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Miami y Cuba devorando a su hijo

Un minucioso documental reconstruye la batalla fratricida por el niño balsero Elián González

Pablo de Llano Neira
Elián González sumergido en el mar.
Elián González sumergido en el mar.ROSS MCDONNELL

La cara de un niño cubano en camilla, mudo, sin expresión.

De fondo, la voz de un veinteañero cubano. El niño de la camilla, ya adulto.

"Soy Elián González. Tal vez me recuerden. Tal vez no".

Toda fama puntual se desvanece. Hoy, el antaño célebre niño balsero es un licenciado de 23 años que convive en Cuba con el recuerdo de su trauma -personal, porque perdió a su madre, ahogada, cruzando con él el Estrecho de Florida cuando tenía cinco años; y colectiva, por la batalla por su custodia que se libró entre su familia de Miami y su padre en Cuba, fagocitados unos por el anticastrismo del exilio y el otro por el soberanismo castrista- sobre sus hombros.

El documental Elián, de dirección y producción estadounidense, reconstruye minuciosamente a lo largo de casi dos horas -demasiado minucioso, aunque con una recopilación excepcional de grabaciones y una rigurosa labor periodística- la historia del milagroso rescate del niño a la deriva agarrado a una cámara de neumático tras el naufragio con 11 víctimas del barco en el que su madre navegaba con él hacia Estados Unidos. Con testimonios recogidos en las dos orillas, el propio Elián es una de las voces.

Su recuerdo de lo que pasó en el mar:

"Yo era un niño. Para mí era un juego (...). Recuerdo que el barco se rompe, me montan en la cámara de neumático. Levantaba la cabeza, miraba y volvía y me quedaba dormido. Y mi mamá todo el tiempo me daba agua. Me tapaba con una manta. Después lo que recuerdo es que vuelvo y me despierto y veo a mi mamá y a la amiga discutiendo. Cuando me vuelvo y me levanto sólo veo a mi mamá. Y ya para la próxima no veo a nadie. Yo sobreviví por mi mamá".

Elián González es de carácter serio. Además, lleva encima, sin esconderlo, asumido, el peso de la historia de la división política de su pueblo, fiel a la Revolución cubana pero, parece, todavía más fiel a la brecha psicológica que sigue cicatrizando en su interior. "Elián no tuvo historia", afirma al final del documental, "sino más bien alrededor de Elián se desarrolló una historia. Si van a hacer mi historia, mi película está por contar", termina, como si el largo documental que acabamos de ver se hubiera quedado también a ras de una experiencia íntima aún más compleja que él sigue metabolizando.

El filme se cierra con la escena, que peca de obviedad efectista, del protagonista entrando en el mar en Cuba y nadando hacia un horizonte que solo puede ser el del origen del trauma, Estados Unidos.

El documental muestra a la perfección el cruel estrés del que fue víctima el niño desde que fue rescatado por unos pescadores y acogido por su familia paterna de Miami. Corría 1999 y el latido del odio entre el viejo exilio y el viejo régimen seguía fuerte. La batalla de Elián fue quizás la última contracción salvaje de esa enemistad violenta entre Miami y La Habana. Y latió, con toda su ferocidad, dentro de la cabeza del pequeño, absorbiendo gramo a gramo el trauma político en su inconsciente infantil.

La familia de Miami defendiendo con las entrañas que se quedara en el reino de la libertad. Juan Miguel González, el padre del niño, un militante provinciano del Partido Comunista, esgrimiendo su derecho a la repatriación de su hijo. Y a un lado y al otro, detrás del drama familiar de cada orilla, los pesos pesados que convirtieron el destino de un niño en un combate a puño pelado. En la esquina de la Florida, la Fundación Nacional Cubanoamericana de Jorge Mas Canosa, fallecido dos años antes y con su hijo heredando la bandera de la lucha estéril por tumbar el castrismo; en la esquina de la Perla de las Antillas, Fidel Castro, ya anciano pero aún muy Comandante en Jefe.

Elián escindido: símbolo del sufrimiento del pueblo cubano para Miami y para Castro símbolo de la independencia del pueblo cubano secuestrada por el exilio traidor cobijado bajo el ala del imperialismo.

Pese al sincero cariño de sus familiares de Miami, de inmediato convirtieron su hogar de la Pequeña Habana de Miami en un espectáculo con Eliancito como producto estrella. "Elián, saluda". "Elián, ¿comiste mucho?". Elián desorientado al principio. Elián con osos de peluche. Elián cada día con ropa nueva. Elián con una congresista cubanoamericana. Elián en un cochecito con motor. Elián cada vez más sonriente. Elián en otro cochecito nuevo. Elián con zapatillas de baloncesto nuevas. Elián con un bate nuevo recibiendo la vista de Papa Noel en Florida. Elián en su primer día de escuela en Estados Unidos recibido -otra vez con cara triste de shock- por niños que le gritan "¡Elián! ¡Elián! ¡Elián!". Elián vestido con un traje de Batman. Elián montado en poni. Elián contento otra vez.

La película desglosa el agotador pulso legal que terminó con la devolución del menor a la isla con la demostración de firme sensatez institucional de la fiscal general Janet Reno, que dio la orden de que un grupo de operaciones especiales entrara en casa de los González para llevarse por la fuerza al niño ante la mal ancosejada resistencia de la familia.

En medio de todo, pasajes surrealistas como las declaraciones en televisión de la abuela paterna de Elián de vuelta en Cuba tras ir a verlo a Miami antes de su repatriación. "Se mostró asustado, no como el niño que nosotros conocíamos. Yo le saqué la lengüíta de la boca, se la mordí, lo empecé a mortificar, inclusive le abrí la portañuelita [cremallera] y le dije: "Déjame ver si te ha crecido"", dijo la señora. Y la reacción de un abogado de la familia en Estados Unidos, afirmando en inglés con gravedad: "Estamos en shock. Eso no es una costumbre cubana".

También, Elián grabado en una habitación de ambiente claustrofóbico en Miami repitiendo como un autómata ante la persona que sostiene la cámara, coincidiendo con un viaje de Juan Miguel González a Estados Unidos para tratar la devolución de su hijo: "Papá, yo no me quiero ir pa Cuba. Si tú quieres quédate aquí. Yo no me voy pa Cuba...".

Multitud de momentos intensos y enredados del caso Elián se desgranan a lo largo del documental hasta llegar al desenlace del regreso a Cuba. Y entonces, vuelta al inocente calcetín para la debida propaganda del triunfo frente a la conjura de los enemigos del socialismo. Elián feliz en una piscina cubana. Elián dichoso pintando en Cuba. Elián afortunado siendo educado y escribiendo en una pizarra del sistema educativo cubano. Elián alegre subido a una mula cubana. Y Elián recibiendo la primera visita de un señor mayor y muy alto vestido de verde oliva y de barbas luengas, al que mira desde su pequeña estatura con la expresión de asombro de quien ve entrar en la salita a un ser de Orión. Y a partir de ahí: Fidel con Elián, Fidel con Elián, Fidel con Elián. Victoria por KO.

El documental llega hasta el fallecimiento de Castro en 2016. Entrevistado por la televisión durante los funerales, Elián adulto declara en compañía de su padre: "Fidel hoy se convierte en ese ser místico que todos vamos a venerar". En un plató de Miami, un comentarista lo contempla y dice con la espina aún bien clavada en la planta del pie: "Mira lo que han hecho de ese niño".

Pero no todo es amargura y manipulación política bilateral en el documental Elián. Brilla la figura de su prima Marisleysis González, una muchacha que lo adopta como si fuera su hijo cuando el niño llega a Miami y que defiende como una madre coraje su permanencia en Estados Unidos, hasta el desmayo. Después de tanto tiempo sin haberse reencontrado, hablan el uno del otro cada uno desde su orilla del Estrecho con una ternura genuina y un deseo de volver a verse que simboliza, de un modo sencillo y poderoso, lo más gratificante de esta historia: algún día, Cuba y Miami, Elián y Marisleysis se reencontrarán sin barreras.

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