamento de 2004 que dice que la heredera universal es su sobrina Gisela Ávila. Nosotros lo que queremos es que se cumpla su última voluntad, que es que la familia disponga de los restos y de todo su patrimonio material e inmaterial”, asegura el abogado costarricense Pablo Barahona vía telefónica. Las atribuciones de Cortina, según el abogado, van más allá de cuestiones económicas y traspasan el ámbito laboral. María se encarga también de gestionar las amistades de la artista o el cuidado de su salud. “Chavela salió de Costa Rica caminando; un año después se trasladaba en silla de ruedas. Sospechamos que le pudieran inyectar cortisona para que tuviese episodios de lucidez. Cortina también ordenó cambiar a sus cuidadoras y Chavela lo sintió mucho”, asegura.

María Cortina ejerció de biógrafa, apoderada y amiga íntima de Chavela en sus últimos años. Aquí, en la presentación de su libro 'Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela Vargas', en la Casa de América de Madrid, el 12 de julio.
María Cortina ejerció de biógrafa, apoderada y amiga íntima de Chavela en sus últimos años. Aquí, en la presentación de su libro 'Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela Vargas', en la Casa de América de Madrid, el 12 de julio.CASA DE AMÉRICA

Mientras, la periodista guarda estricto silencio y pide respeto para sobrellevar su luto. Todos los intentos de este medio para contactar con ella han resultado infructuosos, pero fuentes muy próximas, en contacto directo con Cortina, aseguran que no se defiende porque no quiere entrar al juego que propone la familia. “Lo ha consultado con su conciencia y ha concluido que la mejor respuesta ante esto tan mezquino es el silencio”, dicen. No habla, pero hay mucha gente dispuesta a dar la cara por ella, como el poeta Eduardo Vázquez, director del Museo de Historia Natural. “María fue su última gran amiga, su compañera de vida en los años finales y un apoyo fundamental”, cuenta por teléfono a este periódico. “Quien haya conocido a Chavela sabe que no es posible que alguien manipulara su voluntad. Ella hizo de su vida lo que quiso, nadie la acotó, fue uno de los seres más libres del siglo XX. Tal y como dijo a unos jóvenes tras un concierto en el Zócalo: ‘Les dejo en herencia mi libertad”.

Entre quien apoya a la sobrina de Chavela se encuentra el periodista costarricense Alfredo González, cuya relación de amistad con la cantante se remonta hasta hace 20 años, cuando la artista regresó a su país natal. “Yo la escuchaba porque me encantaba. Por medio de una vecina, averigüé dónde vivía y un día me armé de valor, le compré un ramo de flores y fui a llamar a su puerta”, relata desde el otro lado del hilo telefónico. “Recuerdo que estaba muy nervioso, tanto que ahogué las flores con la mano; ella tenía fama de ser malhumorada. Sin embargo, abrió la puerta y me dijo: ‘Justo en este momento me quejaba de soledad y apareciste. Vamos a ser grandes amigos”.

González cuenta que la última vez que vio a Chavela fue en 2009, en su casa de México. “Ella se marchó a dar unos conciertos en 2007 y dejó todo en Costa Rica, así que pensaba regresar. Tardamos dos años en dar con su residencia. Estábamos preocupados porque había tenido problemas psiquiátricos y estaba enferma. Cuando la encontramos, acudimos a visitarla. Yo iba con una guitarra y al verme llegar me sonrió diciendo: ‘Podría irme a la tierra del fuego que me ibas a encontrar’. En ese momento apareció una mujer y nos echó de allí como si fuésemos delincuentes. Más tarde telefoneé a la quinta donde residía y me dijeron que para hablar con Chavela debía tener la autorización de María Cortina. Me dieron su contacto, pero nunca logré hablarle a algo más que a su buzón de voz”. Para el periodista costarricense, el entorno mexicano de la cantante no es consciente del “profundo dolor” que le causaron a él y a la familia. “Todo lo que yo pueda opinar sobre Cortina son suposiciones”, añade, “pero, como dice el director argentino Eduardo Mignogna, ‘si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera’, y aquí quien ha perdido es la familia”.

Al círculo más cercano a Cortina no le inquieta el testamento que esgrime la sobrina. “Puede ser verdad que en algún momento Chavela la nombrara heredera universal, pero lo cambió en México y pronto se conocerá su contenido”, afirmó el jueves pasado a Efe Mariana Gyalui, amiga de la cantante. El abogado de la familia también ha cuestionado la facultad de Cortina para seguir gestionando los asuntos de la artista porque “los poderes que tuviera finalizaron con su muerte”. Sin embargo, el letrado independiente Jurgen Beltrán puntualiza esta afirmación: “La relación acaba con el fallecimiento, pero en lo que pueda beneficiar al patrimonio del finado, el mandatario sigue teniendo potestad. Para quitársela, quienes demuestren ser los herederos deben revocarla legalmente”. En medio de este embrollo, la primera decisión urgente, sobre los restos de la artista, ha sido más o menos salomónica. La mayor parte de sus cenizas serán esparcidas frente a su casa de Tepoztlán y la familia aventará el resto –“una ínfima porción”, se quejan– en el mar de Veracruz y en el de Guanacaste.

El abogado de la familia asegura que sus allegados desean crear una fundación con su nombre para la promoción de nuevos talentos, con sedes en Costa Rica, México y España. Pero, aparte de ese nombre y de sus restos, ¿queda algo que repartir? Eduardo Vázquez coincide con otras fuentes consultadas en que los parientes se equivocan si buscan una suculenta herencia. “No hacen esto por las cenizas. Buscan algo más, pero ese algo más, un patrimonio más allá de lo artístico, de lo simbólico, no existe. Para el poeta y editor, en la familia puede influir además cierto ánimo que percibe también en la prensa costarricense. “Creo que Costa Rica siente que Chavela le debe algo y hay una sensación de despecho. Pero creo que deberían asumirla así, como una gran hija pródiga, una Ulises que no regresó”.

El renacer de Chavela

En 1993 aterrizó en Madrid, tras 20 años de ausencia y casi caer en el olvido, en un concierto organizado por su amigo el editor Manuel Arroyo. Allí estaba Pedro Almodóvar, uno de sus aliados en su lucha contra la bebida. "Encontró en España la complicidad que México le negó", escribió el director a su muerte. Joaquín Sabina, Lucrecia o María Dolores Pradera, entre otros, se sumaron a esa complicidad.

Que Chavela Vargas no vivía lujosamente era algo que podía constatar cualquiera que fuera a visitarla a Tepoztlán, a su hogar al pie del cerro del Chalchi. Su casa, de una sola planta, tenía muchísimo encanto, pero no era en absoluto una mansión, y aunque contaba con un jardín muy amplio, compartía la parcela con otras viviendas. Cuando esta primavera México promovió su candidatura al Príncipe de Asturias de las Artes, una fuente muy próxima contó a este periódico que la dotación del premio (50.000 euros) le vendrían de maravilla para ir tirando unos años más. “No hay nada que heredar”, asegura el productor Guillermo Sánchez Guzmán, encargado de actualizar el Twitter y el Facebook de la cantante, “Chavela pasó sus últimos años decentemente, pero sin lujos. La casa era de alquiler y pagaba por ella 4.000 pesos al mes (algo menos de 250 euros), que abonaba María Cortina”. Además, Chavela tenía que sufragar la atención permanente de dos enfermeras, Loren y Lily, a quienes llamaba “mis ángeles”. Consultada por este periódico, Patricia Escobedo, gerente del Hospedaje Quinta La Monina, última residencia de la cantante, confirmó estos datos.

¿Y cómo es que no tenía nada una primerísima figura de la canción adorada en varios países? Sánchez Guzmán asegura que “con las grandes compañías había firmado en su día un contrato sin asesoramiento y casi no recibía nada”, y que sus dos últimos álbumes, producidos por Discos Corasón, editados en plena crisis discográfica, le proporcionaban una cantidad muy modesta. Esta falta de recursos pudo ser deliberada, según cuenta el productor: “Al final de su vida me dijo que se había bebido todo y que, como no tenía familia, se había divertido mucho y quería morir sin dejar problemas”.

¿Es creíble esta versión? Las discográficas para las que trabajó Chavela consultadas no lo aclaran, pero Diego A. Manrique, crítico musical de EL PAÍS, asegura que “es francamente posible”. “Primero, porque en aquel tiempo se firmaban contratos leoninos. Esos discos se han seguido vendiendo en ediciones baratas. Y además, para cobrar de esos lanzamientos había que estar muy encima de las compañías, ser muy pesado y mirar todo con lupa. Y Chavela no tenía una estructura empresarial a su alrededor que se encargara de pelear. Y segundo, porque el gran dinero está en la composición, no en la interpretación, y su obra se reduce a la mitad de Macorina y poco más”. Además, la vida de La Chamana pasó por enormes altibajos. En los noventa, el editor Manuel Arroyo primero y Pedro Almodóvar después relanzaron a la cantante, cuya carrera agonizaba y a quienes muchos en México daban por muerta.

En toda esta polémica no ha faltado tampoco el debate sobre la pertinencia de su último viaje a España, el pasado julio, expreso deseo de la cantante, pero cuestionado ahora por la familia debido a su delicado estado de salud. “Antes de salir fue sometida a exámenes cardiológicos, neumológicos y renales, y comprobamos que se daban todos los requisitos para que viajase. De hecho, llegó a España y visitó el Museo del Prado. Fue después cuando se sintió mal”, asegura el que fue su médico en esta última época, José Manuel Núñez. “En España fue atendida magníficamente en un hospital de mucho renombre. Allí guardó el reposo exigido, pero su deseo era volver. Hay que conocer el carácter de Chavela para saber que cuando quería hacer algo, simplemente lo hacía”. Diez días después de regresar, falleció. Sobre cuestiones personales y familiares, Núñez reconoce que la artista siempre lo mantuvo al margen de cualquier conflicto. “Yo solo conocía a María y a sus cuidadoras, a nadie más. Nunca vi a ningún familiar”.

No sabemos qué diría Chavela de esta triste disputa, pero sí que se ocupó más de vivir que de pensar en lo que sucedería cuando ya no estuviera. Hace cuatro meses, cuando fue entrevistada por EL PAÍS, pronunció unas palabras que entonces no se publicaron y que ahora, cuando se ha discutido hasta el lugar donde esparcir sus restos, parecen proféticas: “Una vez que te hayas muerto, que te tiren en un río, que te tiren en un pozo, que te tiren en una montaña, que te tiren en una hoguera, da lo mismo. Ya no existe nada salvo, quién sabe, esa cosa que inventó alguien que se llama alma y que nadie ha visto”.

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