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Aprender a hablar en pasado

El concierto de Alejandro Sanz fue, tal vez, el primer acto nostálgico de un par de generaciones que hasta hoy solo hablaban en presente y en futuro

Sergio del Molino
Imagen del escenario del concierto.
Imagen del escenario del concierto.Luca Piergiovanni (EFE)

“Yo estuve ahí sentado viendo a los Rolling”, dijo, y señaló desde el centro del escenario a la grada que quedaba a su izquierda. Todos los que estábamos sentados y de pie viendo a Alejandro Sanz anoche supusimos que se refería al famoso concierto de 1982, hito mayúsculo en la historia musical del Vicente Calderón. Eran un gesto y una frase que cerraban (con candado y llave tirada al Manzanares) un idilio de décadas del estadio madrileño con la música pop.

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Fue una deferencia elegante hacia ese pedazo de historia cuyo colofón estaba escribiendo, pero la sensación de rito de paso era tan clara que no necesitaba subrayados. Fue el último concierto en el campo del Atleti, y la primera gran celebración nostálgica de uno de los pocos músicos españoles capaces de llenarlo. Porque Alejandro Sanz pertenece a la ya casi extinta raza de los llenaestadios.

Si los conciertos de estadio tienen un fuerte tono de liturgia laica, este lo tenía mucho más, con una masa entregada a la que era casi imposible decepcionar. A Sanz le bastaba con pasear su repertorio, sonreír un poco y abrazarse a los artistas invitados que salían y entraban del escenario. Los retrasos, los fallos de realización, los pequeños errores y hasta la relativa rigidez de la puesta en escena se disculparon con generosidad.

“Pablo, canta pa mi gente”, le dijo a Pablo López al atacar la segunda canción, y pocas veces me ha parecido más justificado el uso de la expresión “mi gente”, porque lo que anoche se reunió en el Calderón era, efectivamente, la gente de Alejandro, una muestra amplia y mucho más que representativa de las dos generaciones que le han acompañado éxito tras éxito: una mayoría de treintañeros y cuarentaypocoañeros que se partieron los corazones por primera vez al mismo tiempo que la canción (los viejóvenes, los que ya no son jóvenes pero tampoco viejos), y un grupo menor de veinteañeros (los millenials).

Era difícil encontrar a alguien que no hubiera nacido cuando salió Más [en septiembre de 1997], pero también era difícil encontrar a alguien mayor de 50. Todos en aquel estadio tenían una historia común.

Como es costumbre en los aniversarios de las estrellas, a la celebración acudieron todas sus afinidades electivas, nombres que también han acompañado las vidas del público, que tiene sus discos junto a los de Alejandro Sanz en las estanterías de cedés (los viejóvenes) o en las listas de reproducción (los millenials). Laura Pausini, Dani Martín, Miguel Bosé y otros muchos fueron a celebrar un cancionero que ya es grueso y significativo, que empezó analógico y sigue escribiéndose en digital. Lo de anoche fue, tal vez, el primer acto nostálgico de un par de generaciones que hasta hoy solo hablaban en presente y en futuro. Alejandro Sanz les enseñó a todos a hablar de sí mismos en pasado.

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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