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Reportaje:VIAJE DE AUTOR

El paseo tranquilo por Funchal

Un recorrido secreto y lleno de sorpresas por la capital de Madeira

Enrique Vila-Matas

Fui a Funchal sin saber casi nada de Funchal. Fui, si mal no recuerdo, huyendo de algo. Compré un billete y salí en el primer avión que encontré, hice escala en Lisboa y después sobrevolé el Atlántico y en pocas horas me encontré en Funchal, que -ahora, bien que lo sé- es una pequeña ciudad maravillosa, situada en la fachada sur, la más soleada, de la isla de Madeira. Me acuerdo de que, una vez en el hotel, lo primero que advertí fue que la mayoría de clientes eran ancianos. Meses después sería el novelista Martínez de Pisón quien, en su caso sin huir de nada, haría su personal viaje vertical a Funchal, también con poca información sobre la ciudad, y lo primero que detectaría sería la masiva presencia de parejas de ancianos ingleses, aunque lo haría de una forma más bien maniática o perversa, pues fue ya incapaz de ver parejas de jóvenes en todo el resto de su estancia.

Yo, el día de mi llegada a Funchal, vi ancianos, pero eso fue en el hotel, en los primeros momentos, iban todos disfrazados de tenistas. Después, al salir a pasear por las calles de la ciudad, ya vi de todo. Vi de todo menos a ese extraño tipo con bigote que en Funchal, en una novela de Millás, sale de un portal negro de la Rua do Carmo. 'Un tipo que llevaba un ataúd infantil debajo del brazo con la naturalidad con la que otros llevan una barra de pan'.

Eso no lo vi, eso al parecer lo vio Millás de verdad en Funchal y lo incluyó en su novela, pero yo no lo vi, ni creo que lo pueda ver nunca. De todos modos, en la Rua do Carmo estuve frente al portal negro -sólo hay uno, de modo que ése tenía que ser el portal-, segundos antes de que, sin casi darme cuenta, iniciara allí mismo un lento, intenso, inolvidable paseo a pie, un paseo de una hora aproximada de duración, un recorrido agradable y elegante, por un camino siempre paralelo al mar, a la sombra de árboles centenarios: un paseo que podemos, pues, decir que empieza en la Rua do Carmo y que va cambiando de nombre, pues en realidad es un paseo formado por varios paseos distintos que, llevándonos hacia la elegante Estrada Monumental, nos van alejando del centro de la ciudad.

Comienza -aunque si se quiere, como pronto se verá, también puede tener matices alocados- el tranquilo paseo en la Rua do Carmo y sigue por la Rua do Aljube. Precisamente en esta calle, al lado de una parada de venta de flores, escuché aquel día la música de un acordeonista callejero que tocaba una canción tremendamente nostálgica que me hizo sentirme de repente dentro de una novela, me inspiró la historia de un tipo triste que llegaba a una isla perdida del Atlántico donde no le esperaba nadie, una historia que acabó convirtiéndose en una novela. La escribí y desde entonces, a modo de ritual, siempre que voy a Funchal celebro la ocurrencia novelera de aquel día y el descubrimiento de ese admirable y elegante paseo y vuelvo a la Rua do Carmo y luego voy hacia la Rua do Aljube (donde está siempre esperándome, cada vez más nostálgica y demoledora, la música fundacional del acordeonista) y paso por delante de la catedral y sigo por la avenida de Arriaga, donde junto a la avenida de Zarco hay un café en una esquina abierta a los cuatro vientos, un café que sustituye al que allí había antaño y que en sus días fue, según un poeta local, 'el café de la esquina más cosmopolita del mundo', y donde por lo visto ahí se reunían para arreglar ese mundo muchos personajes llegados de los más variados países, cada uno -que diría Pessoa- con sus metafísicas perdidas y sus filosofías solitarias.

Andando por la avenida de Arriaga pasaremos por delante del teatro Baltasar Días, un ejemplo de arquitectura de fin del siglo XIX y hoy uno de los centros culturales de la isla, con un café intelectual adosado al edificio, otro lugar de filosofías solitarias y hoy heredero de la cosmopolita esquina de antaño. Iremos primero por Arriaga y después, a la sombra de sus magníficos árboles, por la avenida Do Infante, donde nos encontraremos con el nervioso casino, situado en los terrenos de la legendaria Quinta do Vigia, también conocida como Quinta de las Angustias, por la cantidad de dramas que sus paredes han presenciado. Esta mansión -donde tanta gente ha sido infeliz y donde hoy vive (dicen que feliz) el gobernador de la isla- tiene su larga historia; por ahí anduvo, por ejemplo, la emperatriz Isabel de Austria, la esposa del emperador Francisco José, es decir, la célebre Sissi, a la que le han erigido un sentimental monumento. Por ahí anduvo ella, enferma de tuberculosis, aburriéndose más de lo normal, encontrando bella la mansión y bella la isla, pero aburriéndose tanto o más que en la corte de Viena.

El Reid's, un legendario hotel

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Aunque también se sabe que donde no se aburría nunca era en el legendario Reid's, todavía hoy uno de los mejores hoteles del mundo y que se cruzará en nuestro paseo cuando, dejando atrás el casino y la Quinta do Vigia y también los hoteles Savoy, Casino Park, Madeira Carlton, Madeira Palacio y Baia Azul, lleguemos al centro mismo de la Estrada Monumental, allí donde está, con su jardín de altas palmeras y su mundo de brillantes recuerdos, ese gran hotel inglés: finca de cuatro hectáreas entre jardines subtropicales perfumados, siempre en flor, cruzados por caminos empedrados que se abren entre rosales, geranios, cedros, cipreses, palmeras y otros árboles exóticos de la isla; finca desde la que se puede contemplar la inmensidad del Atlántico que se abre a sus pies.

Sissi fue, en efecto, una de sus más famosas clientas. Pero ahí han estado también, entre otros, George Bernard Shaw (que se dedicó a sus 71 años a ir a clases de baile y firmó una foto a su profesor, Max Rinder, en la que le decía: 'Al único hombre que en toda mi vida me ha enseñado algo'), Rainer María Rilke, el dictador cubano Fulgencio Batista (cuando fue derrocado por Fidel Castro), Carmen Polo de Franco (de la que guardan en una vitrina una fotografía en la que se la ve suspendida en una típica hamaca, portada por dos sonrientes mozos madeirenses), William Somerset Maugham, Sergio Pitol (que escribió un cuento, El oscuro hermano gemelo, que tiene lugar en ese hotel: 'Como ejemplo de distinción comentó que en el Reid's servían el té con unos bocadillos de pan oscuro con una capa de mantequilla y rebanadas de pepino, como era lo verdaderamente chic en el siglo pasado') y Winston Churchill, que en sus estancias en Funchal se dedicaba a pintar los jardines del hotel y sobre todo Cámara de Lobos, un pueblo de pescadores del sur de la isla por el que sentía una especial debilidad.

Visitar el Reid's es una interesante experiencia. La etiqueta es, a según qué horas, muy exigente. Los bocadillos de pan oscuro y las rebanadas de pepino de las que habla Pitol siguen estando presentes a la hora del té. El atardecer, en la terraza principal, es un espectáculo solemne que transcurre en medio de un silencio llamémosle inglés (o escocés), un silencio casi intimidante y algo rancio y al que ya sólo le faltaría un mayordomo que anunciara el crepúsculo.

El hotel lleva el nombre de su constructor, el escocés William Reid, que fue primero grumete y luego comerciante de vinos y que acabó haciendo una fortuna que iba a permitirle llevar a cabo su sueño de construir un hotel que estuviese a la altura de los gustos distinguidos de la nobleza de fin del siglo XIX. Para construir su sueño contrató al arquitecto que levantó el famoso hotel Shepheard en El Cairo, eligiendo para su emplazamiento el lugar desde donde se tenía la vista más impresionante de Funchal. El hotel se alza en lo alto de un acantilado y desde allí se divisa un espléndido panorama del Atlántico, del activo puerto y de la vieja ciudad de Funchal.

Del Reid's, por no poder pagar el alto precio de sus habitaciones, tuvo que marcharse el pobre Carlos I, el último emperador de Austria, exiliado en Madeira al terminar la I Guerra Mundial, un hombre esencialmente católico y gris y con notable tendencia al infortunio, como lo prueba el que él y toda su familia tuvieran que cambiar el Reid's por la Quinta Gordon, una casa en el pueblito de Monte, situado encima de Funchal: una casa junto a la iglesia de Nostra Señora do Monte, donde murió de neumonía medio año después de su llegada y donde su esposa, dada la imposibilidad de enterrarle en la cripta de los Capuchinos de Viena, le buscó sepultura antes de abandonar la isla con sus siete hijos. Monte bien vale una visita. Al pie de la iglesia hay una fuente de agua con fama de curar enfermedades y ser milagrosa, y yo quiero aquí dar fe de que, en efecto, lo es, es milagrosa (lo he comprobado en mis propias carnes), aunque no pudiera o no quisiera quitarle la neumonía al último emperador de Austria.

Vértigo en el teleférico

Y ahora llega el momento de decir que otra opción o un modo más alocado de llevar a cabo este paseo ritual por Funchal consistiría en subir al pueblo de Monte en el moderno teleférico de absoluto vértigo que han inaugurado recientemente y, una vez ya situados en él, ver allí la tumba del emperador y poco después, cerca de la fuente de agua milagrosa, iniciar otro tipo de aventura vertiginosa, un rito turístico muy bestia y muy arraigado: descender locamente la cuesta de cinco kilómetros hasta Funchal en un tobogán o carro de cesto, escoltados por un par de fuertes carreiros. El carro, después del susto considerable que habremos vivido, nos dejará en el centro de Funchal, cerca nada menos que de la Rua do Carmo, donde allí, si así lo deseamos, podremos iniciar un tranquilo paseo tras la bajada enloquecida y pasar por las estaciones de rigor, tal vez más atractivas que nunca después de la locura: la Rua do Aljube con su acordeón inspirador, la parada de venta de flores, la avenida de Arriaga, la avenida Do Infante, el nervioso casino, la tristeza funeral de la Quinta do Vigia, el monumento dedicado a Sissi, el hotel Savoy, la rígida etiqueta del Reid's, la Estrada Monumental. Pocas perspectivas conozco tan felices como ésta de, tras habernos lanzado locamente desde lo alto de Monte, poder llevar a cabo a continuación el paseo tranquilo por Funchal. Pero, por supuesto, para que sea una perspectiva realmente feliz, es preciso que, como diría ese gran paseante que fue Robert Walser, nuestro estado de ánimo, al encontrarnos en plena calle luminosa y alegre, oscile entre el romanticismo y la extravagancia. Entonces veremos -y más estando en un lugar tan bello como Funchal- cómo toda la fealdad del mundo se disipa y cómo la vida nos parece igual de agradable que si la estuviéramos viendo por primera vez.

El jardín botánico de Funchal cuenta con más de 2.000 especies, muchas de ellas características de la vegetación subtropical del archipiélago de Madeira.
El jardín botánico de Funchal cuenta con más de 2.000 especies, muchas de ellas características de la vegetación subtropical del archipiélago de Madeira.WERNER OTTO

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

Población: Funchal tiene 99.244 habitantes. Prefijo telefónico: 00 351.

Cómo ir

- TAP Air Portugal (901 11 67 18). Vuelos diarios desde Madrid, vía Lisboa, a Funchal. 272 más tasas.

Dormir

- Reid's Palace (291 71 71 71). Estrada Monumental, 139. Funchal. La doble con desayuno, 275 euros.

- Sirius (291 22 61 17). Rua das Hortas, 29/37. Funchal. 44,39 euros.

Viajes organizados

- Abreu (en agencias). Siete noches en Royal Orchid (cuatro estrellas); desayunos y vuelos desde Madrid, a partir de 434 euros.

- Portugal Tours (en agencias). Tres noches en hotel de cuatro estrellas; desayunos y vuelos, desde 300.

Información

- Oficina de Turismo de Portugal (902 19 00 19; www.portugalinsite.pt).

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