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EL VIAJERO HABITUAL | MI AVENTURA
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El amanecer de la esfinge

EL PAISAJE estaba difuminado por las sombras. Espectros agitaban sus brazos cediendo ante la brisa que subía desde el Nilo. Ante nosotros, una inmensa bola de fuego ascendía por una de las aristas de la pirámide de Keops. El cielo, de un brillante anaranjado, estaba aún bajo el influjo de las sombras, que, ante las escalonadas pirámides, se batían en retirada. Un nuevo amanecer iba descubriendo la eterna guardiana. Había merecido la pena madrugar. Las siluetas de las otras dos figuras milenarias surgieron y contemplamos aquella belleza en silencio. Las palabras de Sherezade flotaban en el ambiente: "Bagdad es el paraíso. El Cairo es la madre del mundo".

Una cosa era ver desde lejos las pirámides, con el sol a sus espaldas, y otra muy distinta estar a menos de diez metros. Ir subiendo poco a poco la vista hasta encontrar la cúspide a casi 150 metros del suelo. Su belleza no tiene igual, no hay nada comparable a la perspectiva de la Gran Pirámide. Su belleza es indescriptible. Situarse ante ella provoca una sensación extraña: mitad fascinación, mitad incredulidad.

Desde una colina cercana vemos toda la meseta. Las tres pirámides, colocadas estratégicamente para que queden alineadas con el cinturón de Orión. Cada pirámide es un asteroide. Es una visión inimaginable para el turista, acostumbrado a grandes agujas de cristal y acero rasgando el cielo de las grandes ciudades europeas. Y pensábamos que nosotros habíamos inventado el mundo; ilusos.

La esfinge también esperaba su momento para aparecer. Oculta detrás de unas rocas que la rodean por tres de sus lados. Su tamaño sólo lo supera la Estatua de la Libertad. Sólo su cabeza permanece visible al ojo del turista; una cabeza que luce con orgullo el nemes, el tocado de los faraones. Su cara, mutilada por el paso del tiempo, sigue desprendiendo una belleza mágica. Su cuerpo, esculpido en la roca viva, esa misma que sirve de base a las tres pirámides, simula el cuerpo de un león. La esfinge de Giza nos da la bienvenida a su territorio. A su espalda, las tres pirámides; ante ella, turistas y turistas se postran ante la guardiana de los dioses.

Cuéntenos su viaje a sus destinos favoritos, en 30 líneas y con alguna fotografía. EL PAÍS (El Viajero). Miguel Yuste, 40. 28037 Madrid. Los autores de las cartas publicadas recibirán una camiseta especial de El Viajero.

El autor de la carta y su novia, Tamara Vega, ante la pirámide de Keops y la esfinge de Giza.
El autor de la carta y su novia, Tamara Vega, ante la pirámide de Keops y la esfinge de Giza.

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