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La fiesta perfecta del libro en español

Los directores de las ferias de Madrid, Bogotá, Guadalajara, Buenos Aires y Lima reflexionan sobre el presente y el futuro de las citas que reúnen a centenares de miles de personas

Juan Diego Quesada
Ambiente en la Feria del Libro de Madrid.
Ambiente en la Feria del Libro de Madrid.Jaime Villanueva

¿Cómo sería la feria del libro en español perfecta? ¿Tendría los espacios al aire libre de la cita madrileña? ¿La repercusión global de Guadalajara? ¿La atmósfera festiva de Bogotá? ¿La temporalidad de Buenos Aires? ¿La locura por la lectura desatada en Lima? La perfección es difícil de alcanzar, es verdad, pero al menos hay que intentarlo.

Los directores de las cinco ferias del libro más importantes en la lengua de Cervantes se reúnen hoy en Madrid para poner en común sus experiencias y encarar el futuro de una industria en permanente duda. De la entusiasta feria de Lima que intenta abrirse paso a la consolidadísima Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, probablemente la cita cultural latinoamericana con mayor repercusión.

La International Publisher Association coloca la de Guadalajara, México, entre las cinco mejores ferias del mundo. En su interior han ocurrido algunas de los encuentros más celebrados de la historia de la literatura, como cuando el colombiano Gabriel García Márquez acudió al homenaje que le rendían a su colega Carlos Fuentes. Se habían encontrado en París, Barcelona o Cartagena de Indias pero difícilmente nunca habían recibido una ovación como la de Guadalajara. Tan grande fue el estruendo cuando entraron en la sala que, con el punto cómico de ambos, Gabo alzó las manos para atemperar los aplausos y Fuentes se tapó los oídos, abrumado. Ahora ninguno de los dos está vivo pero esa imagen permanecerá para siempre.

20.000 profesionales

Sin duda, es la gran feria de libro en español, donde se reúnen 20.000 profesionales de 44 países. “En los últimos años ha aumentado la asistencia de público (es de pago) pero lo que le da renombre internacional es el peso que tiene como negocio del libro. Hay 130 mesas de derechos de autor. Vienen bibliotecarios de todo el mundo a comprar catálogos”, explica Marisol Schulz, directora de la FIL. Su repercusión no solo es cultural. Con la literatura como excusa, se ha logrado imponer como un foro de debate en el que la sociedad civil discute de políticas públicas y no esquiva la actualidad internacional. En 2013, el país invitado fue Israel, sin que trascendiera ningún boicot. El entonces presidente Simon Peres charló con Felipe González sobre el complicado camino hacia la paz en Oriente Próximo y de lo que ha cambiado desde que se conocieran, 40 años atrás. Peres, tres años antes de morir, apuntaló su figura de estadista recalcando que la única victoria posible para su país era lograr la paz. Pero no todos los políticos engrandecen su estampa. El ahora presidente mexicano Enrique Peña Nieto acudió como candidato y en una rueda de prensa, a pregunta de un periodista español, fue incapaz de citar tres libros que le habían marcado la vida.

Schulz, cuya feria es la única auspiciada por una universidad, valora “la buena organización” de la bogotana, lo “popular y maravillosa” que es la de Madrid, pero sobre todo “las condiciones” en las que se celebra la de Buenos Aires. La mayoría de los editores mexicanos viven en la Ciudad de México, la capital, lo que conlleva un gasto en hospedaje y manutención que sus colegas argentinos no tienen que soportar, por lo que puede celebrarse más días.

La feria de Buenos Aires se estira tres semanas, 19 días para el público y tres para los profesionales del sector. El resto de sus colegas también admira la capacidad que tiene de mantenerse activa todo el año, con cuatro o cinco campañas y una intensa actividad en redes sociales. No es el clásico evento que se guarda en la caja y se desempolvar al año siguiente. Y eso se nota en el número de visitantes: 1,2 millones. Sus pabellones son muy originales, como el de Tendencias, donde acuden los escritores más populares. Ahí se presentan autores con un grado de energía inhumana. El superventas estadounidenses John Katzenbach estuvo firmando libros desde las 19.30 hasta las 3.40. Ocho horas bolígrafo en ristre.

 Herramienta central

Su director, Oche Califa, cree que el encuentro de mañana es una valiosa oportunidad para intercambiar ideas y aprender de experiencias ajenas. Él tiene una muy exitosa que aportar. En los últimos tres encuentros ha celebrado un foro de booktubers, usuarios de Internet que recomiendan y discuten sobre libros en Youtube. “Me parece que es la noticia más importante que tiene la industria del libro. Se ha estado profetizando sobre la extinción del libro, su posible desaparición. Nada de eso ha ocurrido y esta aparición demuestra que el libro es una herramienta central de la cultura humana”, reflexiona Califa.

La responsable de la feria de Bogotá es Sandra Pulido, a la que le gusta comparar su feria con una “gran fiesta popular” para los colombianos. “Está muy llena. Pasan muchas cosas entre pabellones… hay cultura, gastronomía, arte, teatro, actividades para niños”, relata Pulido, que recibe más de medio millón de visitantes cada año. Bogotá está diseñada para los lectores. El patrocinador oficial del evento es la Alcaldía de Bogotá, una ventaja de apoyo público con la que no cuentan sus colegas de Lima.

Es más, no consta que ningún presidente peruano haya pisado la feria de su capital en sus 22 años de existencia. Si alguno lo hizo, sería de incógnito. La organización sufraga el montaje de los 16.000 metros cuadrados de estructura, lo que se lleva el 70% de su presupuesto. Pese a esto, como reconoce Pulido, Lima “está creciendo y está profesionalizándose a un gran ritmo”. El año pasado recibió a su primer premio Nobel, Jean-Marie Le Clézio. Aunque no todos son oropeles. En sus 17 días se puede palpar que este es un país donde en los últimos años han empezado a abrir muchas librerías y han aparecido sellos de editoriales independientes que se preocupan por los autores nuevos. En Perú, todo suena a gran novedad. José Carlos Alvariño, su director, dice que le gustaría agarrar de aquí y de allí. Sería la feria casi perfecta. “Pero la perfección no existe”, concluye Alvariño.

Manuel Gil: “Latinoamérica ha llegado poco a la feria”

La feria de Madrid es la más concurrida. Su entorno, el parque del Retiro, propicia que 2.000.000 de personas, según cálculos de la dirección, se paseen por ella con aire festivo. Hay quien la compara más con una fiesta popular, con sus casetas, donde se venden libros en vez de gallinejas, que con un evento cultural. Incluso la firma de los escritores tiene algo parrandero. "¡Qué grande eres, Aramburu!", le gritaba el otro día un transeúnte al escritor vasco que ha vendido alrededor de 300.000 ejemplares con Patria, una novela sobre el fin de ETA.

En los últimos años, la organización está haciendo un gran esfuerzo por promover actividades culturales en paralelo a la venta en los puestos. Manuel Gil, director de la Feria del Libro de Madrid desde el año pasado, es quien ha promovido el encuentro con los otros cuatro organizadores. Su intención es avanzar un documento de políticas públicas de apoyo a las ferias y “estudiar distintos modelos de financiación”. Cree que el futuro está en encontrar vías de comunicación con Latinoamérica, “Es una forma de incentivar para que compartamos espacios e incrementemos la oferta editorial de Latinoamérica, que ha llegado poco a la feria”, dice.

Por su carácter y personalidad, es difícil comparar las cinco ferias, pero Gil destaca “la fiesta” que se monta en Guadalajara, la “temporalidad” de Buenos Aires y “la atmósfera” bogotana. Madrid pone las multitudes.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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