Cuando Gades se puso a inventar
Estas Bodas de sangre que hemos vuelto a ver nos lo confirma: es no sólo una de las obras fundamentales entre las coreografías de Antonio Gades, también un clásico de la danza flamenca. Una verdadera joya, con sus apenas 40 minutos de duración. La primera en que Gades se puso verdaderamente a inventar, rompiendo muchos corsés intocables hasta ese momento.
Las recupera Elvira Andrés, y las recupera tal cual las creara Gades, quien firma la dirección, la coreografía y la iluminación. Una adaptación sobria e inteligente de los textos de García Lorca, realizada por Alfredo Mañas, con escenografía y trajes de Francisco Nieva, más una música flamenca bella y efectiva de Emilio de Diego, integran la suma de talentos que hacen posible el pleno acierto. La tragedia de los amores no correspondidos, que culmina en esa memorable lucha a muerte lenta de los dos hombres, es desarrollada con exquisito equilibrio para que no derive hacia el dramón impresentable.
A la luz, Mujeres, Bodas de sangre
Compañía de Danza Española Elvira Andrés. Teatro Villamarta. Jerez, 1 de marzo.
Gades ha hecho una obra bellísima y emocionante en la que el lenguaje flamenco es determinante. No sólo la danza, sino el cante, la música, las palmas, los ruidos, los silencios... ¡Qué admirable la utilización de los silencios, cargados de una tensión que lastima! En Bodas de sangre, Gades sentó probablemente las bases de toda su estética posterior, que fue enriqueciendo con nuevas ideas y un aluvión de recursos renovados.
Elvira Andrés y los suyos interpretan la obra con enorme dignidad. No es fácil, pues inevitablemente las mentes de los espectadores evocan unas presencias tan carismáticas como las de Gades y Cristina Hoyos, pero hay que reconocer el buen arte de esta joven formación. Calvo de Mora (el novio), María Nadal (la madre), Inma Garrido y Óscar Jiménez dan la réplica con medida justeza a una Elvira Andrés transformada en novia atormentada, donde se muestra dúctil y sensible, aunque nos parece que en la tremenda situación final queda un tanto desdibujada.
Repetimos lo que ya dijimos hace pocos días, que la recuperación de estas obras maestras de la danza española es una necesidad de gran interés.
En la primera parte, Elvira Andrés no bailó, pero fue la coreógrafa de dos ballets de factura moderna, sobre músicas -quizá en exceso monocordes ocasionalmente- de Emilio de Diego y Víctor M. Martín. Obras colectivas, interpretadas por el cuerpo de baile de la compañía, que es disciplinado, tiene un punto de estilo y una destacada bailarina solista que se llama Mayte Bajo. No se cuenta nada en profundidad, por lo que acaso nos queda la sensación de una cierta trivialidad, pero el factor estético está muy cuidado y es su gran atractivo.