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FERIA DE SAN ISIDRO
Crónica
Texto informativo con interpretación

La mala estrella y un golpe de picardía

Francisco J. Espada sufrió un traumatismo craneoencefálico y Adame cortó una oreja al entrar a matar sin muleta

Antonio Lorca
Joselito Adame, en la faena a su segundo toro, en Las Ventas.
Joselito Adame, en la faena a su segundo toro, en Las Ventas.ZIPI (EFE)

El Torero/Adame, Espada, Marín

Toros de El Torero, justos de presentación, mansos, blandos -inválido el tercero- y muy descastados y sosos.
Joselito Adame: pinchazo y estocada (silencio); estocada -aviso- y un descabello (silencio); estocada (oreja).
Francisco J. Espada, que confirmó la alternativa: -aviso- pinchazo, estocada baja, y resultó cogido. Acabó con el toro Adame tras un descabello -segundo aviso- y el animal se echa (ovación para el herido).
Ginés Marín: pinchazo, pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio); media y un descabello (silencio).
Partes médicos: Espada sufrió un traumatismo craneoencefálico con pérdida de conciencia durante cinco minutos, y traumatismo facial pendiente de estudio radiológico. Pronóstico reservado.
Adame sufrió una contusión en la cresta iliaca derecha y erosiones en el cuero cabelludo.
Plaza de Las Ventas. Decimoséptima corrida de feria. 27 de mayo. Tres cuartos de entrada (17.277 espectadores).

Mala suerte la del joven Francisco José Espada y picardía la del mexicano Joselito Adame. El primero acabó en la enfermería al ser seriamente zarandeado por el toro de su confirmación; y el segundo cortó una oreja inesperada al sexto de la tarde al entrar a matar sin muleta, cobrar una estocada hasta la bola y salir volteado con la taleguilla desgarrada por el derrote de un pitón y el apuro de que le quedaron las piernas bajo del peso del toro, que cayó fulminado. Su osadía, su valor y su acierto le valieron el trofeo que no había ganado con la muleta.

A esas horas, Espada ya había sido trasladado a un centro hospitalario en el que se recupera de los fuertes golpes recibido. Ilusionó durante su etapa como novillero, tomó la alternativa en agosto de 2015, y su estrella se apagó. Solo seis corridas al año siguiente en plazas que no puntúan, y la ilusión de hacer realidad el sueño de su vida: confirmar en San Isidro y triunfar. Sobre todo, triunfar.

Pero el hombre propone y las circunstancias disponen. Y lo que estaba dispuesto era una tremenda voltereta que dio al traste con el sueño del torero. Sucedió después de marrar con un pinchazo; se perfiló de nuevo, se volcó sobre el morrillo de ese primer toro, enterró la estocada, pero el animal metió un pitón entre las piernas del torero, se lo echó a los lomos, lo zarandeó, lo lanzó contra el suelo, y allí, el cuerpo boca abajo, lo pisoteó en la cabeza. El torero quedó inerte y claramente conmocionado. Los compañeros lo trasladaron a la enfermería, mientras en la plaza quedaba la sensación de que podía tratarse de un serio percance.

Afortunadamente, no hubo herida y parece que pronto se recuperará; a fin de cuentas, no ha cumplido los 24 años, que es la mejor medicina para quien quiere ser figura. Pero duro debió ser el traumatismo cuando no salió para matar a su segundo toro; y muy dura será la sensación de mala suerte y derrota personal cuando recobre la sensación de realidad. Muchas ilusiones rotas en un instante; cuánto desasosiego hasta que le confirmaron que estaba colocado en los carteles, cuánto entrenamiento y cuanta ilusión se ha llevado por delante esta muy inoportuna e injusta voltereta.

A Espada se le notó que torea poco. Se mostró firme, pero su entrega no fue suficiente para triunfar ante un toro que repetía la embestida, siempre con un punto de distracción, y al que le faltó fijeza y largura en el recorrido. Comenzó la faena con estatuarios ceñidos, que remató con un pase cambiado por la espalda y otro de pecho que hicieron albergar las mejores esperanzas.

Repitió el toro, se sucedieron los muletazos, algunos enganchados, otros sin remate, y no acabó Espada de cogerle el aire a la faena ni amoldarse a las difíciles condiciones de su oponente. Quizá, ese toro necesitaba una muleta más poderosa, más placeada que la suya. Acabó con unas ajustadas manoletinas antes de que montara el estoque y llegara la cogida.

El sueño acabó en la enfermería con el cuerpo hecho un guiñapo; pero puede contarlo, que es lo importante, y ojalá recupere la suerte que ha perdido la tarde de su gran ilusión.

El resto de la corrida tuvo poca historia a causa del mal juego de la corrida de El Torero, protestada en distintas fases por su presentación, su falta de fuerzas y de casta. El tercero fue un inválido declarado que el presidente se negó a devolver y le costó una sonora bronca del respetable. El resto, mansa en los caballos, sosa y sin clase.

Ginés Marín fue recibido con una sonora ovación al romperse el paseíllo en recuerdo de su reciente triunfo. Fue la única que cosechó porque su lote no le permitió gran cosa. Su primero se desplomó en la arena mientras parte del tendido gritaba ¡fuera del palco! al usía, y el otro, incierto y áspero, no le permitió lucimiento alguno.

Joselito Adame mató tres toros y dijo no estar dispuesto a marcharse de vacío. Nada interesante realizó ante su primero, enclenque y soso, al que dio muchos pases ante la indiferencia general; otro toro inservible fue el que lidió por la cogida de Espada, parado y sin carácter; y el único que demostró algunas notas de nobleza fue el sexto.

Brindó al público, comenzó con estatuarios, y el animal se derrumbó en la arena. Siguió con la mano izquierda y algún muletazo destacó sobre la sosería general. Insistió el torero mexicano y dibujo finalmente cuatro naturales muy templados, que levantaron los ánimos y envalentonaron a su protagonista. Tanto es así que vio cercana la oreja y no se le ocurrió mejor treta que tirar la muleta y lanzarse sobre el morrillo del animal a pecho descubierto. Salió trompicado y se salvó de milagro de la cornada, pero tocó el triunfo con la mano. Benditas locuras de los toreros…

La corrida de hoy

Espectáculo de rejoneo. Toros despuntados de El Capea, para Diego Ventura y Leonardo Hernández, mano a mano.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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