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La Academia Argentina de Letras rinde homenaje al columnismo

El escritor Jorge Fernández Díaz entra en la institución y reivindica la literatura que se hace en los periódicos

Carlos E. Cué
Buenos Aires -
La escritora Claudia Piñeiro, la politóloga Beatriz Sarlo y los escritores Jorge Fernández Díaz y Arturo Pérez-Reverte en la Academia de Letras argentina.
La escritora Claudia Piñeiro, la politóloga Beatriz Sarlo y los escritores Jorge Fernández Díaz y Arturo Pérez-Reverte en la Academia de Letras argentina.Santiago Filipuzzi (La Nación)
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El argentino Jorge Fernández Díaz es un hombre ubicuo que habita varios mundos. Es escritor sin dejar de ser periodista, el oficio al que dedicó media vida pasada en la redacción, sobre todo en La Nación, donde publica cada semana sus columnas. Es un hombre de palabra escrita pero a la vez es una estrella de la radio, donde conduce un programa diario todas las tardes. Es genuinamente argentino pero también es a su manera español, hijo de una emigrante asturiana a quien inmortalizó en Mamá, un best seller en los dos países. El autor de El Puñal y Te amaré locamente ha logrado el salto más difícil: pasar del periodismo a la Academia Argentina de Letras, palabras mayores en un país tan estrechamente vinculado a la literatura, a la escritura.

Allí estaba el jueves para escuchar su discurso buena parte de la intelectualidad argentina, con Beatriz Sarlo y Juan José Sebreli al frente, pero también el español Arturo Pérez-Reverte, otro periodista que dio el salto a la literatura y después a la academia, y que es íntimo amigo de Fernández Díaz, una especie de puente para todos los escritores españoles que pasan por Buenos Aires. Esta misma semana presentaba a Almudena Grandes en la Feria del Libro de esta ciudad, una de las más importantes del mundo.

En su discurso de entrada en la academia, Fernández Díaz reivindicó los periódicos como un espacio para la gran literatura, con sus columnas, que algunos consideran un género menor pero que él reivindica como un arte mayor. “Lo mejor de la literatura moderna se está escribiendo en los diarios. Sus autores consiguen con esas notas periódicas estipendio y popularidad, pero en el fondo sólo las consideran un subproducto, sin entender que al atarse semanalmente a una columna se han consagrado a dar a conocer una suerte de diario íntimo de viaje por la vida, la política, la cultura, la sociedad de sus tiempos, y también a elaborar una prosa con estilo específico y depurado que lo haga legible. Los libros de artículos de ciertos novelistas, sociólogos, poetas, investigadores o filósofos serán más valiosos en el futuro que sus propias novelas, poemarios y tratados. Esta ironía del destino hace pensar un poco en Discépolo, que dijo: "Me pasé la vida haciendo mis tanguitos mientras intentaba escribir mi gran obra. Hasta que por fin me di cuenta de que mi gran obra eran los tanguitos".

Siempre entre dos mundos, América y Europa, Argentina y España, el escritor se movió a los dos lados del océano para defender su tesis de que la mejor literatura se escribe en las columnas de los diarios. Y citó a muchos a en los dos continentes: “Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Manuel Vicent, Javier Cercas, Rosa Montero, Almudena Grandes y Fernando Savater en España han retomado la larga y rica tradición de Mariano Larra, Julio Camba, Azorín, Pío Baroja y Miguel de Unamuno. En Argentina, Tomás Abraham, Beatriz Sarlo, Martín Caparrós, Santiago Kovadloff, Luis Alberto Romero, Jorge Fontevecchia, Marcelo Birmajer, Leila Guerriero, Daniel Guebel y Fabián Casa ennoblecen el género con textos agudos, bellos o memorables que en algunos casos resultan imperecederos, terminan compilados en libros y pueden ser leídos como lo que son: capítulos mayores del análisis y la observación. Esas piezas de cada día, que a veces son una meditación y otras un retrato, en ocasiones un abanico o una ametralladora, fueron escritas para el instante, pero muchas de ellas treparán a la inmortalidad. Aunque sirvan para envolver el pescado del día siguiente. Noble destino de cualquier diario de todos los tiempos”.

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