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Contraquerencia | Sexto de Feria de San Isidro 2017

Enormes minucias

Debemos a Alfonso Reyes el título de Enormes minucias con el que tradujo una breve reunión de breves ensayos de G.K. Chesterton como un ejemplo más de la elevada calidad con la que el autor inglés practicaba el pensamiento andante, la reflexión sobre el instante efímero y la ponderación precisa del peso variable de las cosas. Nada mejor para contextualizar la digestión de una corrida de Lagunajanda que lidiaron con dignidad Juan del Álamo, Fortes y Román, más sus respectivas cuadrillas. No tengo más que decir, salvo que cada vez que se lidia una corrida de toros el aficionado de veras ha de reconocer que son muchos los detalles que justifican la irracional pasión inquebrantable de su afición. Minucias enormes como la del hombre que traza las rayas de ese polvo llamado Blanco de España—que no cal viva ni anilina—sobre la arena –que no albero—faltando pocos minutos para el paseíllo, confirmación que se dilata más de un minuto en cada vuelta blanca, andando contra las manecillas del reloj que corona Las Ventas o la distraída dama que asiste todos los días para moverse ligeramente al compás de cada uno de los pasodobles que interpreta la banda del maestro D. Francisco García.

Previo a la labor de los areneros y monosabios, hay quienes se hipnotizan con la cartografía callada que dejan sobre la arena las pisadas de las modernas zapatillas con suela acanalada y las pezuñas a veces ensangrentadas de los toros de media tonelada que imprimen con su peso un breve libro de arena en el palmo de terreno donde viven su lidia al filo de la muerte. Otros se fijan en los rayones que dejan los pitones en los burladeros como cicatrices con astillas del efímero encontronazo de un minotauro con el límite de su laberinto o las rayas que se imprimen sobre el percal de ciertos capotes que no lograron templar las primeras embestidas de un volcán en erupción.

Enormes minucias la colocación exacta de los puyazos de los picadores, los pares de banderillas y la curva metálica de los estoques en la suerte suprema que determinan el aplauso, la consagración, la denostación o el derrumbe de un torero y también minucias enormes los insultos a rienda suelta que lanzan desde el tendido o en las redes sociales quienes se sienten ofendidos por la opinión del Otro, sabios por gracia de la estulticia y eternamente resentidos por razones ajenas a la corrida o la crónica.

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