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Federer es insaciable

Con casi 32 años, el número dos busca hoy (9.30) las semifinales tras dar una lección de hambre competitiva durante el torneo

J. J. MATEO
Federer y Tsonga, tras el partido.
Federer y Tsonga, tras el partido.Mark Kolbe (Getty Images)

Jo-Wilfried Tsonga amenaza con pegarle un pelotazo a Roger Federer. Acaba de cruzar al lado de la pista de su contrario persiguiendo una pelota imposible. A los 27 años, hecho un gigante, el francés no entiende cómo puede ser que su heráldico contrario, ganador de 17 grandes, un padre camino de los 32 años, aún siga teniendo ganas de pelearse durante cinco sets para sumar su décima semifinal seguida del Abierto de Australia. Federer observa la broma de Tsonga y le sonríe. Es el único momento de asueto en un duelo de alta tensión, que ambos rivales viven con los nervios de punta. Tsonga pega y ruge. Federer, que no había perdido el saque en todo el torneo, lo cede en un solo duelo cinco veces. Sus genialidades le rescatan 7-6, 4-6, 7-6, 3-6 y 6-3 en el cara o cruz de dos tie-breaks vibrantes y le citan hoy (9.30, Eurosport) con el británico Andy Murray en semifinales.

“Jo me hizo dudar con su juego”, admitió Federer. “Cerrar la victoria fue duro. El partido entero fue duro. Siento que tuve un poco de suerte... y que fue un gran placer enfrentarme a Jo”.

Jo me hizo dudar. Tuve un poco de suerte. Fue duro....y un gran placer Roger Federer

Esa capacidad de encontrar placer en el sufrimiento, de luchar como un principiante por aquello que el veterano ya ha hecho y rehecho, mantienen a Federer en lo más alto de su profesión. Ferrer, que también está en la treintena, ha disputado casi 350 encuentros menos que el suizo. Eso, expresado en temporadas, son prácticamente cuatro cursos menos en sus piernas. Tras jugar tantos duelos, levantar tantos títulos (76) y lograr 17 grandes, más que nadie en la historia, el hambre de Federer debería estar colmada. El deseo del suizo, sin embargo, permanece intacto gracias a una refrescante perspectiva: antes que agrandar su currículo, lo que sin duda también le sirve de espuela, le interesa demostrar la vigencia de su tenis, expresado con un golpe en retroceso (el revés a una mano) y afirmar su condición de tenista intergeneracional. Cuando Federer comenzó a jugar, reinaban el pistolero Sampras y los sacadores. Cuando Federer se retire, gobernarán Djokovic y los que imponen su alto ritmo desde el fondo de la pista. A todos sin excepción les habrá ganado Federer.

Sloane Stephens, durante su partido contra Serena Williams.
Sloane Stephens, durante su partido contra Serena Williams.G. W. (AFP)

El mismo hambre insaciable que guía al número dos gobierna la carrera de la estadounidense Serena Williams a los 31 años. Ese deseo, sin embargo, no es patrimonio de los campeones. Bien lo sufrió la exnúmero uno, que, dolida en la espalda y en un tobillo, acabó eliminada en cuartos por su compatriota Sloane Stephens, de 19 años (3-6, 7-5 y 6-4). “¡Dios mío!”, reaccionó esta al borde del llanto. “¡Esto es una locura! Ahora pondré un póster de mi en mi habitación”. Hija de John, el mejor novato ofensivo de la NFL en 1988, Stephens creció idolatrando en sus paredes a la campeona de 15 grandes. Sus tiros se corresponden con la potencia de su atlética armadura, pero luego no fueron suficientes ante la bielorrusa Azarenka. “Incluso grité en la pista”, dijo Serena sobre sus dolores; “... era un poco doloroso, pero mi oponente hizo un buen trabajo”.

Serena se fue pensando en cómo asaltar el próximo grande. Federer sigue en este. Su espíritu en los grandes, donde su ambición es mayor que durante el resto del año, quedó demostrado durante las 3h 34m que se peleó con Tsonga: está dispuesto a sufrir por el título como un novato, es alérgico a acunarse en la comodidad de un currículo brillante.

Azarenka-Li, final femenina

La número uno del mundo y vigente campeona, la bielorrusa Victoria Azarenka, acabó con las ilusiones de la estadounidense Sloane Stephens, y alcanzó la final del Abierto de Australia al imponerse en la semifinal por 6-1 y 6-4. Su rival será la china Na Li, que tumbó a la rusa Maria Sharapova por 6-2 y 6-2.

La mejor tenista del planeta, sin embargo, llega a la lucha por el título presa de la ansiedad. En semifinales, necesitó cinco puntos de partido, se quejó de dolores en las rodillas y las costillas y se enmarañó en la ansiedad. "Me puse muy nerviosa", admitió, tras perder el saque cuando servía por el duelo con 5-3 en la segunda manga.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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