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Crítica | Los demonios
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La edad del miedo

Philippe Lesage captura, con ceremoniales planos secuencia, los claroscuros de una etapa vital caracterizada por la detección de esos potenciales peligros

Fotograma de 'Los demonios'.

LOS DEMONIOS

Dirección: Philippe Lesange.

Intérpretes: Édouard Tremblay-Grenier, Pier-Luc Funk, Vassili Schneider, Sarh Mottet.

Género: drama. Canadá, 2015

Duración: 118 minutos.

El violento desajuste entre los turbulentos compases del poema sinfónico Finlandia, Opus 26 de Jean Sibelius y los movimientos de un grupo de niñas y niños en una clase de educación física transmite, al comienzo de Los demonios de Philippe Lesage, una visión de la infancia como territorio donde constantemente se manifiesta la latencia de la tragedia. Con tan solo 10 años de edad, Félix, el protagonista de esta película incómoda y fascinante, recorrida de principio a fin por la autoconciencia de su estilo, vive su supuesta edad de la inocencia como territorio minado por potenciales miedos. Cualquier cosa sirve de estímulo para activar las alarmas: una discusión doméstica, la simpatía que el padre delata por la madre de un amigo, la desaparición de niños en el vecindario, la amenazadora agresividad de unos vecinos, las primeras manifestaciones del apetito sexual, el amor por una profesora…

En su primer largometraje de ficción, el documentalista quebequés Philippe Lesage captura, con frecuente recurso a ceremoniales planos secuencia hechizados por las incertidumbres del fuera de campo, los claroscuros de una etapa vital caracterizada por la detección de esos potenciales peligros que uno todavía no sabe racionalizar o comprender por completo. A través de decisiones narrativas que jamás aconsejaría un manual de escritura de guión –esas guías para el sometimiento de la creatividad al mínimo común denominador- y de un planteamiento formal que potencia incertidumbres, el director logra un resultado muy difícil de olvidar y ofrece una lección magistral sobre la necesidad de saltarse reglas para encontrar verdades.

La muy particular metodología de Lesange ha inspirado comparaciones con el trabajo de Michael Haneke: si bien pueden detectarse algunos puntos de proximidad –una de las secuencias finales podría compararse al brillante plano que cerraba Caché (2005)-, aquí se manifiesta una sensibilidad propia arrolladora. La película contiene un radical cambio de punto de vista avanzado su metraje y, lejos de satisfacer las más inmediatas expectativas del público, acaba construyendo un inesperado discurso sobre la capacidad de supervivencia de la infancia en una vida que seguirá fluyendo, pese a los horrores que se manifiesten a fondo de plano.

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