_
_
_
_
_
Mikel Erentxun | Cantante

“Los Sex Pistols fueron la última gran banda, todo lo demás han sido copias”

El cantante donostiarra presenta 'El hombre sin sombre' y confiesa los costes de reinventarse tras tres décadas de carrera

Mikel Erentxun posa en un garaje en Madrid.
Mikel Erentxun posa en un garaje en Madrid.Álvaro García

No se sobrevive a tres décadas sobre un escenario sin que pase factura. La de Mikel Erentxun (Caracas, 1965), la mitad de Duncan Dhu que con el último, El hombre sin sombra, lleva ya 13 discos en solitario, ha sido tener que perder mucho público por reinventarse. De 80 conciertos anuales había pasado a 20 y aprendió a regresar a los acústicos en salas más pequeñas y a enseñorearse en festivales en los que comparte cartel y audiencia con bandas mucho más jóvenes, como León Benavente o Depedro. No vende como antaño ni congrega a tanta gente; con lo que antes apenas hubiera pagado a su batería ahora produce un álbum; pero lejos ya de los himnos de los ochenta tiene por fin algo que estima más: estabilidad. Y eso le libera en lo artístico, le permite hacer lo que desea sin estar (demasiado) sujeto al éxito. Erentxun afronta un nuevo comienzo, el último, el que pretende que le valga la carrera de largo aliento a la que aspira. “Estas sí son las canciones que quiero seguir cantando con 70 años”, dice de su último álbum —con música y letras salidas de su puño —, y mira de reojo a Bob Dylan, que gira sin fin, para usarlo como espejo. “Por edad y trayectoria yo ya soy un clásico y donde más a gusto me siento, donde más honesto soy, es atendiendo a las fuentes, a Dylan y los Beatles”.

Se dio cuenta en 2007, después de El corredor de la suerte, de que no podía más, de que no iba por el camino correcto. Cuando publicó Detalle del miedo en 2010 naufragó con las ventas e incluso le advirtieron desde su sello de que, así, podría estar viviendo su ocaso. Pero sabía adónde apuntaba. “Hay gente, como Loquillo, que sigue llenando estadios haciendo lo que siempre hizo, que siendo fiel a sí mismo pasa como una apisonadora, pero otros como Enrique Bunbury, Santiago Auserón o yo mismo hemos tenido que ir probando cosas muy distintas. No creo que haya muchos artistas con 30 años de carrera en activo que puedan resultar interesantes compartiendo escena con grupos jóvenes”.

Ha sido, dice literalmente, un culo inquieto. A veces más de la cuenta. Ahora, con perspectiva, observa que ha dejado ejercicios de estilo más afortunados que otros. "Pasamos en Duncan Dhu de Autobiografía a Supernova en un año. Del pop británico que nos gustaba a que, porque un día Diego [Vasallo, el otro componente del grupo] escuchara a los INXS o los Fine Young Cannibals, hiciéramos algo fuera de nuestra órbita". Y confiesa que a él mismo le ocurrió, que por momentos cantó bajo el influjo excesivo de Morrissey y luego paulatinamente volvió a su ser. En esas se halla: mirando más hacia dentro que hacia afuera. Maduro y menos experimental, haciendo sonar sus inquietudes amorosas, que esta vez tienen la compañía en los coros de Maika Makovski. "Solo con el tiempo te das cuenta de cuál era tu verdadera voz, de cuál es tu forma de escribir, cuidando mucho la fonética".

Ha seguido por medio mundo a artistas a los que deseaba ver en directo, cita tres: Wilco, Ryan Adams y Ray LaMontagne, pero puestos a bucear prefiere hacerlo en el pasado. "La última gran banda de rock fueron los Sex Pistols, todo lo posterior han sido copias más o menos logradas". Detestaba el rock progresivo, Camel o Pink Floyd, y ahora descubre una taumaturgia en ellos que desea entender. Estudia los discos de Black Sabbath o Deep Purple y, por más que valore a los emergentes Viva Suecia —que recomienda— lo que le emociona es escuchar a Dylan en el Triplicate o seguir al quite de cuanto hacen Iván Ferreiro o colegas de quinta.

"Ahora un tío sin ni puta idea de música puede grabar un disco. No hay uno solo que no haya pasado por un procesado de audio para enmascarar desafines y que no tenga la guitarra o la percusión retocadas por metrónomo artificial". Erentxun reniega de ello con determinación y, con Paco Loco, el cómplice que le produce los dos últimos discos, ha grabado este Hombre sin sombra en ocho pistas, como se habría hecho décadas antes de que Erentxun agarrara una guitarra, en un reto que es a la vez un homenaje. "Mi tele es de tubo, escribo con pluma y hago fotos con una cámara analógica. No me acostumbro. Pero afortunadamente hay una contrapartida y vuelven los vinilos y puedo volver a revelar fotos, hay Super 8, y los cajones con vinilos ocupan más espacio en FNAC que los malditos cedes".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_