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Memorias de un cineasta siempre controvertido, nunca contradictorio

Se reedita en España la autobiografía de Roman Polanski, escrita en 1985 sin ningún pudor, a la que en 2015 añadió un epílogo en el que habla de su proceso judicial

Gregorio Belinchón
Sharon Tate corta el pelo de su marido, Roman Polaski, en su casa de Londres en 1968.
Sharon Tate corta el pelo de su marido, Roman Polaski, en su casa de Londres en 1968.Bill Ray (Time & Life Pictures / Getty Images)
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"Desde que yo recuerdo, la línea entre la fantasía y la realidad ha estado siempre irremediablemente borrosa", se lee en la primera frase del libro. En 1982, Roman Polanski dirige y protagoniza la obra de teatro Amadeus, de Peter Shaffer. Y empieza a plantearse escribir unas memorias, un recorrido a una vida azarosa, polémica, hedonista y cinematográfica. Tres años después aparecería Roman por Polanski, un libro en el que no parecía haberse guardado nada, y un canto de amor a su esposa, Sharon Tate, asesinada por el clan La Familia, de Manson.

"Me maravillan el optimismo y la ingenuidad que parecen destilar hoy los últimos párrafos de mis memorias". En noviembre de 2015, en París, el cineasta francopolaco arranca a escribir el epílogo que añade -junto a un sucinto prólogo- a su obra. Esas Memorias son las que ahora edita Malpaso. Su autor no ha tocado nada de las más de 500 páginas originales, y ha escrito otras ocho para resumir qué ha pasado en su vida en estos treinta años.

“Nunca he dejado de ejercer mi oficio”

A sus 83 años, Roman Polanski presenta nueva película en la próxima edición de Cannes, Basado en hechos reales, con guion suyo y de Oliver Assayas. En el epílogo del libro asegura: "Nunca he dejado de ejercer mi oficio. He hecho más de una docena de películas, cuatro de ellas con Emmanuelle Seigner [ahora ya hay otra más], si bien la más personal de todas, la única, en realidad, en la que he llevado a la pantalla hechos de los que he sido testigo y que he descrito en este libro, es El pianista [...]. Mis últimos treinta años han seguido un curso infinitamente menos caótico y sinuoso que los cincuenta que los precedieron. Eso sí: tan recto no ha sido el camino".

Polanski describe cómo incluso acabó el montaje de El escritor en la cárcel suiza de Winterthur. "Su director me permitió revisar en un ordenador diminuto los DVD que me envió mi montador, Hervé de Luze". Para devolverle los correciones, le pasaba las notas a su abogado, de ahí a la policía, y a su vez ellos se lo pasaban a De Luze.

Roman Polanski sobrevivió al gueto judío de Cracovia, hizo carrera en el cine, vivió el Mayo del 68 en Cannes, y amó con locura a Sharon Tate. Tampoco esconde que fue infiel a toda mujer con la que ha estado emparejado, que luchó a brazo partido contra Hollywood, que tuvo relaciones sexuales -y subraya "consentidas", aunque la sentencia le condena por "abuso"- con Samantha Geimer, de 13 años, durante la segunda jornada de un sesión fotográfica para la revista Vogue, y que huyó de Estados Unidos tras pasar 42 días en la cárcel de Chino (Los Ángeles). Es un personaje controvertido, y él no se refugia detrás de ninguna coartada. Por ejemplo, cuando cuenta que seis meses después de la brutal masacre que acabó con la vida de su esposa, que estaba embarazada, y de cuatro amigos más, empieza a salir del "caparazón" en Gstaad (Suiza) -donde le apasionaba esquiar-, con alumnas de colegios de señoritas de "entre 16 y 19 años; no eran unas niñas, pero tampoco unas mujeres de mundo con ambiciones profesionales o matrimoniales". 

Controvertido, sí; contradictorio, nunca. "Yo siempre hacía las cosas a mi manera. Era un chiquillo extremadamente susceptible". Ese niño, bien dotado para los deportes y para las aventuras. Nacido en París en 1933 con el nombre de Raymond Roman Thierry Liebling. Su padre, Ryszard Polański, se había cambiado el apellido un año antes, así que el nombre legal de Polanski fue Rajmund Roman Thierry Liebling, hasta su retorno a Cracovia, en julio de 1936, cuando recupera su apellido original y se llama Rajmund Roman Thierry Polański. Todo este ir y venir al cineasta le da igual, ya que todo el mundo le llama Romek, diminutivo de Roman. Aquel Romek, pillastre, sobrevive a la II Guerra Mundial gracias a su rapidez de mente y a que su familia le esconde en otras casas: primero del gueto y luego de Cracovia.

Cuando acaba el conflicto bélico, a Polanski le interesa la interpretación y de ella pasa al cine, a estudiar en la mítica Escuela de Łódź. "Así pude codearme con uno de los míticos alumnos del último curso, Andrzej Wajda". Con Wajda aprende qué es el talento, empieza a hacer cortos. A pesar del régimen, logra ir a Francia y volver, una constante en esos años sesenta. Al acabar el rodaje del corto Cuando los ángeles Polanski, de 26 años, se casa con actriz principal, Barbara Kwiatkowska-Lass, de 19 años, de la que se divorció en 1962. "En aquel régimen, el éxito de una película no se valoraba en función de la taquilla; lo importante era su contenido ideológico y su mensaje político". Aun así, rueda su primer largo, El cuchillo en el agua (1962), sufre por sacarlo adelante, es ninguneado y en cambio logra cierta relevancia con su candidatura a la mejor película extranjera en los Oscar.

Los siguientes años los pasa recorriendo Europa viviendo de prestado, avanzando a trompicones por su carrera, hasta que, asentando en Londres, en una ciudad llena de fiesta, música y alcohol, rueda Repulsión (1965) y Callejón sin salida (1966). En el libro tiene muy buena memoria de nombres y acontecimientos, de las chicas -muchas chicas- que conoce y de su pasión por hacer cine. Defiende que se celebre el festival de Cannes tras los acontecimientos de Mayo del 68 -y se ríe de Carlos Saura y de Geraldine Chaplin, que intentan retirar del concurso su Peppermint Frappé- y carga contra el Hollywood de los estudios: todo en defensa del séptimo arte.

Pero sobre todo dedica decenas de páginas a recordar su amor por Sharon Tate y a detallar minuciosamente segundo a segundo su relación con Samantha Geimer. En el epílogo desmenuza más detalles del caso Geimer, habla amoroso de la familia que ha formado con Emmanuelle Seigner y apunta: "El cambio más evidente que he sufrido es que la línea entre fantasía y realidad ya no es tan borrosa, quizá porque hoy prefiero mi realidad".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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