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Buenos Aires revive por un día el torbellino emocional de diciembre de 2001

La directora teatral Lola Arias dirige 'Audición para una manifestación' en la segunda Bienal de Performance de la capital argentina

Una persona interpreta a un policía federal frente a una imagen real de diciembre de 2001 en 'Audición para una manifestación'.
Una persona interpreta a un policía federal frente a una imagen real de diciembre de 2001 en 'Audición para una manifestación'.Gentileza BP.17

Cada argentino adulto recuerda dónde estaba y qué hizo el 19 y 20 de diciembre de 2001. En esas 48 horas, miles de personas salieron a las calles a exigir "que se vayan todos" en medio de la crisis económica sin precedentes que atravesaba el país. Los que no se animaron a salir de sus casas siguieron lo que ocurría por televisión. La Policía disparó a los manifestantes en el centro de Buenos Aires y la represión causó 38 víctimas fatales. El 20 de diciembre por la tarde, el presidente Fernando de la Rúa abandonó la Casa Rosada en helicóptero y en los días siguientes se sucedieron otros jefes de Estado. Hubo cinco en poco más de una semana. La escritora y directora teatral argentina Lola Arias (Buenos Aires, 1976) hizo revivir por un día el "torbellino emocional" de esas fechas a 30 compatriotas que este fin de semana se presentaron a la Audición para una manifestación, creada para la segunda Bienal de Performance celebrada en Buenos Aires.

Martín Galli recordó cómo fue herido de bala por policías en la avenida 9 de julio y salvó la vida gracias a la ayuda de un desconocido, que a golpes lo trajo de vuelta al mundo después de dos paros cardíacos, le tapó la herida y lo llevó en taxi al hospital. Una mujer relató su intento por interponerse entre los caballos de la policía y las Madres de Plaza de Mayo, la posterior detención y su estancia en la comisaría viendo por televisión la huida de De la Rúa y sin entender por qué los uniformados que habían reprimido ahora festejaban. Un motociclista no pudo contener las lágrimas al recordar el momento en el que se dio cuenta de que la policía disparaba con balas de plomo y no de goma. Un camarógrafo aseguró que no dejó de grabar ni cuando tuvo que tumbarse en el suelo por los gases lacrimógenos. Un abogado de Vicente López pasó la crisis atrincherado en casa, junto a su familia. Una joven de descendencia china intentó transmitir el terror de sus padres al pensar que iban a perder todos sus ahorros si entraban a saquear su pequeño supermercado de barrio.

A lo largo de cinco horas consecutivas durante el pasado sábado, una persona tras otra pasó al set montado detrás de una de las salas del Centro Cultural San Martín, rellenó un formulario con preguntas sobre lo que hizo esos días, fue maquillada, caracterizada y entrevistada en directo sobre sus vivencias para finalmente interpretar al personaje elegido con sonido ambiente original. El público de la sala podía anotarse también para el casting y convertirse en parte de la performance o quedarse en la silla y ver en la pantalla frente a sus ojos a los distintos participantes. Delante o detrás de la cámara la obra generó un efecto común: los cacerolazos, cánticos, disparos y gritos reproducidos por los altavoces no dejaron indiferente a nadie. Tampoco la acumulación de los relatos que pudieron escucharse.

Memoria histórica

"Me interesaba pensar qué es la memoria, qué se recuerda, qué significa volver a hablar y recordar estos acontecimientos históricos", dice a EL PAÍS Arias un par de días después de la performance. "Qué significa estar en una manifestación con miles de personas, qué rol ocupa cada uno, qué símbolos está dispuesto a cargar", continúa. Arias había ya realizado experiencias similares con grandes movilizaciones de Berlín, Praga y Atenas. "Trabajo con toda la performatividad de la política. Las manifestaciones son una puesta en escena de los reclamos de una sociedad ante los medios de comunicación y los gobiernos", opina.

El proyecto requirió meses de investigación previa y de búsqueda de documentación audiovisual. A su vez, también se contactó de antemano con alguno de los protagonistas del acto, mientras que otros se presentaron de forma espontánea en el momento. "Es una obra sin ensayos, sin control", asegura. Aunque la experiencia es irrepetible, porque en una segunda audición se perdería espontaneidad y nadie volvería a decir lo mismo ni a actuar igual, la obra quedó grabada para futuras proyecciones. Desde ahora es también un testimonio más de ese momento histórico que, según Arias, fue el germen de nuevos "modos de organización, de relación y de democracia directa".

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