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FERIA DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Desigual y mansa novillada de Dolores Aguirre en la plaza de Las Ventas

Los jóvenes Fernando Flores y Javier Marín saludaron una ovación

Se esperaba con gran interés el regreso de la ganadería de Dolores Aguirre a Madrid. Siete años después, y ya bajo la dirección de Isabel, la hija mayor de la recordada ganadera bilbaína, los de Dolores volvían a una de sus plazas talismán. Esa que tantas tardes vibró con las embestidas encastadas y exigentes de esos atanasios con los que un día soñó esta criadora irrepetible.

Pero el debú como novillada en Las Ventas no estuvo a la altura de lo esperado. El encierro, en general, fue manso, especialmente en los primeros tercios. Eso sí, algunos ejemplares como los lidiados en primer y tercer lugar embistieron con casta y emoción en el último. Otros -quinto y sexto-, sin embargo, pecaron de aquello que tanto irritaba a Dolores Aguirre: la falta de fuerzas.

Tampoco redondearon sus actuaciones los tres novilleros anunciados. Los mejores momentos de la tarde llevaron la firma de Fernando Flores, el más joven de la terna. En la tarde de su presentación en Madrid a punto estuvo de cortar una oreja. Fue ante el tercero, un impresentable novillo, con aspecto de becerro, que manseó mucho desde que salió de chiqueros, pero que se movió con recorrido y humillación en la muleta de su matador. Aunque siempre amagó con rajarse, aguantó, y se fue siempre tras los vuelos de la muleta. Repitió Tosquetito con alegría y, ante él, Fernando Flores hilvanó una faena en la que ligó mucho los muletazos y tuvo la virtud de la largura y, por momentos, de la templanza. Sin embargo, la falta de ceñimiento y el toreo rematado hacia afuera, restaron mérito y calado al trasteo. Además, solo ejecutó una tanda al natural. Habría tenido premio seguro, pero pinchó en dos ocasiones antes de dejar un bajonazo que hizo guardia. Frente al cuajado sexto, noble aunque flojo y descastado, puso voluntad pero aquello nunca rompió. Por cierto, otra vez se le fue la mano con la espada y finiquitó a su oponente de un horrible metisaca.

DOLORES AGUIRRE / MAESTRO, MARÍN, FLORES

Novillos de Dolores Aguirre, desigualmente presentados, con dos -tercero y cuarto- impresentables por abecerrados y escurridos; mansos y nobles en general. Bueno el tercero, y encastado y exigente el primero. Flojos quinto y sexto.

Miguel Maestro: bajonazo que hace guardia y espadazo corto atravesado y perpendicular (leves pitos); dos pinchazos y estocada delantera y desprendida (silencio).

Javier Marín: estocada trasera (división al saludar tras leve petición); estocada tendida (silencio).

Fernando Flores: dos pinchazos y bajonazo que hace guardia (saludos tras aviso); metisaca mortal (silencio).

Plaza de Las Ventas. Segundo festejo de la Feria de la Comunidad de Madrid. 1 de mayo. Un cuarto de plaza.

Buenas maneras demostró Javier Marín. Con el peor lote -el manso segundo duró un suspiro y al quinto se lo cargaron en el caballo- hizo lo que pudo. Reseñable fue el recibo capotero a su primero. Doblándose por bajo, templó con gusto la embestida, aunque el remate no estuvo a la altura. Después, con la muleta, anduvo inteligente, administró bien los tiempos y dio distancia. Y lo mejor: se tiró a matar más derecho que una vela y, aunque el acero quedó trasero, se recreó en la suerte. En su segundo, que perdía las manos sin cesar, porfió en exceso y el público acabó recriminándoselo.

El primero, el utrero más encastado y exigente, cayó en manos del más veterano del cartel, Miguel Maestro. Pero pese a sus 32 años y casi 16 de novillero con picadores, el compromiso le vino grande. Verde y acelerado, puso voluntad, pero nunca logró acoplarse. Por si fuera poco, mató muy mal. Luego, frente al feo, abecerrado y escurrido cuarto, otro manso que se movió mucho, también quiso, pero no pudo.

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