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La noche triste de México

Humillados, los mexicanos terminan coreando el nombre del rival más odiado, EE UU, el vecino que les salvó del fracaso futbolístico

Juan Diego Quesada
Los jugadores de México, tras encajar el segundo gol.
Los jugadores de México, tras encajar el segundo gol.JOHAN ORDONEZ (AFP)

Estados Unidos podía tener la purpurina de Hollywood, el control de la frontera común, el ejército más poderoso del mundo, podía haberse apropiado de la mitad del territorio mexicano a mediados del siglo XIX, pero todos esos argumentos se diluían cuando su vecino del sur hacía notar su superioridad en el fútbol, el deporte más universal. Una generación entera de mexicanos creció con ese consuelo, menor o no, pero consuelo al fin y al cabo. Por eso que el martes la afición acabase gritando por las calles "USA, USA, USA!" y celebrando como suyos los goles de la selección estadounidense que salvaron al Tri de quedarse fuera del Mundial supone un antes y un después. La última fortaleza del orgullo futbolístico mexicano fue asaltada en una noche triste.

Nadie representó mejor el sentir mexicano que Christian Martinoli, comentarista deportivo de TV Azteca. El equipo nacional agonizaba en Costa Rica, impotente, capaz siquiera de merodear la portería de los ticos. La selección perdía 2-1 y la televisora conectó con Panamá, donde todo dependía de un gol de EE UU. Llegó en el minuto 92. "¡Gol de Estados Unidos! We love you, we love you, forever and ever. ¡God bless America! Estados Unidos nos mete en la reclasificación, ustedes no, ustedes los que están de verde no. Que les quede claro toda su vida: ustedes no hacen nada por la camiseta", narró con pasión Martinoli. Lejos de clasificarse con orgullo, México tendrá una nueva oportunidad de estar en Brasil si vence a Nueva Zelanda, un subterfugio que el equipo nacional no utilizaba desde 1962.

En una encuesta de la revista Nexos se le preguntaba a los mexicanos cuál es el país al que menos les gustaría parecerse y la mayoría dijo que a Estados Unidos. Al mismo universo de personas se le preguntó a cuál es el país al que más les gustaría parecerse, y la respuesta fue la misma. La relación entre las dos naciones tiene tintes esquizofrénicos.

El polítologo Agustín Basave ha ahondado en ese toma y daca de dos vecinos condenados a entenderse. El escritor acuñó los términos gringaderas para referirse a los desplantes de los estadounidenses hacia los mexicanos, y gringonerías para expresar la admiración que sienten los mexicanos por los logros americanos. Basave se quedó muy sorprendido de la reacción de los mexicanos en redes sociales a las bromas de los gringos que alardeaban de haberles hecho un favor. "Fue fundamentalmente con sentido del humor. No fue de enojo o virulencia, como habría pasado en otras épocas. En México la relación con EE UU es muy delicada y cualquier cosa que digan ellos puede tocar fibras sensibles. Esta vez, pese al trauma que acabábamos de vivir, la gente se lo tomó a broma. Nuestra sociedad demostró ser más madura", razona.

Como muestra de lo que ocurría anteriormente baste la anécdota del presidente Jimmy Carter, que en un discurso en el DF disculpó su tardanza por haber sufrido el mal de Moctezuma, como se conoce a un dolor de barriga típico de los visitantes que atacan con alegría la comida mexicana. El enfado del presidente mexicano López Portillo fue muy visible. Desde ese momento la gira por el país del mandatario norteamericano perdió fuelle.

El escritor Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) recuerda casi con nostalgia cuando la selección mexicana ganaba con facilidad a EE UU, de local o de visitante. Las gradas de los estadios norteamericanos estaban repletas de compatriotas. Allí estaban a otra cosa. "Hace 15 años las fuerzas se nivelaron y los partidos entre nosotros se convirtieron en un tabú. En el Mundial de Corea y Japón incluso nos eliminaron. Les tenemos tantas ganas que no podemos vencerles. La paradoja es que ahora incluso hemos tenido que depender de ellos para clasificarnos. Es una situación vergonzosa", lamenta Villoro al otro lado del teléfono.

El equipo mexicano califica porque casi no le queda otra. Se enfrenta a países pequeños con poca tradición futbolística. Después de un lastimoso camino por la fase de grupos tiene ante sí una nueva oportunidad. "México ha ido a 14 mundiales por posición geográfica, no por calidad", le entra al debate el legendario periodista deportivo José Ramón Fernández. Hubo quien le quitó dramatismo y se lo tomó con humor. "Gracias USA. Quédense con Texas y California. ¡Vamos México!", dijo Mario Delgado, senador por la Ciudad de México.

¿Estados Unidos salvando in extremis a su vecino? El politólogo Sergio Aguayo cree con humor que fue parte del acuerdo informal que el embajador Dwight W. Morrow y el presidente mexicano Plutarco Elías Calles firmaron en 1929: una y otra nación debían ayudarse en caso de necesidad. Aguayo considera que lo que se ve sobre una cancha de fútbol es un microcosmos de las virtudes y defectos de las sociedades. "Es lo que vimos ayer. Una selección mexicana mediocre, pusilánime y unos cronistas aun más mediocres. Y al final un rescate… como el de 1995", dice Aguayo.

Los mexicanos se las prometían muy felices después de ganar el oro olímpico en Londres 2012 frente a la todopoderosa Brasil, pero desde entonces el equipo ha ido a la baja, de mal en peor. Se ha cuestionado durante estos meses el compromiso de los futbolistas, sus excentricidades de niños ricos, sobre todo de los que juegan en Europa y vienen a disputar estos partidos de la Concacaf, frente a selecciones teóricamente inferiores, con aires de grandeza. Lo vivido en Costa Rica fue un baño de realidad para ellos. El mejor ejemplo es la entrega de los muchachos de las barras y las estrellas que, sin nada en juego, apretaron hasta el final en Panamá.

Leon Krauze, periodista y escritor, acaparó buena parte del debate en Twitter, vivo y en llamas desde hace 12 horas. Pidió un monumento para Zusi, el jugador norteamericano que con su testarazo clasificaba a México, sin duda el tanto de su carrera que más feliz a hecho a más gente, por mucho que sea la afición contraria. "Vaya circunstancia futbolera de hoy para nuestros viejos y peores complejos… Asombroso", escribió horas después. La red se había incendiado con comentarios sobre la compleja relación que une a estos dos países. El tópico "tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos" se viró. México, al menos por un tiempo, agradecerá a su vecino del norte, admirado y odiado en proporciones similares, su existencia.

En el mundo del fútbol tampoco gustó nada que tenga que ser EE UU la nación salvadora. "Se está celebrando el pasar a un repechaje ya no de panzazo, de milagro. El aficionado mexicano no olvida, cuando empiecen a jugar con sus equipos verán las rechiflas, el repudio hacia ellos va a ser grande por la falta de orgullo", dice con crudeza José Luis López, un exinternacional que disputó el Mundial de España 82. El entrenador mexicano Vucetich aportó en rueda de prensa que esta nueva oportunidad hace justicia a los suyos pero lo cierto es que los jugadores estadounidenses hicieron el trabajo sucio. Vucetich se negó a agradecer nada a sus vecinos del norte. "Y me parece lógico", tercia Villoro, "fracasar ha sido para nosotros cuestión de método. No le hemos atinado ni a perder. EE UU no hizo eso por benevolencia sino por pundonor deportivo. Suena exagerado pero depender de EE UU es como si nos estuvieran devolviendo Texas". La noche más triste de México fue esa en la que cayó en la cuenta de que también necesitaba a EE UU en el fútbol.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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