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Música indefinible

Can, la banda pionera del movimiento vanguardista alemán, publica su primera recopilación discográfica

De izquierda a derecha: Damo Suzuki, Jaki Liebezeit, Irmin Schmidt, Holger Czukay, Michael Karoli, miembros de la banda Can.
De izquierda a derecha: Damo Suzuki, Jaki Liebezeit, Irmin Schmidt, Holger Czukay, Michael Karoli, miembros de la banda Can.EL PAÍS

Que un grupo como Can, que pasaron a la historia por una música hecha sin reglas y sin límites de espacio o influencias, tenga una recopilación titulada The Singles, recientemente publicada, resulta a priori inesperado. La realidad afirma que, aunque fueron básicamente una banda de álbumes y de temas extensos y en ocasiones abstractos, nunca eludieron dicho formato discográfico. “Can fue una formación que integró diferentes formas musicales a su obra, y eso implica también los códigos del pop”, puntualiza por teléfono Irmin Schmidt, teclista y fundador del grupo alemán. “No tengo muy claro que se pueda hacer una distinción acerca de nuestras canciones por el hecho de que fueran publicadas como sencillos. No creo que eso haga que unas sean más pop que otras”.

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Dice Schmidt que su idea, cuando fundó Can en 1968, era hacer música con una identidad alemana a partir de estilos musicales de cualquier parte del mundo. Para ello buscó instrumentistas con diversos backgrounds. El percusionista Jaki Liebezeit —fallecido el pasado enero— venía del jazz; el guitarra Michael Karoli había estado en grupos de rock y el bajista Holger Czukay, al igual que Schmidt, procedía de la clásica. “Nos unió el deseo de hacer música europea incorporando sonidos de fuera de Europa, y que podían proceder de Turquía, Japón, Marruecos o Bali”. Schmidt, además, se había nutrido de vanguardia durante un viaje a Nueva York en el que conoció a Terry Riley y Steve Reich. Esa combinación de corrientes cristalizó en una discografía mutante que cambiaba de álbum en álbum. Lo mismo ocurre con los sencillos que fueron editando y que, reunidos en un mismo disco, ofrecen otro prisma a través del cual estudiar a una formación tremendamente influyente. “Hubo incluso alguna canción como Mother Sky, que no fue single pero fue un éxito en las discotecas alemanas del momento; así que si estuvo sonando en un contexto así ya no solo es experimental, también es pop. Nunca esperamos tener un éxito comercial porque en realidad no esperábamos nada, solamente hacer lo que creíamos que debíamos hacer”. Así y todo, y a pesar de su sonido atípico, Spoon llegó a los primeros puestos de las listas alemanas. “La percusión, hecha con una caja de ritmo y batería tradicional, no tenía nada que ver con lo que se hacía en 1971. Representa muy bien una de las facetas de nuestro trabajo, crear canciones breves y concisas, que a veces adquieren un formato pop y a veces derivan en algo más arty como es el caso de Mushroom, la cual considero una de nuestras obras maestras”.

Hubo muy pocas ocasiones en su trayectoria en la que Can compusieran una canción para que fuera editada como sencillo. Turtles Have Short Legs, es uno de esos casos. “Habíamos sacado Tago Mago que tuvo una buena acogida de ventas. Estábamos construyendo un nuevo estudio de grabación y desmantelando el viejo, así que el siguiente disco no iba a ser inmediato. Para evitar que la espera se hiciera demasiado larga, la discográfica nos propuso registrar unsencillo. Alquilamos un estudio y en un solo día, sin preparar nada, grabamos la canción”. Schmidt se muestra especialmente orgulloso de su cara B, Shikako Maru Ten, ausente en antologías y reediciones previas. “Era la primera vez que tocábamos un ritmo asimétrico, un mantra que podía continuar eternamente. La canción tiene algunas influencias de la bossa, pero el ritmo proviene del este de Europa, de Rumanía, Turquía, incluso diría que Pakistán. La duración de las canciones nunca la decidíamos nosotros, se definía por sí misma”.

En momentos puntuales, y a pesar de lo libérrimo de su idiosincrasia, Can crearon algunos temas con un cierto gancho, producto también de sus aventuras rítmicas y sus fusiones estilísticas. Es el caso de Vitamin C, usada por Almodóvar en la banda sonora de Los abrazos rotos; o del que se puede considerar el único éxito del grupo fuera de Alemania, I Want More, de la que Schmidt destaca que “carece de la estructura habitual en el pop británico”. También hay bromas que difícilmente funcionan dentro de un contexto musical tan sesudo como el suyo, como la versión del villancico Silent Night o su adaptación electrónica del Can-Can. Pequeñas veleidades que apenas interfieren en el prestigio de una banda que en 2018 verá conmemorados los 50 años de su creación. Un efeméride celebrada este verano por The Can Project, banda de rock dirigida por Thurston Moore, concebida para reinterpretar temas del grupo que ayudó a definir una música indefinible con identidad alemana.

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