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Piratas del Caribe 5: El matador de los mares

El espectral capitán Salazar es la atracción central sobre la que se levanta el circo (acuático) de tres pistas de 'Piratas del Caribe: La venganza de Salazar'

'Piratas del Caribe 5: La Venganza de Salazar'
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Con sus mechones ingrávidos, meciéndose en el aire como la melena de un ahogado, y su habilidad para la estocada taurina en pleno abordaje, el espectral capitán Salazar, el Matador de los Mares, es la atracción central sobre la que se levanta el circo (acuático) de tres pistas de Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, quinta entrega de una serie que nació inspirada por una atracción de parque temático y que, en cada capítulo, parece empeñarse en ser recordada como la última palabra en montañas rusas de imprudente recorrido. Salazar es un islote de extraña armonía entre el barroquismo plástico del departamento CGI y la visceral entrega de un actor como Javier Bardem, que aporta algunos ecos de Boris Karloff a su desmesurado personaje: si, en el conjunto, hubiese habido un equilibrio similar entre el sentido de la aventura y las nuevas formas del blockbuster, aquí habría una película menos agotadora, menos dada a sabotearse a sí misma.

PIRATAS DEL CARIBE: LA VENGANZA DE SALAZAR

Dirección: Joachim Rønning y Espen Sandberg.

Intérpretes: Johnny Depp, Javier Bardem, Kaya Scodelario, Geoffrey Rush.

Género: Aventuras.

Estados Unidos, 2017

Duración: 129 minutos.

Firmada por Joachim Rønning y Espen Sandberg, autores de esa estimable Kon-Tiki (2012) que ya pecaba de cierta incapacidad para la unidad estilística, Piratas del caribe: La venganza de Salazar reincide en la progresiva tendencia de la serie a reforzar sus elementos fantásticos y a sobrecargar a Johnny Depp con la exigencia de ser, a un tiempo, héroe y su propio contrapunto cómico. La película da al público lo que pide, pero obsesionándose más por la generosidad cuantitativa de sus raciones que por su completa fortaleza expresiva. Si escenas como la del robo del banco o la de la guillotina giratoria se hubiesen rodado con cierto sentido del gag visual, su función habría algo más que puramente acumulativa. Es inevitable salir de la sala tras ver Piratas del Caribe: La venganza de Salazar con la sensación de que a uno le ha pasado un tractor de varias toneladas por encima.

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