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La feria de los que no llegan al mostrador

Los niños toman la Feria del Libro de Madrid. En España se venden al día 79.000 ejemplares de literatura infantil y juvenil

Patricia Gosálvez
Dos niñas hojean libros en la Feria del Libro de Madrid.
Dos niñas hojean libros en la Feria del Libro de Madrid.Jaime Villanueva

“¿Una lista de las casetas de infantil? No hay, pero no te preocupes, te las vas a encontrar”. La chica de Información de la Feria del Libro tienen razón: cada pocos estands hay uno más colorido que sus vecinos. Por las joyas ilustradas de las estanterías y porque los libreros y editores de infantil se curran la decoración considerablemente más que sus colegas. Mariposas de papel, hormigas de fieltro, setas y árboles de cartón pueblan estos tenderetes para un público exquisito que apenas llega al mostrador. No hay problema: sobre el Paseo de coches del Parque de El Retiro han colocado butacas y escalones para que los niños miren y toquen.

Pero además de en las casetas especializadas, los libros infantiles se han colado en todas las demás. En la editorial religiosa tienen Mi primera Biblia; en la gastronómica, Cocina para niños con Thermomix; en la de autoayuda Tranquilos y atentos como una rana, una guía de meditación infantil; en la de género y homosexualidad, Daddy, Papa & Me y Mi princesito. Incluso en la sobria caseta del BOE hay un cómic sobre el Retablo de las maravillas de Cervantes. Nadie se quiere perder el tirón de un sector que vende diariamente 79.000 ejemplares en España y cuya facturación creció un 3% en 2014 (hasta 275,2 millones de euros, es decir, un 12,5% de la facturación total del sector editorial), según los últimos datos del Observatorio de la Lectura y el Libro.

La aportación de Guillermo, 9 años, al macrodato son los 40 euros de su hucha rota. Se ha gastado 12 en Penny Berry,  de 260 páginas. "Me gustan los libros gordos", dice el niño ante la mirada orgullosa de su madre. "Va de dragones pero en la época actual".

Los hermanos Andreu Alfaro, de 8, 10 y 12 años, tienen que elegir un libro cada uno. “Ya no les leemos, pero seguimos leyendo juntos”, dicen los padres. Abel, el pequeño lleva una lista con seis que le han interesado, la encabezan Pokemon y Destroza este diario. Su madre preferiría algo menos bestseller, pero elegir, elige él.

“Lo más importante es negociar con el niño… que escoja él, pero al mismo tiempo ir inculcándole un criterio, cierto gusto”, dice Zaida Pérez de la librería infantil Liberespacio donde se hacen talleres para bebés desde 9 meses y asesorías para construir una primera biblioteca. “Por ejemplo, él quiere que le leas la Patrulla Canina, vale, pero negocias, y después le lees algo así…”, dice mostrando Tomar y Dar una maravilla de diseño conceptual con piezas troqueladas que se sacan de las páginas, obra de la ilustradora francesa Lucie Félix. “Y una lectura va llevando a otra”. ¿Cómo las drogas? “Yo desde luego, soy una adicta a los libros”, se ríe la librera.

En la feria los libros más convencionales (letras globo, gamas de colores simples, ilustraciones que parecen sacadas de un banco de imágenes) conviven con finísimas obras de autor. Hay álbumes diseñados con mimo y escritos con gusto, y cuentos hechos en serie desde los ochenta. Entre estos últimos, priman las princesas y el rosa para las niñas y los camiones y el azul para los niños. Muchos se han convertido simplemente en la excusa que acompaña a todo tipo de objetos: son pegatinas, un pato de goma, un peluche o un cochecito… con un libro pegado. Desde la portada del manual Mi bolso de top model –que incluye un pintalabios– una lolita maquillada mira mohína por encima de sus gafas de sol.

Nada más lejos de las portadas de la colección Pequeña & Grande (Alba) que venden en la Librería de Mujeres. Biografías ilustradas, en colores neutros y con trazos inocentes, sobre Marie Curie, Frida Kahlo o Diane Fossey. “Este tipo de obras para niñas está en alza, pero todavía, de cada 15 libros que nos traen los editores, solo nos interesan dos o tres”, dice Carmen Acero, que también vende libros protagonizados por niños que hablan de emociones más que de vehículos.

Ana y Lucía, de 4 y 6 años, miran libros en una caseta de la Feria del Libro de Madrid.
Ana y Lucía, de 4 y 6 años, miran libros en una caseta de la Feria del Libro de Madrid.Jaime Villanueva

“Las fase princesa y camiones está ahí y no hay que censurar, pero hay libros maravillosos y diferentes sobre princesas y camiones, solo hay que saber buscar”, dicen en la caseta de El dragón lector, Alejandra Camacho y Clara Echevarría, con dos librerías en Madrid. Echando mano de “sentido del humor e intriga” la pareja recomienda más allá de la edad, sexo y gustos del niño. Aquí los libros no van solo de piratas o animales, sino que son “surrealistas”, “evocadores”, “un poco canallas”. A los padres, les explican los conceptos y el formato, ofrecen bibliografía de los autores, años de edición, materiales, resistencia, tipo de letra, referencias… A los niños les explican las historias y les dejan abrir, tocar, mirar, pedir.

Con pasión y paciencia, los libreros y editores de infantil atienden a dos clientes por cada libro, y su prescripción es muchas veces mediadora. En Kalandraka, Belén Saez tiene un niño que se ha prendado de un cuento sobre un cocodrilo con poca letra. La madre quiere algo más sofisticado para su nivel lector, así que Belén improvisa un cuentacuentos privado de Dónde viven los monstruos, más acorde con su edad. Un cuarto de hora después, el joven cliente agradece la narración, pero sigue prefiriendo el cocodrilo, gracias, y con un empujoncito de la editora, la madre consiente. “Es precioso que le deje llevarse el que él quería”, dice Saez, “ese libro lo va a leer cien veces… Si les pides que elijan hay que ser coherentes”.

“Lo peor son los padres que insisten en el ‘¿Cuál te gusta?, ¿cuál te gusta?’, sin darles tregua para que exploren el libro”, explica Cristina Peregrina desde la caseta de la editorial Kokinos. “¿Cómo van a elegir viendo solo la portada?”, dice, dejando que Lucía, de 6 años, trastee un buen rato con el onírico Al final, de Silvia Nanclares e ilustraciones de Miguel Brieva. “¿Qué te ha parecido?”. “Bonito, pero yo quiero uno de Egipto”, responde la niña.

Un poco más allá, disfrazada de hada, corona de flores incluida, Raquel Sánchez Ortiz firma Lasaña la araña. “Es una autoedición hecha con crowdfunding, así que los padres a veces ponen cara porque no es un libro tan fino como estos otros, pero a los niños les encanta”, dice la autora, primeriza en la feria. Yazira, 9 años, y su madre se acercan buscando uno de Pokemon. Con desparpajo, la autora les habla del suyo, dirigiéndose simultáneamente a la hija (“es de bichejos y te hago un dibujo”) y a la madre (“va sobre bullying y es bilingüe”). Al final, compran los dos. “Mira, te lo está dedicando solo para ti, esto es muy importante y solo pasa en la Feria”, le dice la madre a  Yazira que asiente encantada. Quizás cuando ya haya olvidado los pokemones, aun recuerde la primera vez que un autor le firmó un libro en El Retiro.

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Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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