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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una mirada sobre Hugh Thomas

El éxito de su libro sobre la Guerra Civil obligó al propio Franco a responderle

Hugh Thomas, fotografiado en Madrid en 2003.
Hugh Thomas, fotografiado en Madrid en 2003.GORKA LEJARCEGI
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Hugh Thomas: “charming, generous and quite thin-skinned”

Hugh Thomas nació en 1931 y era el único hijo de un oficial del imperio británico en Ghana. Su tío, sir Shenton Thomas, fue el gobernador de Singapur que rindió la plaza a los invasores japoneses en 1942. Hugh estudió historia, con desigual dedicación, en Queen’s College Cambridge, pero adquirió cierta notoriedad como presidente tory de la Unión de Estudiantes, una sociedad elitista donde se debatían temas de actualidad. Cuando salió de la universidad, inició una vida de soltero cosmopolita en Londres. Le contrataron en la Embajada del Reino Unido en París. Abandonó el puesto antes de tiempo en 1957, declarando que lo hacía por la repugnancia que le producía el papel de los británicos en la crisis del Canal de Suez. Sin embargo, tal vez saltara del barco antes de que le empujaran. Circulaban rumores acerca de unos documentos importantes olvidados sin querer en el metro y/o un romance con la esposa de un ministro francés.

La publicidad generada por su enfrentamiento con el Foreign Office le convirtió en un fichaje atractivo para el Partido Laborista. Se presentó, sin éxito, a las elecciones de 1957-1958 por la circunscripción de Ruislip and Norwood. Su cambio de lealtades se cimentó con la edición de un ataque contra la élite política titulado The Establishment, en 1959. Sin embargo, esto no resolvió su problema de ingresos. Probó a ser novelista, pero The Oxygen Age (1958) no se vendió bien, aunque un libro que fue un fracaso similar, publicado el año anterior, The World’s Game le cambiaría la vida. Aquel libro lo leyó el editor James McGibbon, que le invitó a comer y le dijo que una escena de su novela le había recordado a los voluntarios de la Guerra Civil española. Comentando que el momento estaba maduro para una revisión general de aquella guerra, animó a Hugh a proponer un libro. Aunque no sabía ni palabra de español, Hugh se puso a leer con voracidad y a perseguir sin reparo a innumerables participantes de ambos lados del conflicto, incluyendo al corresponsal de guerra Henry Buckley y al gran experto Herbert Southworth.

Publicado en 1961, The Spanish Civil War se convirtió rápidamente en el libro que había que leer sobre la guerra de España. Los elogios de comentaristas liberales como Cyril Connolly o Michael Foot llevaron a que se lo considerara un clásico en amplios sectores, y llegaría a vender casi un millón de ejemplares. No solo estaba escrito en un estilo colorido y fácil de leer, sino que The Spanish Civil War era el primer intento de dar una visión general y objetiva de una lucha que aún despertaba pasiones a derecha y a izquierda.

Aunque la España de Franco lo prohibió, la traducción, encargada por Ruedo Ibérico, se convirtió en un best seller clandestino. Los propagandistas del dictador nunca habían dejado de proclamar que la guerra había sido una cruzada contra la barbarie comunista. Sin embargo, el impacto de las obras extranjeras escritas por Thomas y Southworth, e introducidas de contrabando a pesar de los esfuerzos de la policía de aduanas, desacreditaban por completo las consignas del régimen.

En respuesta a Thomas y a Southworth, el entonces ministro de información de Franco, Manuel Fraga, montó un centro oficial para los estudios de la Guerra Civil para centralizar la historiografía sobre la cruzada. Era demasiado tarde. El libro tuvo tanto éxito que el propio Franco se veía obligado a responder con frecuencia a afirmaciones hechas por Thomas. El caudillo decía que eran todo mentiras, negando que murieran civiles cuando mandó bombardear Barcelona o que existieran las ejecuciones masivas. La notoriedad del éxito del libro de Thomas estuvo detrás de las colosales ventas que se produjeron tras la muerte del dictador en 1975. Ricardo de la Cierva, presa de la frustración, tildó el libro de “vademécum de papanatas”.

Asegurado ya su futuro financiero, en 1962 Hugh se casó con la bella Vanessa Jebb, hija del embajador en París lord Gladwyn Jebb. Vanessa era la joya del rutilante círculo social que se reunía en su casa de Ladbroke Grove, y tuvieron tres hijos juntos: Iñigo, Isambard e Isabella. En 1966, se convirtió en catedrático de historia de la Universidad de Reading. Era un profesor extraordinariamente entretenido y popular, como pude comprobar como estudiante de máster a partir de 1968. Pero nunca se encontró cómodo con las crecientes exigencias administrativas de la vida académica, y yo le sustituí cuando se tomó un año sabático para concentrarse en su escritura. En esa época fui su ayudante-investigador para la tercera edición de The Spanish Civil War. En 1976, dimitió.

Incluso antes de ir a Reading, Thomas había empezado a investigar para su gigantesca obra Cuba: La lucha por la libertad. Tenía casi 1.700 páginas y quizás por eso no fue un éxito. La larga sección inicial sobre la historia de la isla, que empezaba con la ocupación británica de La Habana, resultó pesada a muchos. Solo cuando llegaba a la revolución castrista lograba el libro alcanzar la confianza de tono y la amplitud de miras de su libro sobre España.

A instancias de su amigo Roy Jenkins, intentó presentarse nuevamente como candidato a unas futuras elecciones por el Partido Laborista y de nuevo fracasó. Por la oposición de un grupo de trotskistas, la directiva laborista de su circunscripción no aceptó su candidatura. A partir de entonces, y tal vez como consecuencia de aquello, declaró públicamente que abandonaba el Partido Laborista y abrazaba la economía de libre mercado thatcherista. Se convirtió en uno de los asesores extraoficiales de la primera ministra, y en presidente de su think tank, el Centro de Estudios Políticos. En línea con su nueva vocación política, cuando An Unfinished History of the World recibió un premio literario del Arts Council por valor de 7.500 libras en abril de 1980 se negó a aceptar el cheque y se justificó explicando que en los últimos capítulos defendía la idea de que “la invención del Estado conduce a la decadencia de la civilización y al derrumbe de las sociedades”.

Después de la derrota de Thatcher en 1990, su relevancia en el Partido Conservador disminuyó, y se mostró cada vez más desilusionado con el enconado euroescepticismo de los suyos. Finalmente, en noviembre de 1997, cruzó el pasillo de la Cámara de los Lores para sentarse en la bancada de los liberaldemócratas. Libre por fin de la política, que nunca le había terminado de satisfacer, regresó a su verdadera profesión, y empezó a escribir una serie de obras grandiosas sobre la España imperial. La rutilante fuerza narrativa de su trabajo sobre España se trasladó primero a The Conquest of Mexico (1993) y luego a The History of the Atlantic Slave Trade 1440-1870 (1997). A estos libros siguió su máximo logro, una trilogía sobre el imperio español que consiste en Rivers of Gold (2003); The Golden Age: The Spanish Empire of Charles V (2010) y World Without End: The Global Empire of Philip II (2014).

La última vez que hablé con él, un par de semanas antes de su muerte, estaba despotricando contra el Brexit.

Paul Preston es historiador e hispanista.

Traducción de Eva Cruz

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