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El rejoneo, en fase de derribo

Galán y Ventura cortaron una oreja a una muy floja y descastada corrida de Bohórquez

Antonio Lorca
El rejoneador Diego Ventura, durante el segundo toro de la tarde.
El rejoneador Diego Ventura, durante el segundo toro de la tarde.PACO PUENTES

El espectáculo de rejoneo está de capa caída; al menos, el que se celebró en la Maestranza resultó ser un peñazo a pesar de que se cortaron dos orejas. Pero todo el festejo resultó anodino, superficial y carente de emoción. Ayudaron los toros de Bohórquez, auténtico desecho, feos de nacimiento, más feos aún con los pitones cortados reglamentariamente, sin un ápice de casta en las entrañas, inválidos y sin ganas de pelea. Salieron todos adormilados, o, quizá, anestesiados; molestos por una jornada laboral imprevista. Y varios de ellos se desplomaron en el albero, presagiando su inmediato porvenir. En fin, un pequeño desastre.

Tampoco brillaron la amazona y los caballeros; una y otros lucieron más como jinetes que como toreros a caballo. De hecho, hubo poco toreo: un par de muletazos de Ventura a lomos de Nazarí, y poco más. Abundaron las pasadas en falso, los fallos al clavar y algún que otro horror a la hora de matar.

Ahora que se habla de Nazarí… He ahí lo más torero de la tarde; más, incluso, que su compañero Sueño, otra figura de la cuadra de Ventura.

Salió Nazarí en el tercio de banderillas del segundo de la tarde. Una belleza, líneas estilizadas, brillante, elegante y mirada altiva. Templa con naturalidad, torea con la gracia de los elegidos. A continuación, Fino, que llama al toro con la mano derecha, hace piruetas y quiebra en la cara de su oponente. Un rejón en lo alto, de efectos fulminantes, permite al caballero pasear la primera oreja. Pero no fue la suya una actuación de premio. Conectó con facilidad, pero no fue, ni mucho menos, Ventura el rejoneador completo de otras tardes.

BOHÓRQUEZ / GALÁN, VENTURA, VICENS

Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, de fea estampa, correctos de presentación, muy blandos, descastados y sosos. Destacó el sexto por su movilidad.

Sergio Galán: pinchazo que descorda al toro (ovación); rejón muy trasero (oreja).

Diego Ventura: rejón en lo alto fulminante (oreja); pinchazo, rejón y un descabello (ovación).

Lea Vicens: pinchazo, rejón trasero y un descabello (silencio); rejón que hace guardia, pinchazo, bajonazo y otro rejón retrasado (ovación).

Plaza de la Maestranza. Séptima corrida de abono. 30 de abril. Casi lleno.

Tampoco se superó ante el quinto, también blando, manso y parado como los demás. Lo esperó en el centro del ruedo con intención de clavarle un rejón de castigo al primer encuentro. No fue posible porque el toro no hizo por él. Tampoco lo consiguió en el segundo envite, y, en el tercer intento, quedó el palo y el rejón clavados en el lomo, lo que deslució la suerte. Se lució montando a Sueño, pero la muy escasa fortaleza del toro le obligó a varias pasadas en falso. Al final, con la colaboración de Dólar, y sin la ayuda de las riendas, intentó colocar un par de banderillas a dos manos y falló con estrépito en el encuentro primero. En fin, que no fue la tarde de Diego Ventura.

Abrió plaza Sergio Galán, un buen caballero y un torero tan técnico como soso. Esperó a su primero en el mismo túnel de toriles. Caballo y jinete fueron perseguidos con furia en una corta carrera, y, en un segundo arreón, ambos pasaron apuros. Y ahí se acabó el fuelle del toro de Bohórquez. No quiso más pelea. A ese lo despertaron en los corrales para salir al ruedo y se negó en redondo a seguir con la tarea. Que corra el caballo, dijo, y todo lo que siguió fue un río de sosería. Galán lo intentó, pero no sacó nada. Su actuación fue aseada, simplemente. Y a la hora de matar, en lugar de hundir el estoque, apuntilló al toro sin pretenderlo que cayó descordado para no levantarse jamás.

Dos veces se desplomó el cuarto antes de morir. Acertó Galán con un par a dos manos, y ese fue el punto culminante de otra actuación sin historia. Mató con prontitud y paseó una oreja.

Y Lea Vicens brilló más como amazona que como torera a caballo. Lució más en la doma que clavando rejones y banderillas. Y ella, que lo sabe, no desaprovechó momentos para arrancar aplausos del respetable por el dominio de su cuadra. Templa bien, pero clava siempre a la grupa, lejos del toro, falla con frecuencia y da la impresión de que le queda mucho que aprender de la lidia a caballo.

Un espectáculo, en fin, manifiestamente mejorable para evitar lo que parece inevitable: que está en fase de derribo a causa de unos toros monitorizados, inservibles, sin movilidad, y unos caballeros y amazonas necesitados de más torería.

El toro tonto, sin fuerza ni casta, tampoco sirve para el rejoneo. Todo suena a fraude, a caricatura, a espectáculo anodino. Urge, pues, una renovación del espectáculo para que no desaparezca por falta de emoción.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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