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Coordinado por Juan Carlos Galindo
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Sergio Vera: “No creo que sobren festivales, pero creo que se está empezando a prostituir la cultura”

Entrevista con el capo de Las Casas Ahorcadas, que celebra este fin de semana su quinta edición

Juan Carlos Galindo
Vera, enquijotado.
Vera, enquijotado.

Sergio Vera es una especie de iluminado, alguien que insiste en poner Cuenca en el mapa cultural de España por la vía de la lectura. Ese empeño quijotesco le llevó a crear en 2010 las Casas Ahorcadas, un club de lectura ejemplar, radical y divertido, y un festival con el mismo nombre que celebra este fin de semana su quinta edición. Lector impenitente, de gusto ecléctico y crítica despiadada, Vera es también un gran conversador con el que, en este caso, EL PAÍS habla vía correo electrónico, quizás una buena manera de frenar una verborrea inabarcable y librarnos de algunos de sus ataques dialécticos que rozan lo impublicable.

PREGUNTA: ¿Por qué es tan complicado montar algo cultural en España? ¿O es solo en la España vacía?

RESPUESTA: Buena pregunta. Yo mismo me la hago cada vez que me embarco en la organización del festival. Y eso que apenas pido pasta, la décima parte del presupuesto de la feria del libro de Cuenca, y no cobro. A pesar de eso, me ha costado muchísimo esfuerzo y meses de trabajo reunir el presupuesto de este año. Eso sí, aprovecho (nobleza obliga) a dar las gracias al Delegado de la Junta de Castilla –La Mancha en Cuenca, a la Concejala de Cultura de mi ciudad, la Vicerrectora de Cultura de la Universidad de Castilla-La Mancha, y al gerente de la empresa Masfarné, Porque si no fuera por ellos, no habría sido posible esta quinta edición de las Casas Ahorcadas.Y esperamos que en la próxima, volvamos a contar con el patrocinio de la Diputación de Cuenca, que hasta ahora se hacía cargo del coste íntegro del evento.

Una vez, escuché a Aro Sainz de la Maza decir que el mercado editorial lo manteníamos 40.000 lectores. Eso es menos de la población de Cuenca

En cuanto a lo segundo, no puedo comparar. No he intentado organizar nada en ninguna capital. Pero supongo que será parecido. Eso sí, cuando veo que otros organizadores van llorando por las esquinas porque les han recortado el presupuesto a medio millón de euros, no sé si reír o llorar.

P: ¿Cómo se las apaña un joven sin recursos propios, sin ayudas y sin pertenecer al ámbito cultural para levantar esto?

R: Mal. Esto es como Ikea, háztelo tú mismo. Y si a eso le sumas mi discapacidad visual, ya es el acabose. El marrón termina salpicando a toda la familia y amigos. El proceso empezó en diciembre, y no sé cuándo acabará, porque después del festival hay que hacer toneladas de burocracia.

Supongo que en provincias pasa igual que en las capitales, prácticamente no lee nadie

P: ¿Por qué no lo dejó después de las dificultades para seguir este año? ¿Fue tentador el impulso de mandarlo todo a la mierda?

R: Otra buena pregunta (cada vez estoy más seguro de que te las habrá escrito algún becario….). Fue muy tentador. Pero cuando la lectura te apasiona tanto como a mí, la organización de actividades culturales es una droga.

P: ¿De dónde surge la locura de Las casas ahorcadas?

R: De Gijón. De la Semana Negra. Pero no la de ahora, sino de cuando la Semana Negra era una familia capitaneada por Paco Ignacio Taibo II. Si no fuera porque en 2009 Jerónimo Tristante, Carlos Salem, Pedro de Paz y Juan Ramón Biedma me adoptaron, y porque al año siguiente se prestaron a venir a la feria de Cuenca, Milagros Vázquez no me habría propuesto crear un club de lectura de género negro. Eso fue en mayo de 2010.

Creo que le faltan autores y editores dispuestos a arriesgar. Autores que expandan las fronteras del noir

P: ¿Qué cree que ha demostrado la pervivencia año tras año del festival y del club de lectura?

R: Que soy masoquista. Creo que cualquiera que no lo fuera habría tirado la toalla. Y más, si tenemos en cuenta que, repito, esto me cuesta dinero. Para que te hagas una idea, cuando empecé en 2010, me ofrecieron cobrar por los talleres, y yo dije que prefería destinar el dinero a comprar lotes de libros. Y al final, ni dinero ni libros. De hecho, los primeros años, los autores que nos visitaban se quedaban a dormir en mi casa, porque la biblioteca no ponía un duro (y cuando echaron a Milagros, ni siquiera se dignaban a venir a saludar a los autores).

P: ¿Quién lee en provincias?

R: Supongo que igual que en las capitales, prácticamente nadie. El último estudio sobre lectura dice que el 39% de los españoles no leyó un solo libro el año pasado. Una vez, escuché a Aro Sainz de la Maza decir que el mercado editorial lo manteníamos 40.000 lectores. Eso es menos de la población de Cuenca. Me hace gracia la idea de que los lectores de España quepan en mi ciudad.

En mi club, leemos 20 libros por curso, el cuádruple de la media nacional. Y el que no termina al menos 16, el 80%, no tiene derecho a voto en la primera fase de la elección del Tormo Negro, el premio que concedemos al mejor libro leído durante el curso. Un premio que, es lo único que se paga en el festival, ya que hemos conseguido dotarlo de 1.000 euros.

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R: No creo que sobren festivales. Pero creo que falta trabajo formando lectores. Mi tesis trataba sobre lectura y no creo que sea suficiente con organizar un evento espectacular con autores de primer nivel, si no enseñas a la gente a valorarlo. Y para eso hay que crear cantera durante todo el año. Eso sí, creo que estamos empezando a prostituir la cultura. No solo no pagamos a los escritores por venir (salvo Pamplona, que es mi modelo a seguir), sino que algunos festivales (algunos con mucho más presupuesto que el mío) no pagan ni las estancias, porque prefieren traer cien escritores en condiciones draconianas a diez o veinte remunerándoles por su trabajo. Como suelo decir cuando sale este tema, a nadie se le ocurre que llames al fontanero y vaya gratis a tu casa. Y sin embargo, a la gente le parece un crimen, y nunca mejor dicho, pagar a los escritores por su tiempo. Además, no entiendo, por qué los festivales deben durar diez días. En Francia, que tienen mucha más tradición, suelen ser un fin de semana.

P: ¿Qué le falta y qué le sobra al género?

R: Creo que le faltan autores y editores dispuestos a arriesgar. Autores que expandan las fronteras del noir como David Llorente, Víctor del Árbol o Joe Álamo. Y editores como Alrevés y Versátil, que apuesten por ellos. Estoy cansado de thrillers trepidantes y de clones de los bestsellers de turno. Y pienso que también hace falta buena novela negra para niños. Que los libros infantiles de detectives que conozco son literariamente muy pobres y argumentalmente muy ñoños. Enyd Blyton hizo mucho daño, y muchos autores te dan gato por liebre, aventurillas por misterio.

P: ¿A qué autor vivo o muerto traería si pudiera elegir a cualquiera?

R: Si pudiera resucitar a uno solo, creo que me traería a González Ledesma. Méndez es mi personaje español favorito, y me fascina la época de los bolsilibros, cuando firmaba como Silver Kane. Y si tuviera tarjetas black, pasta para dar y regalar, traería a alguna estrella internacional que conjugara éxito y calidad literaria como Pierre Lemaitre, Ian Manook o Bernard Minier, al que estuve tratando de seducir en Valencia Negra para que nos visite el año que viene.

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Sobre la firma

Juan Carlos Galindo
Es responsable de la sección de Pantallas y, además, escribe sobre libros en Cultura y Babelia y coordina el blog de novela negra Elemental. Lleva en EL PAÍS desde 2008. 'Hontoria' es su primera novela, publicada por Salamandra en 2023.

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