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David Lynch: “La tele es un lugar hermoso. Supongo que he dejado el cine”

El director estrena nueva temporada de 'Twin Peaks', la serie que llevó a la televisión el arte del cine de autor

El director David Lynch, en una imagen tomada en enero durante los encuentros de la Asociación de Críticos de Televisión en Pasadena (California).
Pablo Ximénez de Sandoval

Bienvenido a Twin Peaks, dice un cartel con dos montañas dibujadas. Suena la música envolvente de Angelo Badalamenti. Y ya. Poco más sabemos de la segunda parte de la legendaria serie de televisión y así nos vamos a quedar hasta el 21 de mayo (en España, Movistar Series Xtra la estrena en la madrugada del 21 al 22 de mayo), porque David Lynch no está dispuesto a revelar un solo dato al respecto. “La serie sucede 25 años después de la primera. Algunas cosas cambian y otras siguen igual”. Y eso es todo lo que piensa decir en esta mañana a principios de febrero en un hotel de Los Ángeles.

Ha pasado más de un cuarto de siglo desde que David Lynch (Montana, 1946) llevó a la televisión su toque mágico para la atmósfera y el misterio. Cautivó al mundo con una historia policíaca que, en muchos sentidos, cambió la forma de hacer ficción en pantalla pequeña. Tal como lo cuenta él, llevaba años dándole vueltas a una continuación cuando el guionista y productor Mark Frost, con el que hizo la serie, le invitó a comer en Musso&Frank, el legendario restaurante de Hollywood Boulevard. “Nos sentamos y resultó que se cumplían 25 años. Empezamos a hablar de ello y como no sabíamos si al final se haría, nos lo guardamos para nosotros y seguimos trabajando. Luego empezaron a surgir más cosas y al final fueron suficientes como para que empezáramos a hablar de hacerlo”. El guion se escribió por Skype, con Lynch en Los Ángeles y Frost en Ojai, California. Físicamente lo hizo Frost, porque Lynch no teclea.

Sus respuestas se esperan como palabra revelada del señor de los misterios narrativos. Pero Lynch tiene claro que los misterios son lo que son, precisamente, porque no se explican. Ha contado muchas veces su frustración por haber tenido que dar una explicación al final del primer Twin Peaks (1990-1991). “Digamos que tienes una oca que pone huevos de oro. Cuando tienes muchos huevos de oro de repente llega alguien y te dice que ha llegado la hora de matar a la oca. No es bueno”.

Lynch dice que “no hay reglas” a la hora de conseguir enganchar al público. “Hay clases de guion que lo reducen todo a reglas. Pero no hay fórmulas, no debería haber ninguna regla. Hay cosas que supongo que tradicionalmente funcionan. Pero siempre digo que las ideas dictan todo. Las ideas son como regalos. Sigue las ideas y no te preocupes de la forma, de las reglas. Sigue las ideas de las que te has enamorado y sé fiel a ellas. Y ellas te lo dicen todo, así es como se hace”.

Lynch hablará mucho sobre ideas esta mañana, y sobre la necesidad de escribirlas, siempre. “Digamos que tienes una idea y es especial. Piensas ‘nunca me voy a olvidar de esta idea’. Pero yo he olvidado al menos dos ideas. No las recuerdo. Es un horror, un horror, porque recuerdo que eran muy buenas ideas. Y no las tengo porque no las apunté”.

La forma de hacer televisión ha cambiado desde Twin Peaks. Ahora no la serie no tendrá pausas publicitarias. “En una película estás en un cine y algo tiene que tirar de ti, tirar, tirar hacia delante sin romperse. Es complicado. La televisión de esa época lo hacía muy fácil en cierta manera, porque estaba interrumpida por anuncios. Justo después de la publicidad tenías la oportunidad de empezar de nuevo. Pero en una película completa es muy difícil mantener eso y mantener al público ahí durante dos horas. Y ahora con los canales de cable es lo mismo, no hay interrupciones, tiene que fluir”.

No es que eche de menos aquella televisión, más bien al contrario. “Siempre vi la televisión como una película. Es lo mismo, incluso con anuncios. Pero con las interrupciones es terrible, porque rompe el hechizo completamente. Es ridículo. ¿Cómo he llegado a esto? No lo sé. Por dinero. Pero es totalmente absurdo y ridículo”, dice, lo que hace todavía más interesante ver cómo habrá adaptado la historia de Laura Palmer a la era de la televisión sin límites. Su filosofía, en cualquier caso, es que “no deberías pensar en el público. Deberías intentar que tenga sentido para ti, y con suerte les parecerá bien a otros”.

Lynch lleva 11 años sin hacer una película, desde Inland Empire. “Las cosas que funcionaban en taquilla no eran las cosas que yo quería hacer”. Además se dedicó a pintar, afirma. Cree que más o menos en esa época, hace una década, empezó a cambiar el cine y hoy cada vez hay menos sitio para películas como Carretera perdida o Mullholand Drive. Si estrenara algo así, “la pondrían en Nueva York, Los Ángeles, San Francisco y un par de sitios más durante una semana. Y después iría al mercado digital, donde quiera que vaya. Es una tristeza”.

Habla con pasión de la diferencia entre una sala de cine, donde el silencio puede ser absoluto y el ruido ensordecedor, con una televisión, donde es difícil conseguir un ambiente delicado. “Es terrible, pero hay que vivir con ello”. Eso está haciendo, resignarse y vivir con ello. “Creo que la televisión por cable, incluso con sus restricciones, es un lugar hermoso donde estar. Me gustan las historias continuas. Hay una tristeza en lo que ha pasado con cierto tipo de películas”. Alguien le insiste: ¿Eso significa que Inland Empire es la última película de su carrera? “Supongo que lo es”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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