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Adiós a un caballero de las letras
Columna
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De estirpe bostoniana

Michael Korda cuenta en sus memorias que el mundo de la edición cambió en Norteamérica el día en que salió a Bolsa una de las grandes editoras del país. Hasta entonces -cuenta- la edición había sido un asunto de caballeros y desde entonces se convirtió en un asunto de mercaderes. En Europa, los caballeros mantuvieron la cara: Einaudi, Feltrinelli, Fischer, Gallimard, Unseld, Unwin... míticos apellidos cuya labor cultural ha marcado las líneas editoriales del pasado siglo.

Jaime Salinas pertenecía por derecho propio a esa estirpe desde su estrecha colaboración con uno de los grandes, Carlos Barral, que fue su estreno en España. Participó sustancialmente en la creación del primer sello moderno del libro de bolsillo en España, Alianza Editorial, determinante en la formación de toda una generación de lectores españoles, y fue el creador de una de las marcas editoriales de mayor proyección literaria en nuestro país: Alfaguara. Como sucedía con los grandes editores, supo rodearse de excelentes colaboradores a los que apoyó y regañó con la misma decisión. Las legendarias portadas azules de su Alfaguara resumen a la perfección su ideario: preferencia estética por la nobleza y austeridad del diseño; tipografía en portada -para la cual se alió con Enric Satué-; atención principal al nombre del autor sobre el título de la obra -lo cual era todo un programa de intenciones-; reconocimiento al valor de la traducción al sacar a cubierta el nombre de los traductores de cada obra...

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A lo largo de 40 años de historia de España ha estado en el centro de la mejor labor editorial y cultural de nuestro país. Era tan exigente con los demás como consigo mismo; trató al creador con admiración y benevolencia, pero sin plegarse a ningún capricho; soportaba las bromas que le hacíamos sobre su savoir faire con razonable paciencia y dio lecciones de comportamiento a muchas personas necesitadas de las mismas. Jaime era, en realidad, un editor bostoniano que contribuyó decisivamente a quitar el pelo de la dehesa a lectores y editores españoles. Solía pasar los veranos en Islandia, donde ha terminado por atraparlo el invierno.

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