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Reportaje:

Audiard, el reventador de géneros

'Un profeta', el nuevo trabajo del director francés, juega con ideas del 'thriller' carcelario o las historias de fantasmas - El filme compite por el Oscar

Gregorio Belinchón

Puede que el sombrero sea sólo pura apariencia, que su mirada turbia haya sido ensayada ante un espejo, o que se rape la cabeza en una lucha estética contra la alopecia. Puede. Sea fachada o autenticidad -y este observador se decanta por la segunda-, Jacques Audiard (París, 1952) destila contundencia. Una roca.

Como su cine, seis películas con puntales como Un héroe muy discreto (1996), Lee mis labios (2001) o De latir mi corazón se ha parado (2005). Su último trabajo, Un profeta, es finalista al Oscar al mejor filme de habla no inglesa tras ganar en Cannes el Gran Premio del Jurado. Thriller carcelario sin hurgar en las celdas, filme de fantasmas sin jugar a lo sobrenatural, Un profeta juega a moverse dentro de géneros para luego torpedearlos. Y en eso, Audiard disfruta como un crío: "Visitamos algunas cárceles, aunque no rodamos en una. Porque claro que busco un filtro documental, pero queríamos que quedara claro que era una ficción. Que no nos devorara la realidad".

"Como espectador, me interesa que me hagan pensar y a la vez me sorprendan"
"Mi personaje no es maquiavélico. Su inteligencia es oportunismo"
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En cuanto a la tan cacareada y aplaudida ruptura de géneros de Un profeta, Audiard recuerda que al inicio del rodaje no sonaba tan bien. "Hoy es muy fácil hablar de todo esto, pero hace un año estábamos desnudos ante Dios. No teníamos ninguna seguridad. Sí era una intuición cierta; después había que ver si eso iba a funcionar. Me refiero a que por supuesto necesitaba un enfoque realista, pero que ante todo debía usar el cine. Es una película. Si hablamos de filmes carcelarios o series como Prison break, esos trabajos tienen esquemas que no me interesan ni he seguido". ¿En esa desnudez ante Dios estaba cómodo? Audiard mira y sonríe: "Hubo muchísimas dudas. De hecho, nos costó redactar el guión tres años, en un proceso muy difícil, y eso que nos basábamos en algo ya escrito".

Esa labor de destilación, de duro trabajo, se nota en el estilo Audiard: en sus películas el público siente que las vidas de los protagonistas pueden cambiar radicalmente en un segundo, y a la vez que están viendo un filme muy meditado. "Claro, porque a mí como espectador también me interesan esos largos que me hacen pensar y a la vez me sorprenden. Eso está relacionado con la construcción de la historia. Construyo y luego desconstruyo, tanto en guión como en rodaje".

Un profeta, como la vida de su protagonista, Malik, muestra dos mundos: el cerrado de la cárcel, una vida marcada por horarios y rígidas escalas de poder, y el de la calle, abierto. Porque Malik entra y sale de prisión, en régimen abierto. Dentro es el criado del jefe de una banda de corsos, el buen árabe tonto. Fuera se convierte en el líder de su propia camarilla. "Lo aprendido en un entorno cerrado lo aplica en el exterior y funciona. Ese saber tiene valor y tiene eficacia. Es fundamental que vuelva a la cárcel, en donde retorna a su papel de servidumbre". A sus espaldas, callado hasta ese momento, interviene en perfecto español el coguionista Thomas Bidegain: "Es la ironía dramática de la película. El personaje hace en la calle cosas tremendas y regresa todos los días a las siete y media de la tarde a que le miren el culo en la entrada. Cuantas más veces vuelve a la cárcel, más aprende para triunfar en el exterior. En cualquier caso, vuela por debajo de los radares del campo de atención de los corsos y de los árabes".

Porque Malik, ese protagonista en quien pivota la acción es, según sus dos creadores, "un árabe bueno, el sirviente perfecto". Inteligente, angelical, ¿maquiavélico? "Para mí, no es maquiavélico. Su inteligencia se relaciona con el oportunismo. No usa el poder de los otros y sus objetivos van cambiando: de sobrevivir pasa a montar un negocio. No quiere el poder desde el inicio. Ni es cínico. Y si fuera maquiavélico, no tendría moral, y él la tiene. Por eso nos identificamos con Malik, por su sentido moral elevado, porque tiene virtudes. Y no busca el poder, sino que al entrar en prisión ni siquiera tiene identidad. El poder es secundario, sólo le sirve para autodefinirse".

Aquí llega otro bombazo de la historia: a Malik le acompaña en la celda el fantasma de un compañero al que le obligan a matar al inicio de su vida carcelaria. "Con él visualizamos su conciencia. Es una idea del guionista [Bidegain protesta y asegura que nació de ambos]. Malik no es un Tony Montana que mata a uno, luego a dos más, después a otros tres... Como si la vida fuera un videojuego. Malik sufre el peso de su crimen, tanto que ese muerto le acompaña en la celda. Si Montana compartiera camastro con sus muertos, al tercer cadáver lo habría dejado".

¿Cree Audiard en el concepto cineasta de autor? Antes de responder, dispara de broma al periodista. "Ésta es una conversación que necesita mucho tiempo. ¿Qué es cine de autor? Puede que uno opuesto al industrial. Yo no sé si encajo en la definición creada por la nouvelle vague, sino que soy defensor de una herramienta primordial: el guión. El cine de autor tiene una mirada particular sobre el mundo y la realidad. Si no la hay, no es de autor".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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