Cicerone en Roma
A Le Clézio lo hemos conocido Pilar del Río y yo en Roma, a principios de los noventa, cuando ni uno ni otro soñábamos con ser algún día premio Nobel de Literatura. Estábamos allí en una reunión de Unión Latina, como miembros de un jurado. Él estaba también con su mujer, y nos dijo que no conocían Roma. ¿Cómo, un escritor francés, de aquí al lado, no conoce Roma?, le dije. Habíamos congeniado muy bien en el jurado, y nos ofrecimos a servirles de cicerones. Y no los llevamos -entre otras cosas, porque no había mucho tiempo- por la Roma de los monumentos, sino por la Roma de los barrios tradicionales, donde la vida no es que se haya mantenido inmóvil, ni mucho menos, sino que siempre ha sido la misma, vital y eterna. Él tenía la imagen de la Roma monumental y ese paseo juntos le dio una nueva perspectiva del lugar, así que tenemos el orgullo de habérsela enseñado nosotros. Me pareció en ese recorrido una persona sencilla, hasta el punto de que un escritor puede ser sencillo, y también me pareció muy simpático, abierto, comunicativo. Y éste es el recuerdo que tengo de él cuando no era Nobel. Ni él lo era ni yo lo soñaba. Como escritor sé que es un escritor estupendo, tiene muchísimas cosas que me gustan mucho, tanto en la vida como en la obra.