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Arte moderno en un búnker nazi

Meses de espera para visitar la Boros Collection, expuesta en un antiguo refugio de guerra del centro de Berlín

Obras de Avery Singer en la exposición de la Boros Collection, en Berlín.
Obras de Avery Singer en la exposición de la Boros Collection, en Berlín.NOSHE

Cuando Christian Boros y su esposa Karen inauguraron en 2008 su exquisita galería de arte en el interior de un búnker nazi ubicado en el centro histórico de Berlín, tuvieron una idea que en los últimos ocho años ha sido premiada con un raro éxito de público. En lugar de presentar las obras de arte como un trofeo, Boros y su esposa decidieron presentar sus tesoros artísticos sin leyendas, para que los visitantes conocieran detalles de los artistas y los motivos que les llevaron a crear sus obras a través de las explicaciones de un guía.

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Por esta razón, la Boros Collection, quizás la oferta cultural privada más exclusiva y exquisita que ofrece la capital alemana, solo se puede admirar en el interior del búnker, a través de visitas guiadas en pequeños grupos, que no admiten más de doce personas, y que tienen lugar de jueves a domingo de cada semana.

Las visitas guiadas para visitar la más reciente exposición de las obras que conforman la famosa colección, que se inauguró hace dos semanas, están agotadas hasta el mes de agosto. Una demanda que solo crece con el tiempo y que ha convertido el búnker en uno de los edificios más famosos de la ciudad. ¿Cómo explicar la demanda del público, que debe esperar con meses de antelación una respuesta positiva a una petición de visita que solo se puede hacer vía Internet?

Cada cuatro años, Boros y su esposa ofrecen una nueva oferta de su colección de arte moderno, que suma más de 700 obras –fotografías, cuadros, esculturas e instalaciones visuales-. Nadie sabe cuánto dinero ha invertido Boros en su colección, pero todo Berlín sabe que el búnker, ubicado en la calle Reinhardtstrasse, es una visita obligada para todas las personas que aman el arte.

De hecho, Boros revolucionó el mundo del arte en la capital alemana cuando decidió comprar la mole de hormigón y acero que había sobrevivido a la guerra para convertir el feo edificio en una exclusiva galería y también en su domicilio privado. En la última planta, el millonario dejó construir un ático de 500 metros cuadrados.

El búnker, diseñado por el arquitecto Karl Bonatz, bajo la supervisión de Albert Speer, fue construido en 1942 y la crónica de la ciudad relata que el edificio fue utilizado como cárcel por el Ejército Rojo, que fue bautizado como el “Bananabunker” por la población que habitó el sector comunista de la ciudad, porque sirvió como bodega para los plátanos que importaba el régimen de Cuba, y que albergó una de las discotecas más extravagantes de la ciudad después de la caída del muro de Berlín.

La metamorfosis del búnker duró cinco años a causa de la titánica tarea de remodelar habitaciones que estaban separadas por muros de dos metros de grosor. El resultado es espectacular. Los 3.000 metros cuadrados de superficie que ocupa la galería ofrecen espacios minúsculos, medianos y habitaciones de hasta 13 metros de altura. En sus paredes de hormigón aun se pueden ver algunos grafitis que fueron pintados cuando el búnker era sede la discoteca más alegre y viciosa de la ciudad; y su complicada arquitectura, que se asemeja a un octágono, hace necesaria las visitas guiadas por estudiantes de arte, que tienen la delicada misión de explicar al visitante el origen y breves biografías de los artistas que las concibieron. Como es el caso de Paulo Nazareth, un artista brasileño que busca la inspiración en largos recorridos para recrear las tragedias humanas que habitan en el planeta tierra.

Una de las atracciones de la más reciente exposición es una habitación dedicada a Katja Novitskova, la joven artista nacida en Estonia, que muestra un fotomontaje de un enorme caballo albino, un trampolín y una flecha roja que recuerda a una serpiente que flota en el aire. Christian Boros también le rinde un homenaje a Michel Majerus, el pintor luxemburgués que falleció en un accidente de avión en 2002, dedica varias habitaciones a la obra del danés Sergey Jensen y ofrece una rara obra del artista chino He Xiangyu: varias cajas de huevos vacías pintadas de color dorado que están repartidas sobre el piso de una habitación.

“Es una galería de arte única en el mundo”, dijo una estudiante de arte chino, que visitó el búnker el miércoles pasado, en el marco de una visita especial, en la que también participó EL PAÍS. “Las obras son muy interesantes, pero el edificio ofrece una atmósfera mágica que ninguna otra galería en el mundo la tiene”.

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